La santidad, el rostro más bello de la Iglesia

“Alegría” es una palabra recurrente en los documentos del Papa Francisco. También aparece en el título de la exhortación apostólica que hoy mismo se ha hecho pública sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, titulada: “Alegraos y regocijaos”. Aquí sólo puedo ofrecer algunas pinceladas que inviten a la lectura completa del texto.


Uno de los capítulos recuerda un reciente documento de la Congregación para la doctrina de la fe. Se trata del capítulo en el que habla de los dos enemigos actuales de la santidad, a saber: 1) una fe y una espiritualidad desencarnada, encerrada en el propio subjetivismo, que reduce el cristianismo a una doctrina, y olvida que la caridad es lo fundamental de la vida cristiana; y 2) el confiar sólo en las propias fuerzas, sintiéndose superior a los otros por cumplir determinadas normas, viviendo obsesionados por la ley o por los ritos, ignorando que la vida es frágil y sólo puede ser sanada por la gracia.


En otro capítulo el Papa hace un precioso comentario a las bienaventuranzas, en las que Jesús explica en qué consiste ser santos, aunque sea viviendo a contracorriente: felices los pobres, pues las riquezas no te aseguran nada, nada esencial al menos. Felices los mansos, en un mundo donde cada uno se cree con derecho a alzarse por encima de los otros. Felices los que lloran, en un mundo que mira hacia otra parte cuando hay problemas de enfermedad o de sufrimiento. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, en un mundo donde muchos optan por subirse al carro del vencedor.


Felices los misericordiosos, que saben dar y perdonar, reflejando así la perfección de Dios. Felices los limpios de corazón, un corazón sencillo que sabe amar. Felices los que trabajan por la paz, la paz evangélica que no excluye a nadie. Felices los perseguidos por causa de la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás. Las persecuciones no son cosa del pasado: calumnias, falsedades, desfiguraciones de la fe, burlas por ser cristiano.


Hay algunas perlas en el texto que vale la pena notar: cuando dice que la santidad es el rostro más bello de la Iglesia, o que no te hace menos humano. O cuando dice que una de las notas de la santidad en el mundo actual es la alegría y el sentido del humor. O cuando recuerda la pregunta que se hacía santo Tomás de Aquino sobre cuáles son las obras externas que mejor manifiestan nuestro amor a Dios. Él respondió sin dudar que son las obras de misericordia con el prójimo, más que los actos de culto.


Una última perla: “me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo”.

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