"El encanto de la vida consagrada" Lutero y la vida consagrada
(Antonio Aradillas).- La vida monástica y la vida consagrada o religiosa -monjes, monjas, sacerdotes, frailes y clericalía en general- , fue y es cuestionada en la historia de la Iglesia, al igual que sus correspondientes votos de pobreza, castidad y obediencia, tal y como refiere José Cristo Rey García Paredes, el autor del libro "El encanto de la vida consagrada", añadiendo que hasta "algunos llegaron a dudar de su inspiración evangélica, de su razón de ser y de su estructuración, por lo que el mismo santo Tomás de Aquino hubo de defenderla, en el capítulo "De perfectione vitae spiritalis ", de su "Opúscula theológica".
Nadie más calificado que el autor del libro de referencia" para intentar poner las cosas en su sitio, histórico, teológico y actual, en su calidad de subdirector y catedrático del "Instituto de Vida Consagrada", a la vez que consultor de la "Congregación de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica". La cátedra-púlpito de la editorial San Pablo, en su colección "Emaús", le presta anchas y doctas posibilidades de convicción y de acceso a un buen número de lectores, dado que "miles y miles de personas ya desde los primeros siglos de la historia de la Iglesia hasta hoy, han vivido una aventura que en no pocos casos ha concluido en los territorios insospechados de la mística, religados a Dios de por vida, pasando su tiempo haciendo el bien a los necesitados y a los prójimos".
Aunque "no es oro todo lo que reluce", reconoce con humildad y sensatez el autor, "también se han registrado modos de vivir esta vocación en la historia de la Iglesia sin encanto alguno, por lo que pese a todo, "sí que es "oro" y "encantador" el fenómeno minoritario de la vida consagrada cuando se vive con vigilancia, equilibrio, serenidad , fe y lucidez, por lo que necesitamos hoy, de nuevo, en la segunda década del siglo XXI "dar razón de esta forma de vida cristiana".
Tal es la noble tarea adoctrinadora que el Padre José Cristo Rey, claretiano, se propone desarrollar en las 294 páginas de su libro, de cuyo índice destaco los apartados: obedecer es escuchar, juntos como hermanos o comunidad de iguales, el liderazgo entre hermanos y hermanas, dimensión ecológica o sentimiento de pertenencia cósmica, celibato profético, los dos amores:"eros" y "ágape", dimensión misionera del celibato por el Reino, el celibato como forma de opción por los más pobres y solitarios, dimensión ecológica del celibato o somos especie, somos naturaleza, pobreza evangélica, ¿hasta donde llegará el compartir con los necesitados?, hacia una concepción planetaria, cuerpos de resurrección y cuerpos célibes...
Se trata de un libro profundamente religioso que afronta y reflexiona sobre temas religados por vocación, aunque en ocasiones haya sido, y sea, por conveniencias espirituales o materiales, en sintonía rigurosa con los cánones y las apreciaciones de la devoción popular: "He aquí la hermosura siempre antigua y siempre nueva de la vida consagrada en esta época moderna y globalizada, Quien interprete con maestría su bella partitura, inspirada por el Espíritu, descubrió que hay mucha gracia en ella".
Con ocasión de las celebraciones eclesiales del Quinto Centenario de la Reforma Luterana, posiblemente algunos echarán de menos que tan solo en la página 6, y en una nota de la 7, aparezca el nombre de Lutero, "testigo del Evangelio", como se reconoce hoy por la Santa Sede, reseñando el autor que "Martín Lutero puso en cuestión la fundamentación bíblica de la vida religiosa, en su famosa obra sobre los votos monásticos, en la que intentó probar con argumentos de la Escritura y de la razón que esta forma de vida y sus votos -tal y como estaba estructurada en su tiempo-, no tenía ni razón de ser, ni base evangélica, que redactó en su estancia en Wartburg, firmada el 21 de noviembre de 1521, vida que había conocido desde dentro y por propia experiencia, pues durante había pertenecido a la Orden de los Ermitaños de san Agustín. En su obra reconoce que su decisión vocacional no procedía de Dios, sino de sus temores y miedos". El diagnóstico luterano de "Monachatus non est pietas" respondía a la situación bastante frecuente en aquellos tiempos, reclamando reformas urgentes y profundas.