Justicia humana, justicia divina

Dice un autor: “La justicia nunca acaba de ser justa”. Con frecuencia en el lenguaje corriente decimos esto es justo, esto es una injusticia. Todo ser humano, en general, tiene un sentido de lo justo o lo injusto. Pero para saber si una acción es justa o injusta tendríamos que penetrar en el corazón de aquél que la ha realizado, y esto no nos es posible. Sólo Dios puede conocer el fondo de la persona, por tanto la justicia humana es siempre imperfecta.

Por esta razón el rey David prefería recibir el castigo de las manos de Dios, que es misericordioso y no de las manos de los hombres. Los salmos exaltan con frecuencia la justicia de Dios. Éstos expresan en muchas ocasiones los sentimientos del hombre que se encuentra acosado por la injusticia humana y no tiene otro recurso que recurrir al Señor que es justo y misericordioso para que él sea su juez ante los hombres inicuos que le están tendiendo una trampa: “Júzgame según tu justicia, Señor Dios mío; que no triunfen de mí mis perseguidores, que no digan: Le hemos podido”. Y si un tal hombre se ve libre del enemigo que lo quería someter a la injusticia, también se vuelve a Dios para darle gracias: “Con portentos de justicia nos respondes, Dios salvador nuestro”.

Recordemos la sentencia de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Sin embargo tendemos a juzgar más que a juzgarnos. Que el Señor nos ayude a tener cada día más una mirada benévola hacia los demás y ser capaces de poner en tela de juicio nuestros pensamientos y acciones. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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