Antonio Aradillas Papas en el Cielo
(Antonio Aradillas).- Del florilegio de acepciones de "cielo" recopiladas en el Diccionario de la RAE, relacionadas con el tema de mi reflexión, selecciono las de "esfera aparente azul y diáfana que rodea la Tierra","parte superior que cubre algunas casas", "morada en la que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios", "gloria o bienaventuranza" y "lugar extremadamente placentero".
De entre los dichos y frases hechas referidas por la sabiduría popular al "cielo", se registran las "de Madrid al cielo..." , "írsele a uno el santo al cielo", "ver los cielos abiertos", "estar en el séptimo cielo", "clamar al cielo", "poner el grito en el cielo", "tocar el cielo con las manos" y, para los añorantes de delicias gastronómicas, o golosos,"de postre, tocino de cielo"...
Aliento el felicísimo presentimiento de que también el emérito papa Benedicto XVI será canonizado, y tal vez hasta acelerando los "plazos canónicamente establecidos al efecto". Así aconteció con la mayoría de los papas desde Pío IX a Juan Pablo II, con lastimosas, inexplicables e inexplicadas excepciones de Juan Pablo I, que pasará a la historia como "El Breve- Brevísimo", al haber pastoreado la Iglesia 34 días, con sus respectivas noches.
Por humanos/as, y por cristianos/as, todos/as somos, o podemos ser, santos, con raras - rarísimas- excepciones. Lo de ser o no canonizados, es absolutamente accesorio. Aunque sea tan del agrado de algunos -personas o grupos- , no siempre ni son ni lo fueron de los mismos protagonistas. Estas y otras razones claman al cielo y demandan urgente y profunda reforma en los caros procedimientos que se siguen, con inclusión científica de los milagros "pueriles" que avalan los procesos al uso, con "abogados del diablo" incluidos.
Así las cosas, y de no cambiar estas radical y penitencialmente en la Sagrada Curia Romana y en sus sucursales diocesanas, asegurar que el papa Francisco será algún día "elevado al honor de los altares" desde el propio Vaticano, me parece inviable y ocioso, dado que, entre otras cosas, Francisco- Francisco no es otro que el santo de Asís.
Por tanto, mis reconocimientos más devotos para el emérito Benedicto XVI, ante cuyo gesto de dimisión pontificia, los historiadores de la Iglesia católica doblegarán sus rodillas con admiración y sentimientos de piedad y de religión, en unos tiempos no dados precisamente a impensables dimisiones vaticanas.
Pero la verdad, y los subsiguientes supuestos de grados de humildad para ser declarado santos y ocupar el correspondiente lugar en retablos y altares, les ha de obligar a los escultores y artistas a estrujar -"apretar una cosa para extraerle el zumo"- su imaginación, para captar sus rasgos y gestos representativos de quienes fueron "elevados al cielo"...¿Cómo representar iconográficamente al papa emérito, como modelo y ejemplo de la Iglesia de hoy y más de mañana?
¿Firmando su dimisión? ¿Cómo teólogo pre o conciliar, o como post conciliar, presidiendo el organismo inquisitorial de la Santa Sede, con términos menos onerosos, pero idénticamente condenatorios y excomulgadores, hasta conminar "en el nombre de Dios" a los "herejes" y asimilados, con las calderas de Pedro Botero, después de haberles obligado a abandonar sus cátedras, aunque estas fueran de matemáticas? ¿Quién, o quienes, firmaron tales edictos o "recomendaciones" a los Superiores Generales de Órdenes religiosas, exponiendo a los profesores de sus colegios al ludibrio público, a "apuntarse al paro" o a tener que vivir de la caridad?
¿Cómo y de qué recursos habrán de valerse los artistas para dejar constancia
de que cuanto se relaciona con la pederastia y otros ignominiosos "testimonios de Iglesia", no podrían serles ajenos al papa, hasta ser estos - y otros- los que les movieron a tomar la santa decisión de abandonar la Sede de Pedro?. ¿Olvidarán los artistas el "detalle" de las sandalias -cáligas o escarpines- con firma "armaniana", por considerar el hecho como "pecata minuta"?
¿Les pasará desapercibido el dato de haber accedido a aceptar viajes como el de Valencia y otros "pontificales" por todo el orbe católico, también como Jefe de Estado, sin haberse informado antes, a costa de quién, o quienes, y por qué y para qué, eran sufragados los gastos, sabiendo positivamente que la prensa habría de encargarse, con documentos, de divulgar noticias de tanto relieve?
Los papas, al igual que el resto del pueblo de Dios, no han de vivir, de por sí, en el cielo. Ni "en el mejor de los mundos". Vivirán -viviremos- en la tierra, con todas sus ventajas y sus desventajas. "Encielarse" antes de tiempo, es inhumano y anticristiano. Lo de "Pastor Angélicus" aplicado a algún papa, es engañoso. Es leyenda, por entrañable y devota que sea. Más que las virtudes, son los defectos y los propios pecados lo que hace santos a los verdaderos santos.
A pocos -muy pocos- a estas alturas, les escandalizará la idea de que "desde Galileo hasta ahora, el Santo Oficio ha dado más escándalos que todos los teólogos progresistas de hoy día, juntos. La Iglesia no está solo en Roma. Sino esparcida por el mundo. El centralismo y el "jurisdicionalismo" romanos, le causaron y le causan a la Iglesia, rimeros de males"
¿Y por qué Benedicto -"bene dícere"-, más que "Bonifacio", es decir, "bene- facere", en unos tiempos en los que los hechos son de verdad la palabra, cuando esta es "Palabra de Dios, sin el atuendo y el paramento de los números cardinales de procedencia imperial?