“Si Cristo no hubiera resucitado vana seria nuestra fe” (Co 15,14). Es que nuestra vocación no es la tumba, estamos habitados por la esperanza de la resurrección.
Jesús en el camino con los dos discípulos que regresaban desanimados a su casa después del acontecimiento del viernes santo, les comenta las Escrituras y sus explicaciones reaniman su esperanza. Después de la experiencia que han tenido, sin calcular que era de noche pero con el corazón iluminado por el contacto que han tenido con Jesús regresan a Jerusalén para encontrarse con la comunidad. No pueden guardar su alegría para ellos solos, tienen que compartir lo que acaban de vivir. Éstos al verlos les dicen:
“Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,13-33). Todo ha cambiado. Ya no están encogidos ni temerosos.
Al saber que Jesús ha resucitado ha cambiado su actitud.¿Y nosotros sabemos compartir nuestras experiencias espirituales? A todos, a unos más que a otros, Jesús nos ha comunicado como nos ama. No podemos guardar silenciosamente esta gracia. Texto: Hna. María Nuria Gaza.