Conocer... Iceberg
Es necesario aprender constantemente a no juzgar a los demás solamente teniendo en cuenta el resultado de sus acciones, porque cuanto constituye la parte más importante de ellas, el 90%, también nos suele quedar oculto, y quizás nunca podremos llegar a conocerlo.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Hasta los niños pequeños aprenden que del iceberg solo vemos una parte reducida de su volumen total, seguramente un 10%, el resto queda sumergido y oculto a la vista.
Y este dato tan sabido se repite también en muchos aspectos de la vida, tanto a nivel personal como de grupo o de comunidad, vemos los actos más externos, pero no solemos conocer toda la profundidad o la fuerza de aquello de lo que solo apreciamos una parte, el resultado final, pero no el entramado de trabajo que ha llevado hasta esta acción final.
¿Qué sabemos en realidad de cuando ocurre a nuestro alrededor? Aunque fuésemos unos perfectos observadores como mucho solo el 10% o una parte reducida, nos es visible o apreciable.
¿Qué se yo del esfuerzo realizado por una persona para alcanzar aquella meta que quizás me parece de poco valor? ¿Cómo puedo saber toda la ayuda, el apoyo, con el que cuenta cada uno para realizar las acciones más o menos importantes de su vida?
Por eso es necesario aprender constantemente a no juzgar a los demás solamente teniendo en cuenta el resultado de sus acciones, porque cuanto constituye la parte más importante de ellas, el 90%, también nos suele quedar oculto, y quizás nunca podremos llegar a conocerlo.
Esta parte que permanecerá oculta es también importante, en realidad es la base de todo crecimiento, el fundamento de todo cuanto nos personaliza. Por esto es importante saber en quien nos apoyamos. Quienes hallan su apoyo en Dios, dan frutos sanos y trabajan siempre por el bien y a paz.