Nacidos por abrazados
¿Qué son las guerras, que destruyen y matan, sino actos de no amor? ¿Qué son las discusiones entre las personas y las familias, que destruyen, separan y matan, sino actos de no amor?
| Martín Gelabert
Cada ser humano es el resultado de un acto de amor. El acto de amor más inmediato es el de los padres. Pero este abrazo de la madre y del padre que provoca una nueva vida es la mediación de una voluntad previa, que es voluntad de Amor, la voluntad de Dios, que nos ha querido y nos ha creado tal como somos, porque cada uno de nosotros somos una maravilla a sus ojos. El ser humano ha sido creado por amor y para el amor. Ya desde el principio de la humanidad Dios ofrece su amor al ser humano y busca una respuesta de amor. El problema que ocurrió en los inicios y que, desgraciadamente puede seguir ocurriendo hoy, es que el ser humano no responda al amor creador con amor, y busque alejarse e independizarse del amor que le ha dado la vida y le sostiene en ella.
Prescindiendo de consideraciones religiosas y quedándome solo con consideraciones antropológicas es posible llegar al mismo resultado. El hijo se asoma al mundo tras un abrazo de varios meses de la madre, un abrazo tan íntimo, tan profundo y tan unitivo, que hace que pueda hablarse de dualidad en la unidad. El hijo no sólo no puede rechazar este abrazo, sino que lo desea con toda vehemencia, porque sabe que ahí está su vida. Si la madre lo rechaza, entonces el otro sujeto del abrazo se pierde para siempre. Tal es la importancia del abrazo para la vida: hemos comenzado a existir rodeados de amor y por causa del amor. Este abrazo hace plausible la hipótesis de que el sello puesto sobre la existencia humana sea el del amor.
El abrazo es una manifestación de afecto entre personas, una manifestación que une los cuerpos de los que se aman. Pues bien, el embarazo es un abrazo de una intensidad tan grande que nunca más podrá experimentar el hombre. Como muy bien dice Carlo Casini, “cada uno ha nacido porque ha sido abrazado durante muchos meses por una mujer”. Desde este punto de vista, el ser y el amor coinciden. Esto nos hace pensar en lo que dice la primera carta de Juan: el Dios Creador es Amor (1 Jn 4,8). En esta misma carta se dice: “hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quién no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14). Podríamos parafrasear: hemos entrado en la vida porque nos han amado. Y sólo podemos vivir si amamos. Sin amor hay muerte.
Lo que hace posible el inicio de toda vida, hace también posible su continuación. ¿Qué son las guerras, que destruyen y matan, sino actos de no amor? ¿Qué son las discusiones entre las personas y las familias, que destruyen, separan y matan, sino actos de no amor? ¿Por qué hay niños a los que se impide nacer, pobres a quiénes se hace difícil vivir, hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad, personas que huyen del miedo, de la violencia, de la miseria y a las que se impide la entrada en nuestros ricos países, países en los que sólo importa el dinero, y cuando importa la política también es porque importa el dinero?