"El sistema democrático, por ser imaginado, 'requiere verdaderos creyentes'" (Harari) ¿"Cómo hemos llegado hasta aquí?"

Gregorio Delgado del Río
Gregorio Delgado del Río

"La evidencia de la situación a que hemos llegado en España es  tan intensa, y de tal calidad, que nadie puede racionalmente dudar de lo que expresa y manifiesta"

"La democracia es un orden imaginado, que, al creer en él, nos permite cooperar y crear una sociedad mejor"

"Por ser un orden imaginado, 'requiere asimismo verdaderos creyentes' (Harari). Las exigencias que comporta posibles situaciones que la pueden desmoronar de las que solemos ser cómplices"

"Hemos acreditado, como pueblo, falta de fe democrática. Por ello, nos merecemos lo que nos pasa. Hemos sido víctimas inconscientes del pasado"

"'Los problemas de las democracias están hoy directamente ligados a las personas que las dirigen' (Antonio Caño). En concreto, en España, a Pedro Sánchez"

La evidencia de la situación a que hemos llegado en España es tan intensa, y de tal calidad, que nadie puede racionalmente dudar de lo que expresa y manifiesta. No es precisa su demostración ni su descripción. Está ahí, ante nuestras narices (cf. Cebrián, Un mal día para la familia, TO). Y, sin embargo, muchos, demasiados, por ignorancia, por sectarismo, por pasotismo, por estupidez, por odio al adversario, por adhesión al populismo o al nacionalismo, por ‘envidia o tristeza’ (Machado) respecto a la posición del vecino, prefieren mirar a otro lado y propiciar lo que pasa. Seguimos, en consecuencia, negados a reaccionar, a testimoniar con nuestro comportamiento, a poner en acción una actitud positiva, que lo modifique. ¿Hasta dónde, a este paso, llegaremos?

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Cuando reflexionamos sobre el sistema político democrático, incluso sobre los derechos humanos, olvidamos con frecuencia que contemplamos y nos movemos en un orden imaginado. “Creemos, advirtió Harari, en un orden particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor”. Hablamos, en realidad, ‘de principios de justicia universales e inmutables’, pero imaginados. “El único lugar en el que tales principios existen es la fértil imaginación de los sapiens, y en los mitos que inventan y se cuentan unos a otros. Estos principios no tienen validez objetiva” (Harari). 

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“Un orden natural es estable. No hay ninguna probabilidad de que la gravedad deje de funcionar mañana, aunque la gente deje de creer en ella. Por el contrario, un orden imaginado se halla siempre en peligro de desmoronarse, porque depende de mitos, y los mitos se desvanecen cuando la gente deja de creer en ellos” (Harari).  Aquí radica, precisamente, una de las claves de explicación del por qué hemos llegado a la situación actual en España.

Hemos olvidado que el sistema democrático, por ser imaginado, “requiere asimismo verdaderos creyentes” (Harari). Esto es, hay que implicarse  en su mantenimiento, y hacerlo con entusiasmo, a fin de atraer a quienes lo rechazan o simplemente no lo apoyan. Hay que realizar continuos  esfuerzos, ‘tener paciencia’, estar siempre en alerta, exigir a todos actuar de acuerdo con las reglas del orden imaginado. “Requiere participación e implicación de todos” (Francisco). No se podrá mantener si, en una sociedad dada, hay significados sectores de la misma, principalmente si una parte importante de sus líderes políticos o de las fuerzas de seguridad, no creen en el sistema. ‘La democracia es compleja’ (Francisco). Sin duda.

Expuesto cuanto antecede, me permito sugerir un alto en el camino para reflexionar en serio. Y, para ayudar en ese proceso,  formulo a continuación unos cuantos interrogantes: ¿No será que, en general, vamos al “sol que más calienta”? (Angélica Liddell). ¿No será que, a pesar de tantas hipocresías como exhibimos, nos hemos vuelto ‘antipatriotas’ y ateos de la democracia? No será, como dijo Montesquieu, que no nos damos cuenta que “no existe peor tiranía que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia” o de democracia? No será que, consciente o inconscientemente, servimos y facilitamos que ‘los malvados’ pueden campar a sus anchas (Pérez Reverte)?  ¿No será que hemos dado por bueno, y sin rechistar, el vaciar de sentido o manipular las grandes palabras’ (…) como democracia, libertad, justicia, unidad? ¿No será que estas grandes palabras, como ha dicho Francisco, “han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción” (Fratelli tutti, n. 14)? ¿Y no será que lo han sido, precisamente, con nuestra complicidad?

Piénsalo con calma y serenidad. Prescinde por un momento del relato de la fuerza política a la que apoyas sin titubeos. Al contrario, has de tener muy cuenta lo que has visto con tus ojos y verificado en el día a día: tu experiencia de vida social y política. ¿No crees que puede que haya mucho de verdad en tu actitud y conducta? ¿De verdad te sientes un verdadero creyente en la democracia y de verdad te comportas en armonía con ese creencia? Tú mismo. No te resistas a la evidencia. Has presenciado y apoyado auténticas ‘derrotas para la democracia’ (Feijóo).  ¿Cómo puedes sentirte a gusto contigo mismo?

Sin libertad de expresión, no hay democracia - Revista SIC

Todos, en diferente medida, lo hemos hecho. Hemos propiciado  la grave situación actual, entre otros motivos, por falta de fe democrática. Incluso,  analistas extranjeros de reconocido prestigio han alertado acerca de los riesgos y amenazas que sobrevuelan nuestra supuesta democracia. Puede parecer duro, pero, desde esta perspectiva, nos merecemos lo que nos ocurre. Nos disguste o no semejante valoración, responde a la realidad de lo sucedido y protagonizado por todos nosotros. Hemos pagado el tributo a un pasado desumisión y obediencia. “Tantos años en el convento, nos dice Álvaro Pombo, habían dejado una huella inconsciente en su comportamiento”. Valoraciónexpresada para el orden religioso, válida también en el orden social y político. Inconscientemente, muchos, demasiados, seguimos creyendo que todo lo acabaría solucionando el gobernante de turno, el que apoyamos nosotros. Y, no ha sido así. La situación va empeorando.

¡Qué curioso! Quién prometió, desde el primer momento, venir a regenerar el sistema democrático, se ha convertido de hecho, presuntamente, en el gran leviatán. No hay más poder que la voluntad soberana de Pedro Sánchez. España no ha sido la excepción. Como señaló Antonio Caño, “los problemas de las democracias están hoy directamente ligados a las personas que las dirigen”. Y todo con el apoyo cómplice de sectores significados del PSOE, de la izquierda más radical y del nacionalismo separatista. No es extraño que Rosa Díez haya dicho recientemente que “las bases del PSOE son tan sectarias que odian más a la derecha que a los herederos de ETA”.¡Triste realidad para mantener una democracia!

En este mismo orden de cosas, Félix de Azúa se ha atrevido a verbalizar, no sin razón, un juicio valorativo del siguiente tenor: “si alguien aún se traga fantasmadas como ‘progresismo’, ‘socialismo’ y ‘regeneración democrática’, o es un cínico, o un pobre memo, o cobra. Seguramente lo más abundante sean las tres cosas juntas”.

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