José María García: "Antonio es un cura de los grandes. Valiente y con duende" Antonio Aradillas presenta 'Francisco, el papa reformador': "Solo se le puede reprochar que no vaya más de prisa"
(José M. Vidal).- "Un cura de los grandes. Un tipo diferente, valiente y con duende". Así definía el conocido periodista deportivo José María García a Antonio Aradillas, sentado a su derecha, en la presentación del libro 'Francisco, el papa reformador' (Sial-Pigmalión). Desde su izquierda, Raúl del Pozo, insistía en los halagos al autor y a su obra: "Antonio es un iconoclasta adorable y su libro, una enmienda a la totalidad".
Clima de homenaje a una de las 'vacas sagradas' de la información religiosa española. Al nivel de José María Javierre, Manuel Unciti o el gran Martín Descalzo. Con todos ellos llegó a codearse Antonio Aradillas... Después, durante una larga temporada, se pasó a escribir de tapas y de viajes y, desde hace 8 años, vuelve a ejercer, desde Religion Digital, de lo que es: un referente de la información religiosa en este país. Con dos cualidades que sólo se adquieren con la madurez: la sabiduría, que dan los años, y la libertad, que siempre tuvo. Incluso en los tiempos de la dictadura o de la involución eclesial.
Más de 150 personas se sumaron a esta presentación-homenaje, que se celebró ayer por la tarde-noche (en noche de Champions) en el colegio madrileño Valdeluz de los Agustinos. Entre los presentes, muchos amigos y algunos personajes, como el profesor Aguinaga, maestro de tantas generaciones de periodistas.
En la mesa, Aradillas, estuvo arropado por este cronista, que actuó de moderador, por Basilio Rodríguez, presidente de la editorial Sial-Pigmalión, por García y por Del Pozo. "Amigo Antonio, estás rodeado de dos ladrones, como Cristo. Pero, en este caso, no se sabe quién es el bueno o el malo", decía, con su sorna habitual, José María García, el hombre que marcó a fondo la información deportiva del país y creó escuela.
Y añadía, para intentar definir a los "dos ladrones", que flanqueaban a Aradillas:
"Yo soy un católico practicante pecador y Raúl es un ateo bueno. O mejor, dicho, Raúl no es ni rojo ni ateo. Lo que sí está claro en esta mesa es que el bueno es el cura, que puede presumir de haber publicado 90 libros en sus 90 años y que sólo cometió un desliz en su vida: casarme a mí".
Tanto García como del Pozo recordaron los mágicos tiempos vividos en el diario Pueblo, "con lo mejor de cada casa". Y comenzaron a citar nombres de "aquella redacción mágica", como Jesús Hermida, Yale, Tico medina, Talón, Emilio Romero, el propio Antonio y sus dos copresentadores.
Ambos tambièn se deshicieron en elogios hacia Aradillas. Y se notaba que no lo hacían por compromiso, sino por cariño. Por un profundo cariño hacia el cura que, en aquellos años, supo ganarse el corazón de todos y hacerse uno más en la redacción. Tanto que, a menudo, cuando lo veían aparecer, para chincharle un poco, le cantaban "el cura Aradillas se quiere casar, para no vivir en pecado mortal".
"Se hizo con todos nosotros", reconoce García, agradecido. Y añade: "Además de ser bueno, fue un ejemplo para todos y un excelente profesional, que nunca se ha mordido la lengua. Primero, con Tarancón y, después, contra Suquía y, sobre todo, contra un cardenal gallego, de cuyo nombre prefiero no acordarme".
Por su parte, Raúl del Pozo, comenzó apostillando a su amigo García que "ser ateo es muy difícil y creyente, también", porque "somos el resumen de Atenas, Jerusalén y Roma, somos hijos de la piedad y del ateísmo, síntesis de todas las contradicciones". El famoso columnista continuó con los recuerdos de Aradillas: "En 'Pueblo', tuvimos la suerte de tener un cura maravilloso y lleno de fe".
A continuación, ambos periodistas ejercieron de tales y sometieron a Aradillas a una serie de preguntas, de las duras y complicadas, de las que sólo se responden desde el corazón y la sabiduría de un sacerdote creyente y cultivado.
Por ejemplo, la postura de los curas catalanes, animando a los fieles a votar en el referéndum ilegal. A lo que Aradillas contestó: "Cristo, en el Evangelio, hace desaparecer las fronteras y nunca se presenta como un patriota judío. Lamento que no haya habido en la Iglesia un 'hombre bueno' capaz de mediar entre ambas partes, como hizo Tarancón".
"Eso pasa, porque no hay prelados con carisma y personalidad en la Iglesia española: son todos medianías", matizaba José María García, que dijo conocer bien el paño episcopal, entre otras cosas por sus 10 años pasados en la cadena Cope. Aradillas le replicó que su apreciación parece evidente y que se debe al mecanismo de nombramientos episcopales. "De hecho, cuando el Nuncio pide opinión sobre algún candidato al episcopado, la primera pregunta que aparece en el cuestionario es si se trata de un sacerdote dócil. Además, en muchas ocasiones, la mitra es como un apagavelas".
"¿Te perjudicó ser iconoclasta, recibiste presiones y coacciones eclesiásticas?", volvió a lanzar Raúl del Pozo. "Humanamente, sí. Por ejemplo, cuando el arzobispo de Madrid me suspendió 'a divinis' por un reportaje sobre los manejos de los tribunales eclesiásticos. Al poco tiempo, me levantó la suspensión y gané el pleito a los jueces eclesiásticos, que me denunciaron ante la justicia civil".
"¿Por qué el Papa Francisco gusta tanto a los ateos?", volvió a la carga Raúl. "Francisco es respetado o temido por los poderosos y querido por la gente como ningún otro Papa en la historia reciente", contestó Aradillas, que, siempre libre, también le puso algún 'pero' al pontificado del Papa jesuita.
Aradillas le reprocha sobre todo el 'tempo', a su juicio demasiado lento, con el que está reformando la Iglesia, y que no sea capaz de abordar a fondo y con rapidez unos cuantos temas esenciales: la discriminación de la mujer en la Iglesia, el que siga siendo Jefe de Estado, el celibato de los sacerdotes y la forma nada austera de vivir que tienen los obispos. "No al Papa Jefe de Estado, no a los palacios episcopales, sí al celibato opcional y sí a la mujer sacerdote", resumió, en forma de titular, Antonio.
Y la conversación continuó un poco más en torno a otros temas, como el del infierno o el de Lutero. Al final, emocionado, Antonio Aradillas dio las gracias a los presentes, con su sempiterna sonrisa y su proverbial humildad de extraordinario periodista y de buena persona. Y los amigos volvieron a abrazarse y a quedar para otros encuentros.