125ª Asamblea Plenaria del Episcopado peruano Miguel Cabrejos: "Misión, comunión y participación interpelan planificación de diócesis y Conferencias Episcopales"
El presidente del Episcopado peruano recordó la importancia de caminar juntos, profundizando en sus tres prioridades: comunión, misión y participación
El arzobispo de Trujillo advirtió sobre el riesgo de presentar la comunión, misión y participación como tres pilares independientes
La constitución apostólica Episcopalis Communio es básica en este tiempo por cuanto nos pide generar un nuevo modo eclesial de proceder que tenga al Pueblo de Dios como como punto de partida y de llegada
La constitución apostólica Episcopalis Communio es básica en este tiempo por cuanto nos pide generar un nuevo modo eclesial de proceder que tenga al Pueblo de Dios como como punto de partida y de llegada
El pueblo de Dios, la presencia del Espíritu Santo, la reforma de la Iglesia y las prioridades del Sínodo, fueron las temáticas que abordó Mons. Miguel Cabrejos durante la 125ª Asamblea Plenaria del Episcopado peruano que avanza en su agenda con diferentes actividades y de la que se espera surja una carta pastoral dirigida al pueblo peruano respecto a su situación política y social.
Al dirigirse a los obispos de las 46 jurisdicciones eclesiásticas del país andino, el presidente del Episcopado peruano recordó que "estamos invitados a caminar juntos, sinodalmente y de ahí la importancia de profundizar en las tres prioridades del Sínodo: comunión, misión y participación”. No obstante, insistió en la existencia de un riesgo y es el de presentarlas como tres pilares independientes. Advertencia que fundamentó en la necesidad de comprender que la recepción actual de la eclesiología del pueblo de Dios, nos sitúa en un momento de "eclesiogénesis;" esto quiere decir que impulsa la construcción de un nosotros eclesial.
Frente a lo que explicó que cada persona, cada yo, está revestido de Cristo, como lo señaló en 2018, la Comisión Teológica Internacional al afirmar que la sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, significa que cada uno "vive y camina con los hermanos y las hermanas, como sujeto responsable y activo en la única misión del pueblo de Dios," concepto que ratificó la constitución apostólica Episcopalis Communio que analiza el tiempo que vive la Iglesia universal. "La etapa eclesial que vivimos nos pide generar un nuevo modo eclesial de proceder que tenga siempre su punto de partida y también de llegada en el pueblo de Dios," se lee en uno de sus apartes.
Ser sinodal
Así el arzobispo de Trujillo, explicó a sus hermanos en el episcopado que para discernir sobre las tres prioridades de la Asamblea Sinodal se hace necesario reconocer que además de hallarnos ante el desafío de dar un paso adelante y crecer en el ser sinodal, estas deben abordarse desde la Teología, el Derecho canónico, la pastoral y la espiritualidad; porque ciertamente "interpelan la planificación de las diócesis y de las Conferencias Episcopales," en lo que se debe evitar el riesgo anteriormente descrito.
Por el contrario, como dice el Papa la comunión, misión y participación deben articularse, alimentarse y apoyarse mutuamente. En esta línea Mons. Cabrejos recordó que comunión y misión se entrelazan, se reflejan e implican. Por eso, "las relaciones dentro de la comunidad eclesial son el ámbito de la comunión y esta se convierte en una condición de la credibilidad del anuncio".
Ahora esto es más evidente porque "crece la conciencia de que la misión es el único criterio evangélicamente fundado para la organización interna de la comunidad cristiana,” teniendo en cuenta que esto se expresa en la distribución de funciones y tareas, además de la gestión de sus instituciones y estructuras; porque es "la relación con la comunión y la misión como puede entenderse la participación," lo que en la vida práctica se hace tangible en "la atención a los procedimientos, normas, estructuras e instituciones," otorgando dinamismo a las acciones y orientaciones que determinan el quehacer pastoral de una organización.
En todo este deseo de construir la Iglesia en el Perú que adhiere a la propuesta de la Iglesia universal, el prelado recordó que dicho proceso no llegará a su culmen si no es guiado por el Espíritu Santo, por lo que trajo a la memoria las palabras del Papa Francisco al inicio del Sínodo de la Sinodalidad, porque se trata de un acto de fe. "Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad".
El Evangelio aquí y ahora
Al respecto Mons. Cabrejos aseguró que “el Espíritu Santo no solo se menciona, sino que obra cosas concretas”. Si bien, en la oración pedimos que entre en nuestros corazones al decir, "enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta y no nos dejes extraviar". No podemos olvidar que el Espíritu es el guía eficaz de la Iglesia y, para llevar a cabo su misión, se sirve tanto del ministerio jerárquico como de los carismas, lo que en palabras del obispo peruano puede comprenderse como una reconfiguración pneumatológica de la Iglesia porque "la visión jerárquica de la Iglesia se complementa con su cuerpo carismático".
De esta forma agregó que "cualquier autoridad en la Iglesia, incluida la autoridad carismática, debe promover la inclusión y la participación, porque el Espíritu nunca se da solamente a una persona, sino a todos". Gracias al Espíritu Santo, insistió “la Iglesia también está abierta a la cuestión de cuál es la mejor manera de proclamar y vivir el Evangelio aquí y ahora”. En esta línea es importante reconocer que esta apertura requiere humildad, en el sentido de estar profundamente convencidos de que “ninguno de nosotros tiene todas las respuestas a ciencia cierta”.
Para Monseñor Miguel Cabrejos la reforma de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación, es por eso, que somos parte y testigos de un movimiento que tiende hacia la unidad, por lo que cerró su intervención recordando que Cristo es quien llama a esa reforma constante en tanto la Iglesia es humana y terrena y ha de observar y examinar cualquier aspecto que por las circunstancias, las costumbres o las formas de exponer la doctrina deban restaurarse oportunamente y con el mayor deseo de rectitud, pensando siempre en el punto de partida y de llegada: el pueblo de Dios.