Prólogo al libro 'Diálogo entre religiones. Para un mundo nuevo' de Fernando Bermúdez Juan José Tamayo: "Un libro luminoso que nos sirve de guía en la oscuridad del presente, en medio de las guerras culturales"
Fernando Bermúdez, Diálogo entre religiones. Para un mundo nuevo, Europa Ediciones, Madrid, 2021, 188 páginas
"Fernando fue a América Latina como misionero, concretamente a Guatemala y Chiapas, pero no para convertir a los indígenas “infieles” a la fe católica, sino para acompañar a los pueblos originarios en la defensa de su territorio, de su cultura y de su cosmovisión “sumak kawsay (= 'buen vivir')"
"El cambio de lugar socio-geográfico se convirtió en cambio de lugar teológico, eclesial y cultural. Y empezó a transitar por la teología indígena acompañando primero a don Samuel Ruiz, obispo de Chiapas (México), y después al obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini (hoy cardenal)"
"El libro me ha encantado. Su riqueza espiritual, sapiencial, testimonial y teológica es tanta que sería interminable describirla"
"El cambio de lugar socio-geográfico se convirtió en cambio de lugar teológico, eclesial y cultural. Y empezó a transitar por la teología indígena acompañando primero a don Samuel Ruiz, obispo de Chiapas (México), y después al obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini (hoy cardenal)"
"El libro me ha encantado. Su riqueza espiritual, sapiencial, testimonial y teológica es tanta que sería interminable describirla"
| Juan José Tamayo teólogo
He sentido no poder acompañar presencialmente a Fernando Bermúdez en la reciente presentación de su libro 'Diálogo entre religiones. Para un nuevo mundo' en Murcia, tierra de Fernando y para mí tan querida, pero no he querido faltar a tan importante fiesta sobre un libro cuya redacción he seguido paso a paso desde que puso su primera piedra literaria. Lo hago a través de este texto, que no quiere ser un spoiler, sino una guía de lectura.
Comienzo con algunos recuerdos de mi larga e intensa relación con mi amigo y colega Fernando. Nos conocimos a finales de la década de los 70, siendo yo profesor de teología y él estudiante, durante la transición política en plena efervescencia utópica que poco a poco fue diluyéndose en la medida en que la democracia por la que habíamos trabajado tanto los dos iba haciendo demasiadas concesiones al neoliberalismo y se convertía en una democracia sometida al asedio del mercado, como dijera Zigmunt Bauman.
Pero no caímos en el fatalismo histórico ni perdimos la esperanza de construir Otra España Posible, sino que seguimos con la antorcha de la utopía iluminando el camino hacia una sociedad más justa, eco-humana y fraterno-sororal. Los dos estábamos imbuidos ya entonces de los primeros pasos de la teología de la liberación que nos llevaba derechamente a la opción por los sectores en situación de vulnerabilidad y al compromiso sociopolítico con los pueblos oprimidos, más allá de nuestras fronteras, que se nos quedaban estrechas.
Fue aquel un encuentro fugaz, pero quedó la marca de la amistad y la sintonía en el proyecto de un cristianismo ubicado en los ámbitos de la marginación, y ello imprime carácter. Fernando cambió pronto de lugar sociogeográfico. Fue a América Latina como misionero, concretamente a Guatemala y Chiapas, pero no para convertir a los indígenas “infieles” a la fe católica, sino para acompañar a los pueblos originarios en la defensa de su territorio, de su cultura y de su cosmovisión “sumak kawsay (= “buen vivir”) y aprender de su sabiduría.
El cambio de lugar socio-geográfico se convirtió en cambio de lugar teológico, eclesial y cultural. Y empezó a transitar por la teología indígena acompañando primero a don Samuel Ruiz, obispo de Chiapas (México), y después al obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini (hoy cardenal), crítica de la teología moderna, que quizá fuera la que yo le explicara en mis clases de teología de joven profesor progresista. Fue allí donde Fernando descubrió y practicó el diálogo interreligioso, intercultural e interétnico, del que es ejemplo este magnífico y muy sugerente libro.
Unos años después yo haría el mismo recorrido por los lugares latinoamericanos en encuentros con las teólogas y los teólogos de la liberación, con las comunidades eclesiales de base, colectivos ecuménicos y movimientos sociales. Uno de los lugares donde participo desde hace dos décadas son los Foros Sociales Mundiales, dentro de los cuales hemos creado el Foro Mundial de Teología y Liberación, de cuyo Comité Internacional formó parte.
Ya en el nuevo siglo volvimos a encontrarnos esta vez en la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII, de cuya Junta Directiva Fernando es miembro y mantiene una participación muy activa en los Congresos de Teología (Este año celebraremos la 41 edición. Es sin duda uno de los Congresos más longevos, si no el más longevo, en su género en Europa y América Latina con una participación en sus inicios de más de 1500 personas y ahora en torno a 500. Cada año presenta la Agenda Latinoamericana (ahora, LATINOAMERICANA Mundial). Ha sido en la Asociación Juan XXIII donde hemos estrechado nuestras relaciones de amistad y hemos podido seguir realizando aquel proyecto seminal del cristianismo de liberación.
Coincidimos también en la participación en foros y encuentros de diálogo interreligioso e intercultural, donde Fernando incorpora la voz, el testimonio y las demandas de las comunidades originarias, de su espiritualidad ecológica, de su estilo de vida en armonía con la naturaleza, de su relación con los ancestros y de la conformación de una comunidad eco-humana y, en expresión de Raimon Panikkar, cosmo-teándrica. Esta es una de sus principales aportaciones a los encuentros interreligiosos, a los que añade el carácter inter-étnico, inter-sapiencial e inter-espiritual.
Su presencia en estos encuentros y la redacción de este libro no son algo forzado, sino espontáneas. A Fernando les salen de dentro, les son connaturales. Él es una persona de diálogo, pero no solo a nivel de ideas, que también, sino como talante, como estilo de vida, como actitud ante la realidad, como forma de relacionarse con las demás personas, como itinerario para la resolución de conflictos y como camino en la búsqueda de la V(v)erdad, con mayúscula y minúscula. Yo defino a Fernando como hombre-diálogo, persona-encuentro, hombre-inter y pluri (y no de anti). Creo que es la mejor ejemplificación de un breve poema o aforismo de Antonio Machado: “Tu verdad? No. La verdad. Y vamos a buscarla juntos. La tuya guádartela”.
En el diálogo interreligioso sigue la senda abierta por su paisano el murciano universal, el más grande sufí y maestro de sufíes Ibn Arabí (Murcia, 1165-Damasco, 1240), en un texto que Fernando encarna en su propia persona a la perfección y que cita en la página 139 del libro:
“Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo, si su religión no era como la mia. Ahora mi corazón se ha convertido en el receptaculo de todas las formas: es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y kaaba de peregrinos, Tablas de la Ley y Pliegos del Corán. Porque profeso la religión del Amor y voy donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe”
Me dio mucha alegría acompañar a Fernando en la presentación, en modo virtual, de este libro del que destaco la segunda parte del título: Para un mundo nuevo, y acompañar a quienes participaron en tal evento. El libro me ha encantado. Su riqueza espiritual, sapiencial, testimonial y teológica es tanta que sería interminable describirla. Solo voy a destacar dos ideas que comparto con Fernando
Una. El encuentro de religiones debe ir acompañado por el diálogo entre culturas y la lucha-alianza contra la pobreza y las desigualdades. El diálogo de culturas sin diálogo de religiones resulta ineficaz, ya que no pocas culturas tienen su matriz en las religiones. El diálogo entre religiones sin diálogo entre culturas es una operación endogámica. El diálogo entre religiones sin lucha por la justicia es vacío. El encuentro de religiones y el diálogo de culturas sin la alianza contra la pobreza se torna en estéril y no pasa de ser una entretenida charla de sobremesa, que puede desembocar en verborrea.
Dos. El diálogo tiene que ser: inclusivo de todas las culturas, civilizaciones, espiritualidades, religiones frente a la tendencia generalizada a excluir tradiciones religiosas, culturales y espirituales minoritarias y ancestrales por considerarlas atrasadas e irrelevantes; contrahegemónico, para ello hay que evitar la distinción entre grandes religiones y religiones minoritarias, que convierte a las grandes religiones en hegemónicas y a las minoritarias en subalternas, así como cuestionar la legitimación que las grandes religiones hacen de los poderes hegemónicos; transformador de estructuras opresoras y alienantes.
Termino expresando mi felicitación a Fernando por la publicación de este libro tan luminoso que nos sirve de guía en la oscuridad del presente, en medio de las guerras culturales, del avance de los fundamentalismos, de las guerras, declaradas o encubiertas, de religiones, de la alianza entre la extrema derecha política y los movimientos religiosos integristas, que generan odio en el seno de las religiones y en la sociedad hasta conformar una “internacional del odio” (mejor de odiadores y desemboca en prácticas violentas contras las personas. las culturas, las identidades afectyivo-sexuales y las identidades religiones diferentes.
Con mi felicitación quiero transmitirle mi agradecimiento por invitarme a escribir el prólogo y por tan generosa dedicatoria.
Solo me queda invitaros a su lectura. Estoy seguro de que no os defraudará.
Juan José Tamayo, palentino de nacimiento, murciano de corazón, persona interreligiosa e intercultural y ciudadano universal
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