La libertad nos atrapa
El hecho de elegir entre el bien y el mal es el límite más bajo de la libertad, decía Thomas Merton, pero en realidad lo único que te hace ser libre en ello es que aún podemos escoger el bien. Y es que en la medida que usamos nuestra libertad para escoger el mal, no somos libres ya que una mala elección destruye nuestra libertad. Es decir, cuando escogemos el mal sólo creemos que estamos eligiendo el bien aparente y si realmente es un mal, es algo que no queríamos hacer y por tanto no somos verdaderamente libres. Esta idea que parece complicada tiene su sentido porque de nuestras elecciones vamos construyendo la vida y es verdad que a veces no salen las cosas como habíamos programado o pensado, y ello nos causa sufrimiento. ¡Cuántas veces hemos oído decir a alguien expresar: ojalá pudiese volver atrás!
A partir de aquí, hemos de pensar otra cosa, y es que a pesar de la elección errónea hemos de reconocer que la vida es eso, unas veces acertamos otras veces no pero poco a poco vamos mejorando y aprendiendo de lo que no hicimos tan bien. La experiencia nos enseña a qué es lo que queremos en nuestra vida y hacia dónde y con quién queremos caminar.
Por eso, cuando pensemos en nuestra libertad no olvidemos que el camino tiene rectas, cuestas, curvas, a veces encontramos la carretera estropeada y hemos de dar una vuelta… pero al final, si no nos rendimos podemos llegar a meta. Texto: Hna. Conchi García.