"¿Por qué nuestra felicidad no dura como quisiéramos?" Poner la confianza en lo efímero es privarse de lo eterno

Joven rico
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"El Reino de Dios es vida perdurable, porque la verdad que es Dios es perdurable"

"Jesús es la palabra de verdad que nos penetra de forma personal hasta lo más íntimo de nuestro ser, para Él todo es transparente como el agua"

"Jesús sabe que a este joven le falta dar ese paso, de desprenderse de lo efímero para convertirlo en caridad con los necesitados en algo permanente, en felicidad en estos pobres"

¡Qué difícil le será a los que confían en sus riquezas (efímero) entrar en el Reino de Dios!

La seducción de la vanidad y la avaricia del dinero y del poder no dejan de ser efímeras, es decir, no dejan de contenerse y contentarse en lo pasajero.

En esa medida es la felicidad de los hombres, en lo que ponen en definitiva su vida. Si ponemos nuestra felicidad en las cosas efímeras, entonces efímera será la felicidad experimentada. Veamos la naturaleza de las cosas y de las experiencias, es decir, lo que experimentamos de forma natural ¿Qué nos puede comunicar de vida?

Nos preguntamos constantemente: ¿Por qué nuestra felicidad no dura como quisiéramos? Bien podríamos explicar que, muchas veces, nuestras experiencias las vamos enfocando en cosas efímeras que, como los destellos de luz, los vemos y sentimos de momento y nos generan gozo, alegría, y/o felicidad momentánea; sin embargo,  esos destellos luego dejan de ser y se apagan.

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En este domingo 28 del tiempo ordinario, a Jesús le hacen una pregunta: ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús responde que el camino de esa vida eterna son los mandamientos, es decir un camino de amor hacia Dios y hacia el prójimo, un camino que ha de desarrollarse en el respeto, el temor y un amor fiel al dador de la vida y repartidor de los dones como  es Dios y, al prójimo tratarlo como a uno mismo, con amor, compasión, gran caridad, dignidad y respeto.

Es decir, que el Reino de Dios es vida verdadera en un amor que permanece aquí en este mundo temporal y en la eternidad con Dios. El Reino de Dios es vida perdurable, porque la verdad que es Dios es perdurable.

Por eso, esa palabra que nos refiere la segunda lectura de la carta a los Hebreos, es una palabra en la verdad que penetra a lo más profundo de la persona, hasta sus huesos, a lo íntimo y descubre la verdad del corazón y de los pensamientos porque es una palabra en la verdad, ante ella todo es transparente, nada queda oculto.

Jesús es la palabra de verdad que nos penetra de forma personal hasta lo más íntimo de nuestro ser, para Él todo es transparente como el agua. De ahí la importancia de conducir nuestra vida de forma sincera en nuestra relación diaria con Jesús. Entendiendo que esta palabra en la verdad que es Jesús, nos invita siempre a mirar en nuestro interior para tomar conciencia de nuestra propia realidad y, con esa luz, que lo invade todo, disponernos a cambiar aquello que quiere apagar esa luz.

Por eso en el evangelio de Marcos Jesús dice al joven, una cosa te hace falta: ve vende lo que tienes, dáselo a los pobres y luego ven y sígueme. Jesús sabe que a este joven le falta dar ese paso, de desprenderse de lo efímero para convertirlo en caridad con los necesitados en algo permanente, en felicidad en estos pobres, y cuya felicidad es un resplandor que permanece hasta la eternidad, para que esos mismos pobres sean quienes los reciban en los cielos. es, por tanto, una felicidad producida en la caridad que nunca deja de resplandecer.

De ahí que, en la primera lectura del libro de la Sabiduría, se nos refiere preferir la Sabiduría a las riquezas, porque la Sabiduría trae en las riquezas de forma amplia y variada, mucho más que nuestra propia visión de las riquezas. La riqueza que Jesús nos invita a cultivar, va más allá de los bienes materiales y se centra en la caridad y en el espíritu.

La Sabiduría sabe de lo que es medio o instrumento y de lo que es definitivo. Por eso la prudencia de saber colocar cada cosa y cada experiencia en su lugar sin dejar que la fascinación de las cosas bellas y placenteras nos hagan esclavos y nos mantengan en un remolino de experiencias efímeras constantes que no nos dejen salir de él y va minando nuestras fuerzas, donde nosotros ya no llevamos el control de nuestra vida, sino que fuerzas mayores nos dominan.

Adquiramos la sabiduría de lo que nos hace permanecer y cuya vida en lo perdurable se mantiene viva en el fuego de un amor que no termina jamás. El amor, lo sabemos, siempre nos hará en definitiva muy felices, aunque si este amor tiene que pasar por la renuncia a lo efímero, de lo que muchas veces nos puede ser difícil desprendernos.

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