El regalo de una tarde
Sé que esa persona con la que voy a compartir una tarde, está viviendo un momento difícil y es ahí cuando hay que estar, cerca, apoyando, escuchando, acogiendo lo que el otro me comparte pero voy descubriendo en el transcurso de ese tiempo compartido que es un regalo. En ese caminar por la calle, hay huellas de dolor, de lágrimas, también de fortaleza y esperanza en un mañana mejor, en que la herida abierta irá cicatrizando.
Hemos compartido mucho y lo más bonito e importante es hacerlo desde ese clima de confianza, que te da paz, te ayuda, te acompaña, te hace pasar mejor una tarde que iba a ser más difícil de vivir en soledad.
El regalo de una tarde en muy buena compañía, esa que voy descubriendo, que debido a una situación concreta nos lleva a encontrarnos, a compartir con sencillez, a dejar la puerta abierta a otros encuentros, a llevar más en el corazón y en la oración esta etapa de su vida. Me duelen sus lágrimas, lo que vive ahora pero también sé que saldrá adelante, que su pozo interior le ayudará a ser fuerte.
Al despedirme sentí en ese abrazo una alegría profunda por esas horas que valieron mucho la pena, donde recibí mucho y aún más el compromiso de no olvidarme de tenerla presente ante el Señor y saber estar cuando me siga necesitando. En este hoy que vive, aunque no te reconozca, Señor sé su refugio y dale fortaleza.
“Tú mi refugio…
En ti, Señor, me cobijo,, Señor, me cobijo,
no quede nunca defraudado.
Líbrame, conforme a tu justicia,
atiéndeme, date prisa.
Sé tú la roca de mi refugio,
fortaleza donde me salve
porque tú eres mi roca y mi fortaleza
por tu nombre me guías y me diriges.
Enséñame a caminar por tus sendas
en tus manos pongo mi vida
y me libras, Señor, Dios fiel.
Tú me libras en las tormentas,
me defiendes en la lucha,
me orientas en las sombras,
me conduces en la vida.
Cuando estoy en apuros
y la pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas…
cuando pierdo las fuerzas
en ti confío, Señor:
me digo: “tú eres mi Dios”.
(Salmo 31)”
Hna. Ana Isabel Pérez.