Las pandemias afectan en mayor medida a los más pobres El grito de los pobres y de la Tierra, un clamor que resuena fuerte en la Amazonía
La Jornada Mundial de los Pobres cobra especial relevancia en un momento que “ha puesto en crisis muchas certezas”, en la que “redescubrimos la importancia de la sencillez y de mantener la mirada fija en lo esencial”
“¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento?”, una pregunta que perfectamente podemos aplicar a los pueblos amazónicos, sobre todo a los pueblos originarios y comunidades tradicionales, secularmente colocados al margen de la sociedad
Para el Papa Francisco escuchar y hacer frente a estos gritos, son dos de sus mayores preocupaciones, que él desearía que provocasen en la humanidad, especialmente en los cristianos, una llamada a la conversión
Para el Papa Francisco escuchar y hacer frente a estos gritos, son dos de sus mayores preocupaciones, que él desearía que provocasen en la humanidad, especialmente en los cristianos, una llamada a la conversión
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
Escuchar el grito de la Tierra y el grito de los pobres es un desafío cada vez más urgente, entendiendo que son dos caras de una misma moneda. Podríamos decir que para el Papa Francisco escuchar y hacer frente a estos gritos, son dos de sus mayores preocupaciones, que él desearía que provocasen en la humanidad, especialmente en los cristianos, una llamada a la conversión.
En este tiempo de pandemia, en que cada vez son más los que afirman que el Covid-19 es consecuencia de la falta de cuidado con nuestra Madre Tierra, se ha puesto de manifiesto una vez más la relación entre esos clamores, pues quienes están sufriendo las consecuencias más graves, no sólo en el campo sanitario, también en el social y el económico, son los más pobres.
Los datos económicos nos dicen que en los últimos meses los más ricos a nivel mundial han engordado suculentamente su cuenta bancaria, en cuanto en 2020 el número de personas en riesgo de pasar hambre ha aumentado en 130 millones. Junto con eso, la falta de un sistema sanitario público y de calidad ha hecho con que las muertes por el Covid-19 se disparen, también algunos de los llamados países desarrollados, aunque es verdad que a eso se ha unido la negligencia de algunos gobernantes, empeñados en hacer lo contrario de lo que deberían.
Celebrar la Jornada Mundial de los Pobres, una fecha importante en el calendario vaticano que ha ido diseñando el Papa Francisco, debe llevarnos a una reflexión, cada uno desde la realidad en la que vive. En la Amazonía, donde uno pasa su día a día, podemos ver esa interrelación entre esos dos gritos es meridianamente clara. En una región cada vez más depredada, algo que inclusive ha aumentado en los últimos meses, pues los destructores de la Amazonía no han guardado cuarentena, vemos como los efectos del Covid-19 han sido arrasadores.
Estamos hablando de una región que se acerca a los 1,5 millones de casos confirmados, una cifra que, siendo alta, es irreal, pues la subnotificación en la región es evidente. Lo mismo se puede decir del número de muertos, que ya ha superado los mil fallecidos por millón de habitantes, lo que la convierte en la región más afectada del planeta. Pero no podemos olvidar de los más de dos mil fallecidos entre los pueblos indígenas, en su gran mayoría ancianos, depositarios del legado cultural y espiritual de unos pueblos que pueden perder elementos fundamentales en su vida.
En ese sentido, podemos recordar las palabras que el Papa Francisco nos dirige en el mensaje para la IV Jornada Mundial de los Pobres, donde nos habla sobre aquel que buscaba “la sabiduría que hace a los hombres mejores y capaces de escrutar en profundidad las vicisitudes de la vida”, algo que llevaba a cabo en un momento de dolor, una realidad muy presente en la vida de la humanidad en los últimos meses. “Arraigado en las tradiciones de sus antepasados”, busca en Dios la sabiduría, sabiendo que “la oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables”.
Por eso, podemos preguntarnos con Francisco, “¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento?”, una pregunta que perfectamente podemos aplicar a los pueblos amazónicos, sobre todo a los pueblos originarios y comunidades tradicionales, secularmente colocados al margen de la sociedad. Es a ellos a quienes somos llamados como pueblo de Dios a “darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas”. Tender la mano se convierte en un signo, en una necesidad, especialmente cuando ella pretende ayudar al pobre.
La Jornada Mundial de los Pobres cobra especial relevancia en un momento que “ha puesto en crisis muchas certezas”, en la que “redescubrimos la importancia de la sencillez y de mantener la mirada fija en lo esencial”. Esa sencillez de la que habla el Papa Francisco en su mensaje es algo que está presente en muchas comunidades amazónicas, donde se hace presente el concepto de sobriedad feliz, que el propio Francisco ha utilizado en diferentes ocasiones. De hecho, como recoge Laudato Si, “esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente”, y en esa cultura del cuidado, los pueblos originarios pueden ser considerados ejemplo a seguir.
La pobreza es algo que se combate en la medida en que tenemos conciencia de nuestro destino común, una actitud tradicionalmente presente en las comunidades amazónicas, basadas en una visión comunitaria de la vida, aunque no podemos negar que el individualismo está entrando cada vez más en esos ambientes. El ser conscientes de que estamos en el mismo barco es algo fundamental para mejorar la condición vida de los más afectados por la pandemia del Covid-19 y por todas las pandemias que provocan el aumento de la pobreza en un mundo con recursos para todos. Pero eso también se puede aplicar al cuidado de la Amazonía, siendo conscientes de que no cuidarla y no defender a quienes la cuidan, nos conduce a un callejón sin salida.