Francisco llegó al Aula Sinodal una vez iniciada la oración, y espero a la puerta a que acabase En la Iglesia sinodal, hasta el Papa aguarda para ocupar su lugar
El Papa Francisco, en un gesto inusual en la Iglesia, llegó y se quedó esperando en la puerta varios minutos a que la oración acabase para ir al lugar que ocupa en una de las mesas redondas
“Qué gesto tan bonito. Los curas hubiésemos entrado tarde y encima haciéndonos notar”
Vivir en cristiano es hacerlo aprendiendo a ser el último, no empeñarse en ser protagonistas
El problema es si eso hará que cambiemos, que nos convirtamos a la Iglesia sinodal o continuaremos anclados en reclamar privilegios, en una lucha por ser los primeros que nos aleja, cada día más de aquel en quien los cristianos decimos creer
Vivir en cristiano es hacerlo aprendiendo a ser el último, no empeñarse en ser protagonistas
El problema es si eso hará que cambiemos, que nos convirtamos a la Iglesia sinodal o continuaremos anclados en reclamar privilegios, en una lucha por ser los primeros que nos aleja, cada día más de aquel en quien los cristianos decimos creer
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
La Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se realiza en el Aula Pablo VI del Vaticano de 2 a 27 de octubre de 2024, ha iniciado este lunes su tercera semana de trabajo. Hoy concluyen los trabajos sobre el Módulo de los Itinerarios, con lo que a partir del martes se inicia el último módulo, el de los lugares.
Esperó en la puerta el final de la oración
En el Aula Pablo VI uno observa situaciones que nos llevan a reflexionar sobre lo que significa una Iglesia sinodal. En cuanto la asamblea estaba rezando, estaban justo en la lectura del Evangelio, algo habitual, pues es la forma de iniciar los trabajos todas las mañanas y todas las tardes, el Papa Francisco, en un gesto inusual en la Iglesia, llegó y se quedó aguardando en la puerta varios minutos a que la oración acabase para ir al lugar que ocupa en una de las mesas redondas. Quien le conducía hizo la tentativa de llevarle a su lugar, pero él mandó esperar.
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De hecho, al poner la foto en un grupo de curas y explicar lo que había pasado, alguien espontáneamente escribió: “Qué gesto tan bonito. Los curas hubiésemos entrado tarde y encima haciéndonos notar”, a lo que otro respondió, “tienes más razón que un santo”. Si Francisco hubiese hecho eso, a casi todo mundo le hubiese parecido normal. Al final, en la mente de la mayoría, es “el jefe”, y podría hacerlo sin tener que dar explicaciones.
Francisco es alguien que dice lo que vive, y cuando a los nuevos cardenales les llama a opacar la eminencia con el servicio, es porque para él ser el Santo Padre no es lo decisivo en su vida, y sí el hecho de ser un bautizado, a quien la Iglesia le confió una autoridad, que se afianza cuando se asume la kénosis de la que San Pablo nos habla en Filipenses: “Jesucristo se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”.
Un Papa de gestos
El actual pontífice es alguien de gestos, que grita con sus actitudes, y eso es lo que nos lleva a cuestionarnos, a entender que vivir en cristiano es hacerlo aprendiendo a ser el último, no empeñarse en ser protagonistas. Cuando asumimos esas dinámicas vamos consiguiendo que en nuestro testimonio los otros puedan reconocer la presencia de Dios. Para el común de los mortales, lo que quedan son las actitudes, lo que hace ese gesto produzca mucho mayor y mejor impacto que un largo discurso sobre lo que es una Iglesia en la que todos somos iguales.
Ser Iglesia sinodal es aprender a asumir esos gestos como normales, entender que todos somos importantes, pero nadie es más que nadie. En Francisco eso es algo introyectado desde que se mezclaba con la gente en los autobuses, en el metro de Buenos Aires, desde que llegaba a las villas miseria con su maletín en la mano. Una vez más, el Papa nos sorprende y nos cuestiona. El problema es si eso hará que cambiemos, que nos convirtamos a la Iglesia sinodal o continuaremos anclados en reclamar privilegios, en una lucha por ser los primeros que nos aleja, cada día más de aquel en quien los cristianos decimos creer.