Vocación... Tú vas conmigo
El Señor es el mejor compañero de viaje, va con nosotros en todo momento aunque en ocasiones nos cueste verle pero permanece siempre fiel.
| Gemma Morató / Hna. Ana Isabel Pérez
Cuando el Señor me atrapó para seguirle desde la vida religiosa, mis primeras palabras fueron “soy un proyecto de Dios”, lo intuía desde mi pequeñez como que me estaba pasando algo muy fuerte y trascendente, me cambiaba la vida y dolía, aunque la alegría sobreabundaba. Todo estaba por hacer, recibí la semilla y a lo largo de estos años creo cada vez más en que sin su luz, gracia y amor nada podemos. Sé que me llevas de tu mano ¡Señor sigue guiando las huellas del sendero por el que nos lleves!
El Señor es el mejor compañero de viaje, va con nosotros en todo momento aunque en ocasiones nos cueste verle pero permanece siempre fiel. En cada uno de nosotros Dios puso la semilla y en nuestro caminar está el hacerla crecer, mejor acompañados, las mediaciones humanas en la vida espiritual oxigenan nuestros pasos en el camino de la fe. Somos capaces de amar, de dar lo mejor de nosotros mismos, ojalá que lo hagamos siempre al servicio de nuestros hermanos, de todo aquél que se haga presente en nuestras vidas cotidianas. El Señor nos llama a dar fruto ¡Adelante!
“Porque me llevas tatuado en la palma de tu mano,
porque aunque camine por cañadas oscuras, tú vas conmigo,
porque el amor no falla nunca, aunque a veces nos complique,
por tu Espíritu que late en nosotros,
por la grandeza de los sencillos y los pequeños,
por el perdón que todo lo hace nuevo,
porque nos creaste para la alegría, auténtica,
porque me seduces, y me dejo seducir
porque nunca estamos solos,
¿Cómo no cantar, con júbilo?
¿Cómo no seguir tus huellas?
¿Cómo no exultar?” (Oración).