Pablo sube a Jerusalén para ser arrestado a imitación de Jesús (Hechos 21,23), para cumplir su gran deseo de sufrir en su carne lo que falta a la pasión de Cristo. ¿Podemos decir nosotros lo mismo, o cuando husmeamos el sufrimiento intentamos escabullir el bulto?
¿Somos capaces de seguir al Maestro llevando la cruz a cuestas?
No nos es necesario recurrir al martirologio de la antigüedad para cerciorarnos del gran número de mártires.
En la actualidad existen también muchos cristianos perseguidos a causa de su fe en Jesús. No los olvidemos ante el Señor. Su martirio continúa construyendo la Iglesia como la de antaño la construyeron tantos cristianos dispuestos a entregar su vida por la causa del evangelio.
El buen cristiano está dispuesto a seguir a Jesús con su cruz a cuestas y si no tiene una muerte cruenta sí que al menos todo lo que tiene que sufrir en su vida es una participación a los sufrimientos de Cristo Jesús, a morir en algún sentido a sí mismo para que la resurrección pase también por su vida.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.