Eucaristía: consagración-comunión
Desde tiempo inmemorial después de la Consagración se introdujeron oraciones y ritos que rompen la unidad consagrar el pan y comerlo, consagrar el vino y beberlo. Pudiera verse en ello como espacio de preparación personal para comulgar “dignamente”.
La Eucaristía es “cumbre y fuente” de la vida cristiana (Vat II LG…).
El contenido de la eucaristía es la vida personal de Jesucristo y la de todos y cada uno de nosotros. Todas las vidas son GRACIA.
Sin Jesucristo no habría eucaristía. Sin nosotros tampoco.
Resume la misión de Jesucristo: borrar pecados y algo más decisivo, “que tengamos vida, vida abundante”.
Nuestra calidad de vida, la Gratuidad. Nuestro modo de convivir, la Comunión
Gratuidad y Comunión son camino y meta. La plenitud está al final. La calidad tiene que construirla cada día el caminante.
En la Eucaristía Jesús hace comunión con nosotros. Nos da perspectiva y fuerzas para situarnos en ese nivel y nos traslada su misión para extender esta calidad de vida a toda la Humanidad persona a persona.
La Eucaristía tiene un ritmo o proceso pedagógico-místico. Intenta que toda nuestra personalidad se implique progresivamente en el proyecto de vida que practicó Jesucristo hasta llegar a comunión y provoque “acción de gracias.
Dar realismo a este proceso es fácil, con tal que nos situemos en celebración normal de la vida misma, superando “devociones” y cumplidos. Jesús puso la piedra angular: Consagración-Comunión. Esto nos lo han trasmitido literalmente los evangelios.
Las comunidades cristianas desde el principio han ido agregando gestos, plegarias, cantos, oraciones y ritmos… Han sido fieles a la misión recibida y a la realidad vital y pedagógica de cada momento personal y social.