En principio nadie quiere aceptar la culpa. Un ejemplo de ello lo tenemos en el libro del Génesis en su capítulo tercero. Dios pregunta a Adán si ha comido el fruto del árbol que le había prohibido y en vez de responder afirmativamente responde con una evasiva y pasa la culpa a la compañera que Dios le dio. Cuando pregunta a Eva qué has hecho, ésta responde:
“Es que la serpiente me sedujo y comí”.
En unos versículos más adelante, el Señor Dios dijo a la serpiente:
"Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas fieras del campo”. Y es que la serpiente (el diablo) ya no podía pasar la culpa a otro ya que la idea había sido de ella.
¿Por qué será que a los humanos nos cuesta tanto aceptar la culpa? Será por el sentimiento de frustración que representa el haber hecho o no haber hecho algo que en conciencia nos remueve.
La culpa ejerce de brújula moral indicándonos el camino a seguir, nos marca límites y nos propone redimirnos.
Ante lo que consideramos culpa, es decir reconocernos culpables, no hay nada más positivo que aceptar le realidad y si somos creyentes pedir perdón al Señor siempre dispuesto a perdonar. No hay culpa para él que no pueda ser perdonada.
Sólo no es perdonada la culpa que uno piensa que Dios no puede perdonar porque esto sería no confiar en su misericordia.Texto: Hna. María Nuria Gaza.