Tras reunión de Srios. Generales de Episcopados en el Celam Amancio Benítez: "La sinodalidad es una llamada a ser más voz de los que no tienen voz"
Las dificultades sociales, económicas y culturales de los pueblos originarios plantean una serie de urgencias pastorales para la Iglesia continental rumbo al sínodo de la sinodalidad
Si bien la Iglesia se ha caracterizado por su acompañamiento constante a los pueblos originarios, las asambleas regionales y las tres complementarias sirvieron para expresar con libertad sus sentimientos y aportar desde la experiencia a la construcción de una Iglesia más sinodal, con la puerta abierta para todos
Mons. Amancio Benítez, secretario general de la Conferencia Episcopal paraguaya habló de lo que ha sido este proceso, los aprendizajes adquiridos y las esperanzas, ante la profunda transformación que está viviendo la Iglesia latinoamericana y Caribeña en este tiempo
Mons. Amancio Benítez, secretario general de la Conferencia Episcopal paraguaya habló de lo que ha sido este proceso, los aprendizajes adquiridos y las esperanzas, ante la profunda transformación que está viviendo la Iglesia latinoamericana y Caribeña en este tiempo
Las dificultades sociales, económicas y culturales de los pueblos originarios plantean una serie de urgencias pastorales para la Iglesia continental rumbo al sínodo de la sinodalidad.
Si bien la Iglesia se ha caracterizado por su acompañamiento constante a los pueblos originarios, las asambleas regionales y las tres complementarias sirvieron para expresar con libertad sus sentimientos y aportar desde la experiencia a la construcción de una Iglesia más sinodal, con la puerta abierta para todos.
Aportes diversos que fueron son analizados por el grupo de trabajo elegido para la redacción del documento que tras los ajustes necesarios será entregado a la la Secretaría del Sínodo a finales de marzo.
Sobre el tema Mons. Amancio Benítez, secretario general de la Conferencia Episcopal paraguaya habló de lo que ha sido este proceso, los aprendizajes adquiridos y las esperanzas, ante la profunda transformación que está viviendo la Iglesia latinoamericana y Caribeña en este tiempo.
Gracia y responsabilidad
¿Qué opinión le merece el trabajo adelantado para hacer un aporte desde América Latina y el Caribe al Sínodo de la sinodalidad?
Es una verdadera lluvia de gracia del Espíritu Santo lo que tenemos; justamente nosotros que somos los representantes de las distintas Conferencias Episcopales lo constatamos, teniendo en cuenta que las Conferencias no solamente están formadas por los obispos, sino por toda la Iglesia que peregrina en cada país y que ha venido trabajando ya hace más de un año en las distintas parroquias, comunidades, movimientos y en todos los estrados del pueblo de Dios junto a sus pastores y servidores.
Ahora, nosotros estamos trabajando la parte de la síntesis de lo que se ha hecho, para que de todo ese trabajo de la Iglesia en el continente, salga un aporte para la iglesia universal en octubre como el Papa lo ha fijado. Entonces es una verdadera gracia y a la vez una responsabilidad para nosotros los secretarios generales que vamos a leer todo desde la clave de la conversación espiritual para hacer nuestro mejor aporte como representantes del episcopado en nuestros países.
Un laicado protagonista
En el caso de Paraguay, ¿Cuáles fueron los temas más recurrentes durante la fase diocesana del Sínodo?
El protagonismo de los laicos que no solo fue una constante, sino un gran compromiso. Justamente en el Paraguay ese protagonismo se ha venido dando desde hace mucho tiempo. En la diócesis en donde yo estoy se han hecho diferentes esfuerzos como la asamblea diocesana que contó con la participación de los laicos, esto ante la falta de sacerdotes y religiosas. A partir de esa falencia el Espíritu Santo hizo que surgiera con más fuerza el protagonismo de los laicos.
De hecho en Paraguay ya son muchas las pastorales lideradas por laicos en este momento y durante la reunión de la región del Cono Sur, los representantes del país dijeron que tanto las mujeres como los hombres participaron bastante y eso lo vemos en el día a día de las parroquias.
Cuando tengo la oportunidad de visitar a los enfermos, llevar la confesión o la santa unción; siempre están las señoras, las más devotas, las que llevan la caridad a las periferias o a las personas más necesitadas; también participando en la catequesis. En Paraguay la participación de los laicos es muy importante. Nosotros como consagrados nos dedicamos a la parte sacramental en la que nos corresponde servir y eso se ha resaltado en la asamblea regional del cono sur.
Valoramos mucho que nosotros desde nuestra experiencia, seamos una iglesia que ya está vivenciando la participación, la misión y la escucha y esperamos que esta experiencia se haga en la Iglesia universal pues esto es lo que está haciendo el Papa Francisco, asumiendo la propuesta de Aparecida que pienso es el mejor aporte que puede hacer América Latina y el Caribe a la Iglesia universal.
La esperanza de la sinodalidad
En Paraguay hay por lo menos 19 pueblos indígenas con una población cercana a las 120 mil personas. ¿Qué espera del proceso que vive la Iglesia de cara a la realidad de los pueblos originarios?
Continuar lo que ya se está haciendo, es decir, fortalecer la inculturación del Evangelio con la presencia de las misioneras y misioneros que están trabajando allí, caminando con ellos. Preocupa que en nuestro país principalmente el gobierno y los diferentes poderes del Estado ya sea el ejecutivo legislativo o judicial, no le dan el espacio suficiente a los pueblos originarios.
Pese a que en nuestra constitución tenemos establecidos los derechos prioritarios; en la práctica todavía vivimos gestos, como la expulsión de los indígenas de sus territorios por parte de los que tienen más dinero. Situación que se ha presentado en la región del Acuífero guaraní y en los bosques amazónicos.
Ejemplo de ello son las riquezas de la tierra y de la cultura que no se valoran como es el caso de la lengua guaraní que tenemos en Paraguay y que es uno de los valores que tenemos a pesar de tantas opresiones hacia los pueblos indígenas, pese a todo ello el pueblo paraguayo ha sabido mantener su propia cultura.
Pastoral indígena fortalecida
¿Cuáles son las dificultades de los pueblos originarios que claman por una Iglesia más sinodal?
Verlos deambular por las calles, ver por ejemplo que siendo los originarios de la tierra con su cultura, solo son valorados en los papeles, no en la práctica, porque los fiscales, policías y jueces no les valoran y son echados de sus tierras ancestrales.
Y la única institución que los respalda es la Iglesia. Tenemos hermanos, hermanas, religiosos y laicos que se comprometen realmente con ellos y esa es una llamada a ser más voz de los que no tienen voz, para fortalecernos en esa pastoral. Yo procedo de una zona, una diócesis con poca presencia indígena, la zona de Villarrica, pero por ejemplo en la zona del Chaco hay más carencias y no faltan las personas que se aprovechan de ello.
Muchas veces a los pueblos originarios les meten culturas foráneas. Ahora por ejemplo se ve como se acercan a las ciudades y caen en las trampas del consumismo, las drogas y el alcoholismo. Todo eso también duele mucho, ver a nuestros hermanos ahí sumidos en la pobreza integral, la intelectual, con poca preparación y que tampoco se les valore su cultura, su tierra.
Lo bueno que tienen se les quita y muchas veces se les explota a partir de las influencias negativas que el mundo de hoy ofrece. Eso es lo más triste, es decir, el ambiente esclavizante y consumista, una influencia negativa que el mundo les ofrece con vicios que se apoderan de ellos, eso es realmente lamentable.
Escuchar para aprender
Desde lo personal, ¿Qué significa para usted participar en este encuentro al cierre de la fase continental del Sínodo?
Para mi es un momento de aprendizaje, de escucha como estoy en el episcopado me ocupo de servir a la iglesia en la formación de los nuevos sacerdotes. Hace más de 4 años soy el secretario general de la Conferencia Episcopal de Paraguay y ahora que el Celam se ha reestructurado, ha sido un tiempo de aprendizaje y escucha.
Digamos que estoy en la etapa de enriquecimiento personal y ministerial. Estoy participando con toda la disponibilidad para que el Espíritu se haga presente.