“Dadles vosotros mismos de comer”

Hambriento
Recuerdo muchas de las historias que me contaba mi abuelo, referentes a la guerra, a las miserias que le tocaron vivir, al horror, al miedo, a la separación de las personas queridas… y tantas otras cosas que en momentos como esos se podrían contar. Y, pueden quedar en eso, en historias, pero historias de vida, reales… que marcaron la vida de muchísimas personas. El hambre se hizo protagonista de estas experiencias, y hoy día también son muchas las expresiones de alegría por no vivir más esos horrores.

Pero no olvidemos que es cierto que en algunas partes del mundo no se vive de esa forma, pero existen lugares que aún están marcados por el dolor. Es más, hay realidades en la actualidad de hambre y de carestía frente a otras realidades de abundancia y de derroche. En el libro de los Salmos se nos dice que Dios es aquel que “da alimento a todos los vivientes”, pero siempre cuenta con nuestras manos, unas manos que no se ocultan, manos que quieren estrechar, manos que no se guardan para sí mismo… El apóstol Santiago dice “¿de qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?”, la pura realidad es que siempre encontraremos a alguien que tenga hambre y sed, y, por tanto, tenga necesidad de mí. ¿Qué hago? ¿Cómo actúo?, no puedo delegar en nadie mi respuesta personal, como dice el Papa Francisco en su libro del Padre Nuestro; necesitan de mí, de mi ayuda, de mi escucha, de mi palabra, no puedo obviarlo, porque conocer la realidad concreta hace que esté involucrado en la vida y necesidad del otro.

“Dadles vosotros mismos de comer” (Mc 6, 37), dice Jesús en el evangelio, por tanto, somos responsables de nuestros hermanos y somos colaboradores de Dios para hacer la vida más sencilla a aquellos que están a nuestro alcance, porque los que tenemos cerca son la posibilidad más cercana que poseemos para ejercitar todo lo bueno que el mismo Dios ha puesto en nuestras vidas y corazones. Texto: Hna. Conchi García.
Volver arriba