Todo laico tiene un puesto y una responsabilidad en la evangelización Cardenal Cobo: “El rostro de la Iglesia no sólo está en los curas”
"La Iglesia de Madrid es una oportunidad, me la imagino en un paso donde se potencie la pluralidad que hay en una Iglesia que es muy viva, pero que podamos dar pasos de identidad mayor, que entre todos podamos construir, empujar un poquito más la Iglesia hacia una identidad más común"
"Provocar que cada uno vaya diciendo como entrar el encuentro de los otros, como entrar y como dar pasos para hacer proyectos diocesanos, para hacer proyectos de zona, ir trabajando como cada uno puede aportar algo más global"
"Más que oposición al Sínodo, que puede haber en algún sector, lo que veo es el miedo a crear algo nuevo y a afrontar los retos"
"La misión del obispo es provocar equipos, provocar plataformas, para que se escuchen y vayan respondiendo a los retos, pero los retos no los puedo dar yo"
"La gran urgencia es aceptar que hemos perdido el monopolio del sentido de la sociedad, que no somos los únicos que damos todo el sentido y todas las respuestas"
"Más que oposición al Sínodo, que puede haber en algún sector, lo que veo es el miedo a crear algo nuevo y a afrontar los retos"
"La misión del obispo es provocar equipos, provocar plataformas, para que se escuchen y vayan respondiendo a los retos, pero los retos no los puedo dar yo"
"La gran urgencia es aceptar que hemos perdido el monopolio del sentido de la sociedad, que no somos los únicos que damos todo el sentido y todas las respuestas"
"La gran urgencia es aceptar que hemos perdido el monopolio del sentido de la sociedad, que no somos los únicos que damos todo el sentido y todas las respuestas"
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
Sobrecogido ante lo que ha supuesto recibir el capelo cardenalicio, Mons. José Cobo Cano, arzobispo de Madrid, analiza sus nuevas responsabilidades, y lo hace queriendo aprender y “cambiando miradas para ir viendo la Iglesia desde distintos puntos de vista”.
Eso en una Iglesia de Madrid que es una oportunidad, una Iglesia muy viva, que dé respuestas comunes, que tenga sed de sinodalidad, que provoque encuentro con los otros, y se pueda ir trabajando cómo cada uno puede aportar algo más global. Eso a pesar del miedo a lo nuevo y a salir de la seguridad del grupo, siendo un obispo que provoca preguntas y abraza las respuestas que plantean otros.
El cardenal Cobo afirma que “el rostro de la Iglesia no sólo está en los curas”, apostando por una Iglesia con un rostro nuevo, en el que “todo laico tiene un puesto y una responsabilidad en la evangelización”, algo que lleva a “provocar que los laicos vayan asumiendo su vocación bautismal y que la transmisión de la fe se haga desde esa clave”, repensando “las relaciones entre laico y presbítero”.
Como grandes urgencias pone el “aceptar que hemos perdido el monopolio del sentido de la sociedad, que no somos los únicos que damos todo el sentido y todas las respuestas”, y el ser presencias comunitarias, lugares acogida, “donde cualquiera que busca a Dios pueda encontrarlo, y cualquiera que tenga necesidad de ternura o de misericordia que lo vaya encontrando en las parroquias de Madrid”.
Recientemente el Papa Francisco le ha encomendado ser arzobispo de Madrid y cardenal de la Iglesia, ¿cómo está viviendo todo eso?
Con un poco de sobrecogimiento, por un lado, intentando dosificarme e ir conociendo el contenido de la encomienda. Entrar en la archidiócesis de Madrid como arzobispo, preparando el desarrollo de nuevos proyectos, ya es un reto, pero eso conlleva también el asumir responsabilidades en la Conferencia Episcopal, que ya supone una mirada más global, y luego de repente el ser cardenal y el dicasterio de los obispos supone mirar un poquito más alto, empezar a ver las cosas ya en clave universal. Ahora es momento de aprendizaje, de hacer agendas, de ir cambiando miradas para ir viendo la Iglesia desde distintos puntos de vista.
Habla de nuevos proyectos y acaba de publicar su primera carta pastoral, ¿cómo se imagina la Iglesia de Madrid?
La Iglesia de Madrid es una oportunidad, me la imagino en un paso donde se potencie la pluralidad que hay en una Iglesia que es muy viva, pero que podamos dar pasos de identidad mayor, que entre todos podamos construir, empujar un poquito más la Iglesia hacia una identidad más común. Ahora mismo, la sociedad de Madrid va pidiendo un rostro de Iglesia y unas respuestas comunes de la Iglesia, no parciales de cada uno, sino un rostro común. Podemos dar más pasos para responder de forma unificada a muchos retos que tiene Madrid ahora mismo.
Habla de pluralidad, de caminar juntos, a las puertas de la Asamblea Sinodal, ¿cómo vivir esa sinodalidad?
Primero creando necesidad de sinodalidad, no por decreto, sino ir trabajando la sed de sinodalidad, crear las condiciones y las actitudes necesarias, el trabajarlo desde ahí y el prepararlo. Después invitar a la gente a que desde los distintos grupos den pasos para encontrarse con los otros. Cada uno ya tiene la identidad de su grupo muy bien hecha y la hemos trabajado muy bien a lo largo de estos años y se ha identificado desde las distintas parroquias, movimientos, congregaciones religiosas, pero ahora provocar que cada uno vaya diciendo como entrar el encuentro de los otros, como entrar y como dar pasos para hacer proyectos diocesanos, para hacer proyectos de zona, ir trabajando como cada uno puede aportar algo más global.
Dice que no puede haber sinodalidad por decreto, ¿hay miedo a la sinodalidad en la Iglesia?
Hay dos miedos, el miedo primero es a todo lo nuevo, las cebollas de Egipto siempre son una tentación, quedarse en lo que fuimos, lo que hicimos, eso es un miedo. Cualquiera que plantee un futuro distinto, que es la realidad, eso da miedo. Cuando dice qué va a pasar cuando haya menos curas, qué va a pasar cuando haya menos parroquias, da miedo porque se mira al pasado y se ve que hay una ruptura.
El segundo miedo es a salir de la seguridad del grupo, cada uno está muy seguro en su grupo, en su movimiento, en su parroquia, en su zona de confort. Saber que la sinodalidad abre a una sorpresa y a los nuevo, eso da un poquito de vértigo. Más que oposición al Sínodo, que puede haber en algún sector, lo que veo es el miedo a crear algo nuevo y a afrontar los retos. La técnica del avestruz, de meter la cabeza bajo tierra ante los problemas, eso es muy humano, y ese es el miedo principal, afrontar la realidad como viene.
Sabiendo que el futuro no nos pertenece, usted habla de un proyecto, que desde la lógica humana nos lleva a pensar en unos 20 años como arzobispo de Madrid. ¿Cómo programar un caminar archidiocesano a ese largo plazo?
Yo no tengo que programarlo, soy el que acompaña la programación. No tengo las respuestas, la función del obispo no es dar respuestas, sino provocar preguntas y abrazar las respuestas que plantean otros. No tengo la solución de la diócesis de Madrid a 20 años, la solución la tiene el pueblo de Dios. El tema es acompañar al pueblo de Dios para que pueda hablar y para que dé las soluciones, ese es el planteamiento sinodal.
La misión del obispo es provocar equipos, provocar plataformas, para que se escuchen y vayan respondiendo a los retos, pero los retos no los puedo dar yo. Yo posibilito que hable el Espíritu y que la gente pueda hablar y pueda dar soluciones. Al final, con todo lo que haga acompañaré para que se dé una dirección, pero la solución no está en mí.
Ese caminar del pueblo de Dios nos remite a la eclesiología del Concilio Vaticano II, que nos lleva a entender que en la Iglesia todos deberían tener voz y vez, algo que el Papa Francisco está queriendo impulsar. ¿Cómo concretarlo en la arquidiócesis de Madrid, cómo hacer realidad una Iglesia menos clerical y más eclesial?
Hay un planteamiento que es muy nuevo y que es un reto de los nuevos tiempos, el rostro de la Iglesia no sólo está en los curas, el rostro de una parroquia, el rostro de una diócesis no puede estar sólo en los clérigos. La Iglesia tiene un rostro mucho más grande, mucho más plural y mucho más laical también. Ese es un reto que tenemos, como dar un rostro nuevo a la Iglesia y como ir buscando la convicción de que todo laico tiene un puesto y una responsabilidad en la evangelización. No es que nosotros le dejemos un puesto, es que lo tiene, lo tiene desde su Bautismo y desde la vocación laical que tiene.
El despertar un poco, el posibilitar esto, tiene que ser, por un lado, en una fórmula espiritual, es decir, el provocar que los laicos vayan asumiendo su vocación bautismal y que la transmisión de la fe se haga desde esa clave, y por otro lado ir insistiendo en procesos de formación, que a lo mejor son minoritarios, pero procesos de formación donde el laico vaya asumiendo su voz y vaya asumiendo también su responsabilidad y su vocación.
Luego el repensar, que ese es un reto también que tenemos, las relaciones entre laico y presbítero, en una sociedad y en una Iglesia que esta cambiando. No hay tantos presbíteros y la responsabilidad tiene que ser compartida entre el presbítero y los laicos.
En esa responsabilidad de los laicos, en una Iglesia donde la mayoría son mujeres, ¿cómo potenciar esa responsabilidad, ese participar en la toma de decisiones por parte de las mujeres en la Iglesia de Madrid?
Eso no va a venir por cuotas, sino que va a venir en cuanto abramos y despertemos un poco la vocación laical, y eso está pasando en las parroquias o las delegadas que tenemos en la diócesis de Madrid asumiendo responsabilidades. Son mujeres que están en la Iglesia y están capacitadas. En la sociedad, cultural y generacionalmente cuesta más, porque es un cambio muy brusco en los últimos años y hay que acompañar ese cambio para que no haya discriminaciones, para que no vuelvan miradas antiguas que las sitúan en otro plano.
Afirmando la igualdad fundamental y afirmando la posibilidad que tenemos, van teniendo su sitio. La intención que tenemos es acompañar el proceso para que la mujer tenga el puesto que merece dentro de la Iglesia y vayan ocupando responsabilidades como ya lo vienen haciendo. En cuanto hay que buscar candidatos para una delegación, la mayoría son candidatas, es la realidad que va habiendo. Cuando estamos en las parroquias, las parroquias tienen muchas veces rostro de mujer. Es un reconocimiento de la realidad que tenemos, de lo que el Señor nos va dando.
¿Cuáles serían las grandes urgencias de la Iglesia de Madrid y de España?
La gran urgencia es aceptar que hemos perdido el monopolio del sentido de la sociedad, que no somos los únicos que damos todo el sentido y todas las respuestas. Aceptando eso, aprender a dialogar con la sociedad de una forma distinta, y aprender a ser en medio de la sociedad una oferta amable de Dios, aprender a hablar de Dios y hacer una oferta de Dios en medio de nuestro mundo, a través de nuestra palabra, a través de la misericordia y del estar con los más pobres y estar con los que más necesiten.
Y a través de estar con aquellos que están buscando un sentido y no lo encuentran. Que podamos decirles que merece la pena ser creyentes porque desde la experiencia de fe uno encuentra sentido a la vida. Esto es el gran reto a largo plazo, como de sentido.
Hay otro reto que es que la presencia que tenemos, muy capilar, cada barrio tiene una parroquia, no hay zona de Madrid que no tenga una presencia cristiana. Ahí es bueno el valorar esas presencias y que sean presencias comunitarias, esas comunidades hay que reforzarlas. Que sean lugares acogida y que sean lugares donde cualquiera que busca a Dios pueda encontrarlo, y cualquiera que tenga necesidad de ternura o de misericordia que lo vaya encontrando en las parroquias de Madrid. Dar vida a lo que hay y reforzar todo lo que funciona es uno de los grandes retos que tenemos.