Dones de Dios... La diversidad
¿Pero con esta tendencia actual a querer considerar todos igual, no estaremos perdiendo la riqueza que comporta la diversidad? ¿Si en todo y para todo debemos tender a ser iguales, dónde quedarán las aportaciones individuales que se dan con tanta frecuencia en todos los ámbitos de la vida? ¿Cómo podemos enriquecernos por las diversidades de unos y otros?
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Actualmente se está dando la tendencia de querer ser todos iguales en todo y para todo, que no exista distinción entre hombres y mujeres, que en todo seamos considerados iguales y es que en verdad lo somos. No puede haber diferencia entre las personas por su género como tampoco por su raza o condición y por este motivo nadie puede menospreciar a otro.
¿Pero con esta tendencia actual a querer considerar todos igual, no estaremos perdiendo la riqueza que comporta la diversidad? ¿Si en todo y para todo debemos tender a ser iguales, dónde quedarán las aportaciones individuales que se dan con tanta frecuencia en todos los ámbitos de la vida? ¿Cómo podemos enriquecernos por las diversidades de unos y otros?
La diversidad no es solo una riqueza, es una expresión de los dones que Dios nos ha dado a cada uno, ¿cómo podría ser un mundo en el que se hubiese llegado a prescindir de cada uno de los aspectos que los hombres y mujeres como tales aportamos?
Creo que prescindir de todo aquello que comporta y conforma la diversidad es empobrecedor para todos, igual como creo que no es enriquecedor para nadie apoyarnos en unas diferencias objetivas que lejos de reconocerse como elementos constructivos de igualdad se convierten en medios para asegurar los enfrentamientos, precisamente entre los que por obra de Dios somos hermanos.
El misterio de cualquier persona cuando la comparamos con otra tiene su punto de partida y su apoyo precisamente en la igualdad que es origen de todos y en la diversidad de cada uno, verdadero fruto de la riqueza misma de la gracia de Dios.