¡Qué grande es el amor de una madre! Y, ¡que grande es el dolor de una madre! Me encanta ver a una madre contemplar a su pequeño en la cuna o en sus brazos. Ver como le repite palabras, la alegría cuando le dice mamá, le prodiga sonrisas, mimos, como admira sus primeros pasos…
Pero en este momento quisiera detenerme en el dolor.
He conocido tantas madres llorar los desaciertos de sus hijos, especialmente cuando caen en la droga. En este momento me viene en la memoria un caso que compartí de una mujer que su joven hijo mató a su hermana. El desespero de aquella madre es inenarrable.
Se dudaba si su hijo estaba en sus cabales o perturbado. Me decía desconsolada: “Hermana, si mi hijo es cuerdo que lo condenen porque lo que ha hecho no tiene perdón, es un criminal; pero
si está enfermo que lo curen y tengan piedad de él”. Dios escuchó el clamor de esta pobre madre y se declaró que el muchacho estaba perturbado y en esta situación lo internaron.
Estuvo varios años ingresado en un psiquiátrico y luego con seguimiento médico y un tratamiento continuado pudo llevar una vida “normal”.
La alegría de esta madre fue tan grande como lo fue su dolor. Texto: Hna. María Nuria Gaza.