A todos nos gustan las historias que terminan bien. La vida ya es lo suficiente estresante para que en un momento de distensión nos relaten historias dramáticas. He aquí una que termina felizmente.
Es la historia de Zacarías, esposo de Isabel, padres de Juan Bautista. Los dos eran de edad avanzada sin tener descendencia. En aquellas épocas no tener hijos era muy triste. ¿Cómo iba a cumplirse en ellos el mandato del Creador de crecer y multiplicaros? Este sacerdote mientras oficiaba en el templo de Jerusalén recibió la visita del ángel Gabriel que le anunció que iba a ser padre.
Y he aquí, que al cabo de unos meses nació el hijo anunciado.
Para algunas parejas que desean tener descendencia sin conseguirlo, esto supone un gran sufrimiento,
¿es que el Señor no oye su oración como oyó la de los padres de Juan? En este caso y en otros hay quien puede alegar ante Dios, ¿por qué ellos tienen que sufrir tantas penalidades cuando a otros todo les va viento en popa? No es que el Señor no oiga su oración, sino que a cada uno da la gracia para sufrir lo que le toca vivir. Tengamos presentes a estos que se sienten desafortunados para que vivan con serenidad las contrariedades que surgen en sus vidas y no desesperen.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.