V Congreso Misionero Nacional en Brasil Esmeraldo Barreto: "La misión es el paradigma, no un apéndice o una tarea en determinados momentos y lugares"
"Hemos aprendido que el dinamismo misionero está en la naturaleza de la Iglesia y que estamos llamados a asumirlo como discípulos misioneros de Jesucristo"
"La misión debe ser asumida por todos los bautizados, la sinodalidad debe ser entendida y vivida en la misión"
En esta misión sinodal, los laicos no son trabajadores en la misión, sino protagonistas en los procesos de toma de decisiones
"Somos enviados a amar a los que no se sienten amados, a incluir a los que no están incluidos y a llorar con los que necesitan llorar"
En esta misión sinodal, los laicos no son trabajadores en la misión, sino protagonistas en los procesos de toma de decisiones
"Somos enviados a amar a los que no se sienten amados, a incluir a los que no están incluidos y a llorar con los que necesitan llorar"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
El V Congreso Misionero Nacional en Brasil, que tiene lugar en Manaos de 10 a 15 de noviembre, está reflexionando sobre cómo concretar la Misión ad Gentes en las Iglesias locales, una reflexión que parte del hecho de que toda Iglesia local es responsable de la misión hasta los confines de la tierra, como señaló Mons. Esmeraldo Barreto de Farias, obispo de Araçuaí.
Retomando las intuiciones del Concilio Vaticano II
Un Congreso que permite en su temática retomar las grandes intuiciones del Concilio Vaticano II, su impulso misionero, y de los documentos del Magisterio Latinoamericano, especialmente el Documento de Aparecida, "hemos aprendido que el dinamismo misionero está en la naturaleza de la Iglesia y que estamos llamados a asumirlo como discípulos misioneros de Jesucristo".
En su reflexión sobre la responsabilidad de la Iglesia local en la misión hasta los confines de la tierra, el obispo de Araçuaí destacó el carácter trinitario y existencial de la misión, la responsabilidad de la Iglesia local como protagonista de la misión, signo de comunión con la Iglesia universal: "Jesucristo asume la naturaleza humana para vincular a todos a su misión". Una misión en las periferias, "para la vida misionera en el seguimiento de Jesucristo y en la contemplación de la acción del Espíritu Santo, es esencial ir las personas que viven en las periferias sociales, geográficas, existenciales y eclesiales y, al mismo tiempo, estar con ellas en las periferias".
Una visión ampliada de la misión
Es necesario pasar de una visión restrictiva a una visión más amplia de la misión, algo que surge del Vaticano II y de su forma de asumir la historia, subrayando la centralidad de la Palabra de Dios, la acción del Espíritu Santo, la renovación de la Liturgia, la conciencia de que la Iglesia es Pueblo de Dios, la necesidad de compartir los gozos y las esperanzas de toda la humanidad y especialmente de los pobres, de las periferias. "La misión es el paradigma, el eje que sostiene y alimenta a toda la Iglesia, a todo el género humano, y no un apéndice o una tarea que se cumple en determinados momentos y lugares", subrayó el obispo.
Después del Vaticano II, "la evangelización es y debe ser siempre misionera. La Iglesia no vive para sí misma. Asume un movimiento de salida de sí misma". En palabras del obispo, "el Vaticano II nos lleva a reflexionar sobre el dinamismo misionero de la Iglesia local, su responsabilidad y disponibilidad para la misión sin fronteras", recordando que "el Vaticano II considera que la Iglesia universal es una comunión de Iglesias locales", e insistiendo en que "cuando hablamos de Iglesia universal, no estamos hablando de una suma de Iglesias locales que puedan ser consideradas meras oficinas administrativas de una 'sede principal'. La Iglesia local sólo es Iglesia cuando está en comunión con las demás Iglesias".
Llamada a la Sinodalidad misionera
La Iglesia local recibe una llamada a la sinodalidad misionera, porque "no hay duda de que el camino de la sinodalidad es lo que Dios espera de la Iglesia de nuestro siglo. Es un camino que sigue las huellas del aggiornamento de la Iglesia propuesto por el Vaticano II" y del actual proceso sinodal. Algo que llama a la Iglesia a acompañar a las víctimas de la injusticia social y eclesial, a promover y defender la dignidad de la vida, a escuchar los gritos de los pobres, excluidos y descartados, a priorizar una ecología integral, a acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas.
Ser Iglesia misionera requiere "entender bien en qué consiste esta transformación misionera de la Iglesia". El obispo insistió en que "los cristianos laicos, en este proceso de renovación conciliar, son sujetos y no objetos de evangelización", lo que exige sentirse "corresponsables del modo de ser y actuar de la Iglesia, y no colaboradores del clero", algo que exige "avanzar en un cambio de mentalidad que saque a la Iglesia de su estructura piramidal y la sitúe en una estructura en la que las relaciones humanas no estén determinadas por la verticalización jerárquica", una Iglesia ministerial.
Una Iglesia en salida que "no significa salir sin rumbo ni preparación, sino salir hacia la humanidad sufriente para vivir la fraternidad, curar sus heridas, socorrer sus necesidades, participar en sus luchas por los derechos", dijo Mons. Esmeraldo. "La misión debe ser asumida por todos los bautizados, la sinodalidad debe ser entendida y vivida en la misión y en función de la misión en términos personales, en pequeñas comunidades y en la participación de la Iglesia local en la vida de la Iglesia universal", concluyó.
Testimonios misioneros
La misión ad gentes se concreta en la vida, en quienes son enviados por la Iglesia para anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En la Iglesia de Brasil hay testimonios de esta concreción de la misión, como mostraron los testimonio de Victoria Holzbach, coordinadora del Consejo Misionero Regional Sur 3 y la hermana Eliane Santana, religiosa de la Congregación de San José de Chambery y asesora de la Comisión Misionera de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil.
"La Iglesia local es responsable de cada comunidad enviada", destacó la religiosa. Esta Iglesia local tiene que sentirse parte de esa misión, tener empatía, porque "la misión es fuerte si está dentro de una propuesta eclesial", recordando que ella fue enviada por la CNBB y la CRB para la misión en Timor Oriental y después fue misionera en Mozambique.
Una responsabilidad de la Iglesia local que, según Victória Holzbach, necesita madurar para entender esta responsabilidad, "una Iglesia que envía, pero que también necesita acoger", hablando del misionero que vuelve de la misión con una bolsa llena de los frutos que ha recogido en el camino y lleva algo nuevo a su tierra. Una Iglesia que envía a la misión lo mejor que tiene, que incluso en su pobreza no comparte la ropa rota y manchada, sino la ropa para ir a misa el domingo, subrayó la misionera laica.
Protagonismo femenino en la misión
Victoria, que fue misionera en Mozambique como parte del proyecto misionero del Regional Sur 3, que ha enviado 70 misioneros y misioneras en 29 años, compartió su experiencia de una misión sinodal, que incluye laicos, laicas, religiosos, religiosas y sacerdotes. El hecho de que vivan en una sola casa, como equipo misionero, "es un signo profético de una Iglesia efectivamente preparada para la misión, en la que unen sus fuerzas", subrayó. En esta misión sinodal, los laicos no son trabajadores en la misión, sino protagonistas en los procesos de toma de decisiones, en pie de igualdad, destacando la importancia de las laicas en este tiempo de misión del Regional Sur 3. Una perspectiva sinodal en la misión que incomoda, "el protagonismo laico es incómodo, especialmente si es femenino", enfatizó.
Eliane Santana, que insistió en que la presencia misionera no es sólo para los cristianos católicos, sino para todos, algo que experimentó durante la misión en Mozambique, insistiendo en que es mucho mejor compartir que hacer pequeños guetos. Una misión en la que "somos enviados a amar a los que no se sienten amados, a incluir a los que no están incluidos y a llorar con los que necesitan llorar", según la asesora de la Comisión Misionera de la CNBB. Lo que la gente recuerda "es ese momento en el que llorábamos juntos, o en el que simplemente nos sentábamos, nos abrazábamos y acogíamos el sufrimiento", de vivir momentos en los que "la presencia hace que la gente se sienta importante, se sienta persona", porque "ser Iglesia es acoger", señaló.
Partiendo de la idea de que Dios es estar en relación, Holzbach lo ve como algo que tiene que llevar a entender que "no hay una misión sólo para mí", lo que requiere "situarse como caminante o aprendiz", que renuncia a sus conocimientos para entender que "es la gente la que nos enseña". Esto se aprende sentándose con la gente, olvidándose del reloj, porque "no es el tiempo el que regula la misión". Una misión que tiene más de ser que de hacer, de "estar con la gente y entender su día a día".
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