La misericordiosa Marie Poussepin
Entre las obras de misericordia que la Iglesia siempre ha resaltado está la de enseñar al que no sabe. Marie Poussepin, la noble ciudadana de Dourdan (Francia), se preocupó por la educación de las niñas, que en Sainville, pequeño pueblo, no tenían acceso a la escuela para niñas, y su ignorancia, en muchas ocasiones, las llevaba a una vida muy precaria y hasta, en ciertos momentos, peligrosa moralmente.
Los enfermos en el siglo XVII estaban hacinados en los hospitales en un abandono escalofriante. Ella procuró por todos los medios dar respuesta a las acuciantes necesidades de esta parte de la sociedad tan abandonada. Ahí está otra de las obras de misericordia a las que la Iglesia ha intentado dar siempre una respuesta a través de las instituciones dedicadas al servicio de la caridad.
En el momento de su muerte, en el año 1744, las Hermanas de la Caridad de Sainville, además de la casa de la “Comunidad”, donde las hermanas iban a renovarse en el espíritu de la fundadora, estaban esparcidas en diecinueve pueblecitos, algunos poco distantes de Sainville. En ellos, las Hermanas, atendían a los pobres enfermos en los hospitales y a las niñas en las escuelas que generalmente estaban junto al hospital. Actualmente, nos es difícil imaginar la situación de los centros de salud y educación de la época tan alejada de la nuestra. Poder acceder a los centros hospitalarios y a la escuela significaba un gran adelanto para la población. En muchos casos la educación gratuita era posible gracias al trabajo tenaz de las Hermanas.
Gracias a su fe firme como un roble, su esperanza que la hizo confiar en la Providencia hasta el punto de llamar a su obra, Obra de la Providencia, y su caridad extrema, su misión ha perdurado hasta nuestros días. Texto: Hna. María Nuria Gaza.