¿De qué sirve recitar mi alianza?
“No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mi” (8). Pero en realidad Dios no tiene hambre y si tuviera él es el dueño de todo lo creado. “Las fieras de la selva son mías, y hay miles de bestias en mis montes. Conozco todos los pájaros del cielo, tengo a mano cuanto agita en los campos” (v 11).
Llegados a este punto, donde el juez ha puesto delante de los ojos los errores de su acusado, le invita a cumplir los votos hechos al Altísimo (cfr. v 14). A continuación Yahvé vuelve a remeter contra el acusado sacándole a relucir otras faltas: “Cuando ves un ladrón, corres con él, te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre” (v 19 y 20). Y continua “Eso haces, ¿y me voy a callar?, ¿crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara” (v 20 y 21).
Sigue un toque de atención: “Atención, a los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio” (v 22). Ahí queda bien determinado el fin de los malvados. Termina el salmo con una promesa para el justo: “Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios” (v 23).
El salmo es como un examen de conciencia; es lo que narra el Deuteronomio en su capítulo 30: Pongo ante ti el bien y el mal. Vale la pena de consultar esta página en sus versículos 11-15. Texto: Texto: Hna. María Nuria Gaza
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