'Elogio de la sed', de José Tolentino, llega a su quinta edición Encontrarnos en la fragilidad: que la sed sea el camino

José Tolentino
José Tolentino

Esta obra recoge el texto de los Ejercicios Espirituales al Papa y la Curia Romana impartidos por el prelado en 2018

Apoyándose en textos bíblicos de referencia (analizados de manera muy sugerente) y con continuas referencias al diálogo con la sociedad, el autor reflexiona sobre la dinámica del deseo, la necesidad de purificación del mismo y la importancia de que dinamice nuestra existencia

La razón poética recorre algunas de las páginas de este libro ofreciéndonos pistas muy esperanzadoras que abren perspectivas para caminar con pasión sabiendo que nuestra sed nunca será totalmente saciada

Vivimos un “mundo raro”. Nos encontramos con la crispación, con posturas muy cerradas, con luchas de poder que rompen cualquier cauce de diálogo o escucha. Y ese mundo se vuelve todavía más extraño cuando esas situaciones se dan en el interior de la comunidad cristiana. A veces uno tiene la tentación de ocultar la debilidad, de enrocarse en lo sabido, de construir “tres tiendas” para no tener que volver a la dureza de lo cotidiano. Un “mundo raro” [“que no sabe llorar, que no entiende de amor y que nunca ha amado”].

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Los ejercicios espirituales que recoge este libro persiguen poner nuestra fe a la intemperie y que nuestra sed sea el motor que insufle pasión a nuestra vivencia de fe. Ponernos delante de Dios como débiles sedientos y descubrirle también a Él pidiéndoles de beber. 

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Nos encontramos ante una obra que merece ser leída y releída en este tiempo de cuaresma. El autor toma como referencia para este tiempo (y para toda la vida) la experiencia de la sed entendida como necesidad profunda, como búsqueda de sentido nunca satisfecha totalmente.

El principio y fundamento de la obra es el asombro (Aprendices del asombro) al descubrir a Jesucristo sentado en el brocal de un pozo pidiéndonos de beber. En efecto, tenemos un Dios que “con su fragilidad vino a buscarnos” y en esa petición de “Dame de beber” nos hace tomar conciencia de que Dios nos abraza, sabe que estamos aquí y nos invita a desaprender para encontrar a Dios.

Ese principio se va concretando en ocho pasos donde describe qué entendemos por la sed (La ciencia de la sed), cuál es la experiencia personal del sediento (Percibí que estaba sediento); qué ocurre cuando desaparece la sed y surge la indiferencia (Esa sed de nada que nos enferma), de qué tiene sed Jesús (La sed de Jesús), la sed de vida (Las lágrimas hablan de una sed), cómo descubrir en nuestra propia sed el pozo que nos de vida (Beber de la propia sed) cuáles son las formas de deseo usando como base la parábola del Hijo Pródigo (Las formas del deseo) y la necesidad de salir a escuchar la sed de las periferias porque Jesús fue un hombre periférico y que se volcó en los márgenes (Escuchar la sed de las periferias).

Finalmente, en el último capítulo, vuelve otra vez la mirada a Jesús para contemplar el Amor que nos ha manifestado (La bienaventuranza de la sed). Allí, a partir de las bienaventuranzas (“el más exacto y fascinante retrato de Jesús”), nos muestra que lo que nos salva es un exceso de amor de Dios que supera toda medida.

Agua corazón

Nos encontramos ante un libro que conforta e inquieta. Repara saberse amado en medio de la fragilidad, de la búsqueda insatisfecha, de la sed que encuentra la fuente “aunque es de noche”. Inquieta no saber qué esperamos, qué ocurre cuando la sed se debillita, cuando nos damos por satisfechos y surge la rigidez y el anquilosamiento. Moviliza saber que “Dios es como la fuente de la cual cada uno bebe como lleva el vaso” (san Juan de la cruz).

Basta ojear el índice onomástico que cierra el libro para ver cuántos y qué personajes se asoman a las páginas de este libro. Cada capítulo establece un diálogo con numerosos autores y autoras de ámbitos diversos no necesariamente religiosos con algunas referencias que son dignas de ser degustadas con tiempo. Lo mismo ocurre con las citas bíblicas de las que se ofrece una sugerente e iluminadora exégesis: el encuentro con la Samaritana (Jn 4), la parábola del Hijo Pródigo (Lc 15), el salmo 42, las bienaventuranzas (Mt 5), la mujer que unge con sus lágrimas los pies de Jesús (Lc 7)...

Espero coincidir con el lector que una de las grandes aportaciones de este libro es el acercamiento a la sed, al deseo, desde la razón poética. Nos invita a acercarnos a esta realidad tan humana no desde las definiciones, sino desde una visión más profunda. Hay incluso un momento en el que nos invita a mirarlo como “desde un espejo” (1 Co 13,12). Este acercamiento propone que nos desarmemos y nos pongamos cara a cara frente a nuestra propia fragilidad (en un ejercicio de valentía que nos es dado).

Se agradece también mucho que un sacerdote -hoy cardenal- dedique un capítulo (Las lágrimas hablan de una sed) a la visión del deseo desde una perspectiva femenina. Afirma: “Con las mujeres se da una corriente de realidad que sirve para dar forma a la fe. Esta no queda presa del racionalismo, de la doctrina mecánicamente vivida o del rito. Hay una densidad existencial, un sabor de cotidianeidad que perfuma la fe”. No se da el paso a hablar de cómo se concreta esa visión y servicio de la mujer pero se reconoce la peculiaridad.

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Algunas citas para abrir el ojo -y el corazón- a la lectura (y en este libro podrían ser muchas) 

-Somos llamados, pues, a vivir de una centralidad cristológica: salir de nosotros mismos y buscar en Cristo esa agua que sacia nuestra sed, venciendo la tentación de autorreferencialidad que tanto nos hace enfermar y nos tiraniza” (78)

-“En la gramática de Jesús no hay verbo más noble ni más religioso que este: servir”.

-“La Iglesia del siglo XXI será ciertamente más periférica y habrá de retarnos a descubrir que las periferias no representan un vacío de lo religioso, sino los nuevos rumbos de Dios”.

-“Lo que nos debilita no es, en realidad la escasez, sino la sobreabundancia; no es la vulnerabilidad, sino el poder mal entendido; no es la frugalidad, sin el despilfarro. Lo que nos debilita es no haber escuchado hasta el final la llamada que subyace al hambre y a la sed”.

-“Una comunidad no puede vivir únicamente de mantenimiento, sino que necesita tener un alma joven y enamorada, se alimenta de buscar y descubrir, no tema a quien pretende desafiarla, se arriesga a la hospitalidad, al encuentro y al diálogo”.

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