Perdonar: no responder al mal con el mal
¿Es posible perdonar y al mismo tiempo reclamar justicia? Perdonar no es aprobar el mal que otro me hace. Es renunciar a responder al mal con el mal, es renunciar a responder con la misma fuerza destructiva que me ha perjudicado.
No es fácil hablar de perdón en el contexto de guerra en el que estamos sumergidos. Pero algún día habrá que hacerlo. Cuanto antes mejor. La guerra es el caso extremo de lo que ocurre en nuestras sociedades violentas, en las que abunda el rechazo del diferente. ¿Es posible perdonar y al mismo tiempo reclamar justicia? Perdonar no es aprobar el mal que otro me hace. Es renunciar a responder al mal con el mal, es renunciar a responder con la misma fuerza destructiva que me ha perjudicado, es no seguir inoculando en la sociedad el veneno de la venganza, porque la venganza nunca sacia la insatisfacción de las víctimas. El perdón es el único camino para encontrarme con quién me hace daño, incluso cuando el que me daña no quiere encontrarse conmigo. Por eso el perdón es la fuerza del amor que vence al mal. Y así abre puertas para justificar al impío, para convertir en justo a quién es injusto.
Jesús en la cruz pronuncia unas palabras de perdón total y absoluto. No sólo perdona a quienes le asesinan, rezando por ellos: “Padre, perdónales”, sino ofreciendo una buena razón al Padre para que les perdone: “no saben lo que hacen”. En la cruz, Jesús se convierte en el abogado defensor de sus asesinos. ¡Sólo en un amor como este puede estar la salvación del mundo! Un amor capaz de justificar, de hacer justo al pecador, al que rechaza a Dios.
El impulso de la ira no tiene límites y el deseo de venganza nunca queda saciado. Solo la fuerza del amor puede contrarrestar esos falsos caminos de satisfacción. Pues “cuando hay algo que de ninguna manera puede ser negado, relativizado o disimulado, sin embargo, podemos perdonar. Cuando hay algo que jamás debe ser tolerado, justificado o excusado, sin embargo, podemos perdonar. Cuando hay algo que por ninguna razón debemos permitirnos olvidar, sin embargo, podemos perdonar. El perdón libre y sincero es una grandeza que refleja la inmensidad del perdón divino. Si el perdón es gratuito, entonces puede perdonarse aun a quien se resiste al arrepentimiento y es incapaz de pedir perdón” (Francisco, Fratelli tutti, 250).