El filósofo presenta 'Fraternidades en la intemperie' (Khaf) Luis Aranguren: "Hoy está en peligro la especie humana, la llamada ya no es a engrosar nuestras filas, sino a salvar nuestro mundo"
"Tenemos que crear una normalidad alternativa desde la intemperie. Y esa normalidad alternativa, para mí tiene que ver con el cuidado, con los vínculos que hacen una vida más fraterna, más saludable"
"Vivimos en una sociedad polarizada donde tenemos que abanderarnos con los rojos o con los azules, o con los del sí o con los del no"
"Venimos de una manera de entender la Iglesia, incluso la clave sinodal también nos lo da, donde poníamos el foco en la Iglesia jerárquica o la Iglesia comunidad. Y los que estábamos con el tema de la Iglesia comunidad, en el postconcilio, ahí nos hemos quedado. Ya hemos hecho mucho, y ahí estamos, y ahí acompañamos, y ahí pertenecemos. Pero yo creo que falta bajar un escalón más, que para mí es el peldaño de la fraternidad"
"Nos ha faltado mucha ternura, mucho cuidado, mucha transparencia"
"En la intemperie están los que viven en habitaciones pagando un dineral y siendo esclavizados y siendo abusados"
"Venimos de una manera de entender la Iglesia, incluso la clave sinodal también nos lo da, donde poníamos el foco en la Iglesia jerárquica o la Iglesia comunidad. Y los que estábamos con el tema de la Iglesia comunidad, en el postconcilio, ahí nos hemos quedado. Ya hemos hecho mucho, y ahí estamos, y ahí acompañamos, y ahí pertenecemos. Pero yo creo que falta bajar un escalón más, que para mí es el peldaño de la fraternidad"
"Nos ha faltado mucha ternura, mucho cuidado, mucha transparencia"
"En la intemperie están los que viven en habitaciones pagando un dineral y siendo esclavizados y siendo abusados"
"En la intemperie están los que viven en habitaciones pagando un dineral y siendo esclavizados y siendo abusados"
"Tenemos que crear una normalidad alternativa desde la intemperie. Y esa normalidad alternativa, para mí tiene que ver con el cuidado, con los vínculos que hacen una vida más fraterna, más saludable". El filósofo Luis Aranguren desentraña todas las claves de su pensamiento en los últimos años en 'Fraternidades en la intemperie: vínculos que cuidan', su último libro, publicado por Khaf.
Una visión nueva de la sociedad, de los vínculos que nos rodean, de la fraternidad necesaria y una llamada a "salvar nuestro mundo", porque "hoy está en peligro la especie humana". Un relato realista, pero con esperanzas fundadas. Hablamos con él
-Buenos días, bienvenidos a las entrevistas en religión digital. Hoy no estamos en nuestra sede, estamos en la sede de la Fundación Edelvives, que como sabéis son buenos amigos de esta casa y con un buen amigo también de religión digital, que es Luis Aranguren. Luis, ¿cómo estás?
-Hola, buenos días, muy bien.
-¿Cómo te trata la vida?
-Me trata bien, no me puedo quejar.
-Bueno, siempre hay que quejarse un poquito, pero sin dejar de trabajar, como estás trabajando con la Fundación, haciendo un montón de proyectos, entre ellos el proyecto del que vamos a hablar, que se canaliza en este libro que se llama Fraternidades en la intemperie, vínculos que cuidan. Vamos a ver un poco del libro y del título, porque tiene al menos cuatro palabras muy claves, que son fraternidad, intemperie, vínculos y el cuidado, que es uno de los signos señeros de la Fundación Edelvives, además. ¿Cómo surge esta idea y por qué?
-Colaborando con Fundación Edelvives, trabajando todo el tema relacionado con ética del cuidado en el ámbito educativo, también por mi cuenta en el ámbito socioeducativo, de la acción social, de organizaciones de solidaridad, etc.
Lo del cuidado, sobre todo a partir de la pandemia, para mí ha sido como un nervio que me ha atravesado, que me ha preocupado y que estoy en ello, intentando aportar desde donde puedo. También faltaba un poquito cómo trasladarlo a las comunidades cristianas, a las parroquias, a los movimientos, a las comunidades, que algunas de ellas también estaba acompañando, realizando cursos, acompañamientos, etc. Porque también tenía la sensación de que en las comunidades se hablaba mucho de comunidades, pero poco de fraternidad. Había poco ejercicio de fraternidad. Y eso ha sido un poco una vía también.
Y, efectivamente, la palabra intemperie también es una palabra que atraviesa, yo creo, nuestras vidas, sobre todo desde la experiencia de la pandemia. Intemperie es esa palabra que utiliza mucho el filósofo José María Esquirol y que habla de nuestra condición humana; que está expuesta a un montón de incertidumbres, a un montón de vaivenes, de situaciones que no controlamos, que son imprevistas, que nos vienen, que no podemos programar, y todo eso nos ha dejado fuera de juego.
-Hablábamos de que íbamos a salir mejores de la pandemia; más fraternos, más ayudándonos los unos a los otros, y sin embargo esa sensación de...
Intemperie es la palabra perfecta, esa sensación de orfandad, de soledad, de no saber qué hacer cuando supuestamente debíamos salir mejores de algo que nos debía haber cambiado como sociedad.
-Sí, ha sido una decepción porque además ya había algo que sonaba mal en ese tiempo y era aquello de 'volvamos a la normalidad'. Y algunos decíamos: ¡no, no, por favor!, porque la normalidad es lo que nos ha traído hasta aquí.
Por lo tanto, tenemos que crear una normalidad alternativa desde la intemperie. Y esa normalidad alternativa, para mí tiene que ver con el cuidado, con los vínculos que hacen una vida más fraterna, más saludable.
Incluso, yo creo que había que incluir esta palabra, 'saludable', porque si no, nos vamos a cosas demasiado escatológicas, que al final no nos dicen nada. Y al final, saludar, llamar por el nombre, saber perdonar, atender con cuidado, no maltratar, no gritar… tener, digamos, templanza con la palabra son cuestiones muy básicas, muy sencillas, pero que en nuestras comunidades, por ejemplo, las hemos dado por supuestas porque ha primado más en nosotros el rigorismo, de derechas y de izquierdas, el 'las cosas hay que hacerlas porque sí', la exigencia, la dureza, y nos ha faltado mucha ternura, mucho cuidado, mucha transparencia.
-Estamos en un mundo, además, en el que hay otra palabra que también capitaliza el debate, que es 'polarización', y que vivimos no solo en la sociedad y en la política, sino también en la Iglesia y en las propias comunidades que forman parte de esa iglesia.
-Sí, sí. Vivimos en una sociedad polarizada donde tenemos que abanderarnos con los rojos o con los azules, o con los del sí o con los del no. Y no estamos acostumbrados a discernir en clave de buscar fórmulas intermedias que no nos contenten a ninguno, pero que nos sirvan a todos.
-Que nos sirvan para continuar caminando, que también es otra palabra que se está utilizando mucho. A lo mejor, no tanto en esta sociedad donde va todo más rápido, pero sí que se están emprendiendo caminos, al menos en un pontificado como el de Francisco, que yo creo que es la palabra trazar el movimiento, el camino compartido, que sí que es una máxima de estos 11 años de pontificado.
-Claro, planteo en el libro la fraternidad hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro tiene que ver con tejer una serie de vínculos sólidos desde el reconocimiento, el respeto, el perdón y la responsabilidad con el otro porque, al final, el cuidado tiene su esencia, para mí, en el vínculo.
El problema de Caín no fue que matara a su hermano, sino que se sentía lejos de su hermano. Que no se sentía vinculado a su hermano y por eso le mata. Por eso lo elimina, se le quita del medio. Entonces, la responsabilidad nace de sentirme ligado al otro. Si no me siento ligado al otro, ¿para qué?
El problema de Caín no fue que matara a su hermano, sino que se sentía lejos de su hermano. Que no se sentía vinculado a su hermano y por eso le mata. Por eso lo elimina, se le quita del medio. Entonces, la responsabilidad nace de sentirme ligado al otro. Si no me siento ligado al otro, ¿para qué?
-Pero, ¿eso se puede hacer en comunidades como las nuestras, donde estamos cada uno más a lo nuestro, pensando en nuestro propio bienestar, en nuestra propia salud mental, psicológica, eclesiástica…, en esa sensación de que vamos a intentar tirar como podamos hacia adelante? Eso no casa con la creación de vínculos, porque vincularse implica una responsabilidad para con el otro y para contigo mismo.
-Exacto. Y ahí, nos da una clave muy bonita el propio cuidado si afirmamos que su esencia tiene que ver con el vínculo, no solo con el otro, también es el vínculo con la tierra…, es el vínculo con la vida. Y si es el vínculo con la vida y con todo lo vivo, también es el vínculo conmigo mismo. Entonces, podemos hablar con toda tranquilidad del cuidado de uno mismo, no pidiendo perdón, porque si no me cuido a mí mismo, si no me amo a mí mismo en el mejor sentido de la palabra, seré incapaz, también, de movilizarme en favor de los demás.
Debo de movilizarme en favor de los demás. Conviene, en este sentido, despejar cualquier sospecha de que este autocuidado que pregonamos aquí tenga que ver con el mercado de autocuidado que también existe.
Pero el cuidado de uno mismo, digamos que es una buena manera y un buen chute de energía para poder también estar al servicio de los demás.
-En el libro hablas de las comunidades laicales. ¿Cuál es el estado de salud de las comunidades laicales en nuestro país?
-Yo creo que hay un poco de todo. Quizás, los que venimos del movimiento del Concilio Vaticano II y del post-Concilio Vaticano II, son las comunidades donde, por ejemplo, el compromiso social se entiende como un nervio que conduce toda nuestra dimensión de fe, somos los últimos mohicanos. Porque esto va en franco retroceso. Y las nuevas generaciones están, digamos, engrosando las filas más en movimientos de tintes laicales también. Un tinte más espiritualista, donde también hay ciertas formas de compromiso social, pero yo creo que son distintas. No sé si son mejores o peores. A mi modo de ver no creo que sean las que vertebren una vida con sentido porque ir unos días a la India a hacer una labor y volver…
El compromiso tiene que vertebrar la propia existencia, la profesión, el trabajo, la familia, etcétera, etcétera. Si no, estamos haciendo del compromiso social un apéndice.
-Y vinculado a la productividad también.
-Claro, por ahí va un poco la cuestión. A mí lo que sí me preocupa, más allá de las tendencias de las propias comunidades, es ir un paso más al fondo. Yo creo que venimos de una manera de entender la Iglesia, incluso la clave sinodal también nos lo da, donde poníamos el foco en la Iglesia jerárquica o la Iglesia comunidad. Y los que estábamos con el tema de la Iglesia comunidad, en el postconcilio, ahí nos hemos quedado. Ya hemos hecho mucho, y ahí estamos, y ahí acompañamos, y ahí pertenecemos.
Pero yo creo que falta bajar un escalón más, que para mí es el peldaño de la fraternidad. El peligro que tenemos en las comunidades es de idealizarlas, ya lo decía Bonhoeffer, que para vivir realmente unos vínculos fraternos hace falta "matar", de alguna manera, la comunidad ideal. Porque si no, estamos viviendo las nubes.
Y al tiempo que matamos, pasando por la decepción de esa comunidad ideal, que no es como la que yo quisiera, que no cubre todas mis expectativas, etc., etc., ya entonces sí, puedo vivir la experiencia de fraternidad con Manuel, con Clara, con Santiago, con Pepe, etc., que no son de mi cuerda, que no piensan como yo, que no son como a mí me gustaría que fueran, pero que son mis hermanos, son mis hermanas.
Y ese ejercicio yo creo que ha costado y cuesta mucho en nuestras comunidades, porque, a veces, yo creo que hemos absolutizado la palabra comunidad y no hemos vivido la experiencia de fraternidad.
-¿Se han superado ese debate entre identidad y relevancia, el de somos puros o llegamos al mundo, que cada vez nos escucha menos, por otro lado?
-Yo creo que hemos perdido demasiadas energías en una identidad de documento. En una identidad que exigimos al otro y que está hecha de grandes palabras. Yo siempre digo que más importante que la identidad es la identificación. Es decir, si te mueves desde el respeto al otro, si sabes perdonar, si te relacionas con respeto, si reconoces al que está ahí esquinado…
Incluso, si me apuras, esos contextos, por ejemplo, católicos, en educadores, en trabajadores que trabajan en el ámbito social, etc., cuando muchas organizaciones cristianas dicen, "a ver si tienen o no tienen la identidad cristiana…"
Mira lo que hacen, ¿no? O sea, si una persona voluntaria que está en cuidados paliativos, en silencio tres horas tomando la mano de aquel enfermo, ayudando a bien morir y estando con la familia, está identificado de sobra.
A veces perdemos mucho tiempo exigiendo unas identificaciones que son puramente nominales o nominalistas… ¿Eres católico? Sí. Para adelante. Pero, ¿qué haces? ¿Cómo estás haciendo? ¿Cómo te comportas? ¿Cómo te relacionas? ¿Cómo hablas a los demás? ¿Cómo están los estupendos católicos maltratando a la gente?
-Sí, no tiene necesidad de tener un carné de una institución, sea cual sea.
-Entonces, a veces perdemos mucho tiempo exigiendo unas identificaciones que son puramente nominales o nominalistas… ¿Eres católico? Sí. Para adelante. Pero, ¿qué haces? ¿Cómo estás haciendo? ¿Cómo te comportas? ¿Cómo te relacionas? ¿Cómo hablas a los demás? ¿Cómo están los estupendos católicos maltratando a la gente? Con buena voluntad, gritando, etc., en los ámbitos, por ejemplo, de voluntariado, que también he trabajado bastante.
Y puedes tener a una persona de otra religión, o una persona no creyente, siendo profundamente misericordiosa y samaritana, aunque no lo sepa. Yo pienso que la identificación va por ahí. Y los signos de los tiempos van por identificarnos en aquellos valores que son realmente evangélicos y que configuran una vida al estilo de Jesús.
-¿Cómo hacemos eso, sin que se nos acuse de relativizar el mensaje, de relativizar la identidad: Pero vosotros no vais de cristianos, sino que vais de buena gente que hace cosas. Pero ¿el mensaje dónde está?… Porque parece que el mensaje sólo es el de los tres o cuatro puntos que todos conocemos.
-Yo creo que Evangelii nuntiandi, con Pablo VI, que fue la cumbre, para mí, del Concilio Vaticano II, ya nos dijo que la evangelización es anuncio y testimonio. Las dos cosas. Y a veces se empieza por el anuncio, y no se ve el testimonio, y a veces se empieza por el testimonio y se puede terminar en ese anuncio. En eso yo creo que la clave que nos da el Papa Francisco en Evangelii gaudium es muy poderosa y muy latinoamericana, que nosotros aquí no nos enteramos. Es que los procesos están por encima de la ocupación de espacios y territorios.
Entonces, cuando partes del testimonio, de la vida, del compromiso en la acción, etc., estás generando todo un proceso que ni tú mismo controlas. Y que puede terminar, en el día de mañana, en la incorporación de una comunidad cristiana o en uno de los círculos, digamos concéntricos, que tiene una comunidad. Porque no hay por qué participar en el núcleo fuerte de los más comprometidos, de los más identificados, de los más católicos, etc.
Cuando estaba yo en Cáritas trabajando, siempre decíamos que la identidad católica de Cáritas tiene muchos círculos concéntricos. Y buena parte de la cantidad, por ejemplo, de trabajadores, están en círculos más externos. Pero que nadie puede negar la calidad humana y la calidad evangélica.
-También a veces hemos negado la capacidad de pertenecer a un círculo que, a su vez, pertenece a otro y donde aprenden unos de los otros.
-Estamos en redes. Otra de las partes que he trabajado en el libro es la de los movimientos populares, con los que el Papa Francisco se ha reunido en todos estos años, cristianos y no cristianos, a los que les pide, al final, como siempre,"recen por mí" y a los que no, "mándenme buena onda".
¿Qué está diciendo con mándenme buena onda? Sabe que se está dirigiendo a un público que no es creyente, pero que participa de los valores del Evangelio.
-Sí, además es un hombre que es el primer Papa que ha publicado una encíclica dirigida a todo el mundo, no solo a los católicos. Fratelli titti en ese sentido, y en muchísimos otros, es una revolución.
-Son encíclicas dirigidas a toda la humanidad. ¿Por qué? Porque vivimos un momento, como humanidad, en serio peligro. Solamente hay un precedente, es Pacem in terris, porque había otra situación mundial de grave peligro para la especie humana. Y hoy estamos en peligro de la especie humana. Por lo tanto, la llamada ya no es a engrosar nuestras filas, sino a salvar nuestro mundo.
-Sí, de hecho las dos encíclicas, Fratelli tutti y Laudato si, hablan de la importancia del cuidado, tanto de la casa común como de los hombres y las mujeres que pueblan esta casa común.
Esa especie de 'Constitución' de la humanidad, que yo creo que es Fratelli tutti y que también es Laudato si, una especie de Constitución del mundo en el que nos insertamos, ¿qué pueden aportar? ¿Qué claves de trabajo y de vínculos podemos aportar?
-Yo creo que una clave que nos dieron, tanto Fratelli tutti como Laudato si', fue ensanchar nuestra mirada. Abrir nuestra mirada más allá de nuestra iglesia, más allá de nuestro país, incluso más allá de nuestro mundo. Es decir, la frase que más se repite en Laudato si', en el universo todo está conectado. La realidad está conectada. Por lo tanto, el cuidado de la vida, puesto en el centro. Y en esto tenemos que beber y reconocer a la labor, por ejemplo, del ecofeminismo, que son puramente nominalistas. Y aquí se lanzan los puentes. Catolicismo, ecofeminismo, otras nuevas maneras de entender la vida en este momento. Ahí hay toda una red que se está tejiendo en la que podemos aportar el cuidado como valor sustancial para atravesar el mundo viejo que se está acabando, y que en la pandemia lo vimos claramente, es decir, el modelo económico, productivo, etc. tiene sus días contados, aunque estemos en él, caminando sobre él.
Catolicismo, ecofeminismo, otras nuevas maneras de entender la vida en este momento. Ahí hay toda una red que se está tejiendo en la que podemos aportar el cuidado como valor sustancial para atravesar el mundo viejo que se está acabando, y que en la pandemia lo vimos claramente, es decir, el modelo económico, productivo, etc. tiene sus días contados, aunque estemos en él, caminando sobre él
Está emergiendo algo y ese algo que está emergiendo, emerge de los escombros. Y si ponemos el cuidado en el centro, podemos alumbrar algo bueno. Pero ese alumbrar algo bueno, no es algo exclusivo de los cristianos. Por eso, me interesaba mucho esa última parte del libro, en consonancia con el planteamiento del Papa Francisco, porque esa fraternidad en movimiento también ha de hacerse en comunión con todos los grupos, asociaciones, movimientos sociales, cristianos, no cristianos, etc.
El otro día estuvimos ahí, frente al Congreso, para celebrar la ILP, la Iniciativa Legislativa Popular para la Regularización Extraordinaria. La regularización ya de un montón de personas extranjeras que están sin papeles y que malviven en nuestro país. Y estábamos gentes de todos los colores. Pero eso es lo que creo que hay que apoyar y en lo que hay que estar...
-Son pequeños ejemplos de que, pese a todo, hay aspectos en los que la polarización no vence siempre.Es un chute de energía y de esperanza importante.
-Muy importante, y además, en ese mismo día hasta la propia jerarquía española se puso también a favor de esto. Fue un fenomeno de auténtica comunión política, eclesial, de base, etc. Pero que al final, en la celebración en la calle estábamos muy poquita gente, pero al lado de las personas migrantes. Que yo creo que es donde hay que estar. Allí donde el sufrimiento es mayor.
-En la intemperie… Es como tú decías: la intemperie y los escombros son los que tienen que producir el mundo nuevo.
-La intemperie en situaciones experienciales y antropológicas que estamos viviendo, sobre todo después de la pandemia. Intemperie es lo que viven muchos profesores y profesoras, por ejemplo, el año pasado, que dimitió toda una junta directiva de un instituto de Valencia porque había 15 alumnos con amenaza de suicidio. Y la frase que decían a la Generalitat era que "estamos desamparados". Es otro síntoma de la intemperie. Cuando estamos desamparados en la intemperie, y que nadie nos ampara, aunque seas profesor, aunque tengas un equipo directivo, estás en la intemperie. Y en la intemperie, sobre todo, están los últimos. En la intemperie están los que no tienen dónde caerse muertos. En la intemperie están los que viven en habitaciones pagando un dineral y siendo esclavizados y siendo abusados.
-Y aceptando que nosotros como sociedad -que eso está ahí- estamos cerrando un poquito los ojos y alimentándonos de los malos frutos de esa intemperie.
Cerramos, si te parece, Luis, volviendo a las cuatro palabras: fraternidad, intemperie, vínculo y cuidado. ¿Cómo trazamos un recorrido entre ellas y un recorrido que sea esperanzador?
Porque me parece que tanto el comienzo, el de la fraternidad, como el del cuidado es absolutamente fundamental. Y casa muy bien con lo que decías antes y con ese lenguaje que también utiliza el Papa, que ha pasado de 'todo está conectado' al 'todos, todos, todos', que incluye la totalidad, la bendita diversidad de la totalidad.
-Claro, claro. Pues yo diría que la intemperie es la situación real en la que estamos anclados, el suelo que estamos pisando. Aquello que, en términos sociológicos, decía Bauman, la sociedad líquida. Y, como decía un chiste de Roto, "esta sociedad líquida hace aguas por todas partes".
Bueno, pues sabiendo que esta sociedad hace aguas por todas partes y que ahí estamos, tenemos la posibilidad de generar la esperanza de vincularnos unos con otros y con la vida, que está en el medio de todos nosotros, para generar fraternidades en movimiento. Fraternidades al interno de las comunidades cristianas, para que no miremos tanto si la palabra, si es comunidad o no es comunidad, sino si hay un ejercicio práctico de vida fraterna y para practicar esa fraternidad, también hacia afuera. Cuando hablamos de Iglesia en salida, es fraternidad en salida, fraternidad con otros, ¿no? Que yo lo simbolizo en aquellas palabras del cura jornalero, Diamantino García, cuando en los años setenta llegó a la sierra sur de Sevilla y vio por la mañana que muchos autobuses y camiones cogían a los jornaleros y se iban y preguntó, ¿qué pasa? Y dicen, "pues ná, que nos vamos a los espárragos de Navarra y aquí no se queda nadie, solamente los viejos, el alcalde y el cura".
Y dice Diamantino: "Eso era antes, ahora el cura también va".
Yo creo que esa expresión es el símbolo también de esa vida fraterna, porque no solamente es el cura, somos los cristianos y cristianas que nos apuntamos a ese carro de generar fraternidad también allí donde está la vida, y allí donde está la gente a la intemperie.
-Que es en definitiva lo que vino a hacer Jesús.
-Es lo más evangélico.
-Sí, eso es.
'Fraternidades en la intemperie, vínculos que cuidan', el último libro de Luis Aranguren Gonzalo, en KAAF.
Gracias por el libro, gracias por la charla y por tu trabajo en la Fundación Edelvives, que nos ha acogido en esta entrevista. Un auténtico placer, Luis.
-Igualmente.