"Estoy en duelo", en PPC En duelo y "un cura de plástico"
(Antonio Aradillas).- José Carlos Bermejo, director del Centro de Humanización de la Salud -"Religiosos Camilos"- de Tres Cantos -Madrid- , es especialista en esta difícil, compleja y contradictoria asignatura, humana y divina a la vez, de la pastoral. Su libro, editado por PPC, con el título Estoy en duelo, ("con once ediciones y más de 25,000 ejemplares vendidos"), responde a la perentoria necesidad que, cristianos o no, padecemos, a consecuencia de la escasa, o nula, formación-información "sobre el duelo, pensando en la persona que vive la pérdida de alguien a quien amaba, y que falleció recientemente".
El tema es, y seguirá siendo, de actualidad sempiterna. Y es que todos estamos, o estaremos, algún día en duelo. Son muchos los seres queridos - familiares o amigos-, con quienes compartimos la vida, con sus alegrías, trabajos, tristezas y satisfacciones, a los que les llegó la misteriosa, pero irrefutable y fatal hora, de convertirse en recuerdo.
Cuanto se relaciona con la muerte es algo sorprendentemente tabú en la educación actual, vedado para niños, jóvenes y mayores, aunque el DNI respectivo, "por ley natural", dejare de ser ya anuncio de primaveras felices. A la misma concepción de la muerte-resurrección dogmática en la religión cristiana, se le emborronan parte de sus esperanzas y vivencias con Cristo, y las plañideras se siguen haciendo de alguna manera presentes, con la triste negritud de los ornamentos litúrgicos, el afligido redoble de las campanas y los obituarios.
La muerte precisa de un replanteamiento mucho más cristiano y en sintonía con el evangelio y el testimonio y doctrina de Cristo Jesús. Son muchos -demasiados- los cristianos que se mueren y son "enduelados" exactamente lo mismo como lo son los paganos.
Dedicado "a ti, que lloras porque amabas", el autor, religioso camilo, redacta las 178 páginas de su libro, sistematizado en 7 capítulos de fácil y estremecedora lectura, de los que entresaco estos apartados: "He perdido a un ser querido y me duele", "Frases que no me consuelan", "Me hago preguntas como la de ¿vale la pena seguir invirtiendo en afectos?", "Aprenda a vivir sin el ser querido", "El valor terapéutico de los ritos y de la fe", "La expresión del duelo puede enseñar a morir y a acompañar", "Recordar sanamente", "¿Qué les digo a los niños: y "Pistas de prudencia para hablarles de la muerte, que de manera misteriosa también ellos viven".
¿Es posible pensar que la muerte de un ser querido, además de desgarro, nos pueda enseñar a vivir y a humanizarnos? ¿De qué y de cuántos mensajes, humanos y cristianos, son portadores los versos de Pablo Neruda, que se inician "Amor mío, si muero y tú no mueres,/ no demos al dolor más territorio:/ si mueres y no muero,/ no hay extensión como la que vivimos"?.
Contra, o exentas de toda razón, son las frases de rigor que se suelen reservar para las ocasiones del duelo "oficial", tales como "Es mejor así". "Es el destino". "Es la voluntad de Dios". "Es ley de vida". "Dios se lo ha llevado y nos pone a prueba", "Hay que ser fuertes". "El tiempo todo lo cura".... Reconfortan, no obstante, las lágrimas, los besos y abrazos, el silencio, la "escucha que sana" y el valor -los valores- del recuerdo...
De entre los duelos de tipo "oficial" que se registran y que son de por sí rechazables, el autor del libro alude de alguna manera a las tertulias político-deportivas que en los mismos se registran, desfiles de "personalidades", con fotógrafos y declaraciones, "platós" y escenografías y, a veces, inicios de pleitos y de sucesiones familiares. Resalto con explícita y plañidera referencia del religioso camilo "algo que me ha enfurecido en todo esto, que ha sido el cura que ha acompañado los ritos del entierro, que parecía de plástico, y que no se ha conmovido lo más mínimo ante el dolor de esta gente, oyéndole decir en algún momento que tus caminos, Señor, son inescrutables, y..., sin interesarse lo más mínimo por esta familia que además es gente de fe, sin contribuir a convertir el rito y la ceremonia en una experiencia de vida, de amor y de solidaridad", lejos de la gracia de la serenidad que, como todas las gracias, pero esta, un poco más, procede de Dios...
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