Todo pasa pero “el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” (Lu 21,33), dice Jesús. La palabra de Dios es eterna, indestructible, fuerte como el diamante. La palabra de Dios ha creado el mundo, la palabra de Dios es Cristo, la palabra de Dios es un rostro que no se puede borrar, son las palabras que Jesús nos ha dado como herencia, comenta el dominico francés, Philippe Verdin. Dios es amor y como dice Pablo el amor perdura:
“El amor permanece para siempre” (1 Co 13,13). En otra parte del Nuevo Testamento leemos:
“Si guardáis mis palabras no moriréis” (Jn 8,49).
Nuestro cuerpo envejece, queda usado, pero el amor de Dios que permanece en nuestro corazón y en el de Dios, no fallece, es indestructible. Cuando hayamos pasado la frontera del último paso de nuestra vida en la tierra, lo veremos tal como es, radiante, espléndido y le podremos decir:
Señor olvida mis traiciones, mis aturdimientos y acógeme con tu amor eterno. Dice el salmo 118:
“Tu amor Señor es de siempre y para siempre”. Repitamos esta frase con frecuencia y nuestro corazón permanecerá en paz.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.