Año irracional
- Las pasadas elecciones dieron un balance global de empate en torno a 160 votos, entre formaciones de derecha y de izquierda. ¿Cómo puede entonces el señor Pedro Sánchez proclamar que el pueblo ha pedido cambio? ¡Qué más querría yo que hubiese sido así! Pero resulta evidente que lo que pidió el pueblo es que nos entendamos entre todos. Y a eso tienen alergia nuestros políticos.
- La “Sultana de la alegre Andalucía” (por piropearla con versos de Zorrilla) se desgañita gritando que no hay que dialogar con nadie que atente contra la unidad de España. Nada que objetar a los sentimientos: tan respetables son éstos como los otros. Pero ¿cómo no percibe que, a lo mejor, su cerrazón a ese diálogo es la mejor arma para romper esa unidad que ella quiere salvar a toda costa?
- El Sr. Romeva proclamó tras el 27N que tenían mayoría suficiente “en escaños y en votos”, para emprender el camino de la independencia. Esa mayoría era un solo escaño más, y menos del 50% de los votos. ¿De veras es racional ese modo de argumentar?
- Don Mariano es el político que más desigualdad ha creado entre los españoles, tanto a niveles individuales como de comunidades. Y luego (cuando está de por medio el tema de Cataluña) se llena la boca gritando que él no puede consentir ninguna desigualdad entre los españoles. ¿No nos enseñaron en lógica que el llamado “principio de no contradicción” es el punto de partida de toda argumentación racional?
- Aun compartiendo el deseo del líder de Podemos de un referendum sobre la cuestión catalana, queda pendiente la pregunta: ¿es racional hacer de ese deseo una “línea roja” que evite todo diálogo, cuando dos gramos de razón ya avisan de que su verificación reclama tiempo, y es irrealizable a las inmediatas?.
- ¿Qué cosa más irracional que ese empeño intocable en quedarme “yo”, cuando resulto ser el mayor obstáculo para que pueda gobernar mi partido? ¿No es más razonable renunciar a la presidencia cuando uno provoca rechazo de los interlocutores, y sacrificarse uno por el país al que tanto dice querer servir (Cataluña o España), para darle eso que ellos llaman un gobierno “estable”? Prescindamos ahora de que lo que ellos llaman gobierno estable es un gobierno que sostenga nuestra actual inestabilidad. Quedémonos con que esta pregunta afecta hoy directamente a don Mariano, porque al señor Mas parece que al final se lo hicieron entender, luego de repetir tantas veces que era “imprescindible”, y a pesar de aquella argumentación irracional de que la presidencia “no es una subasta de pescado” (¿pensaba por eso que es una propiedad privada?).
- Última pregunta de lógica, y de lógica muy elemental: ¿es razonable hablar de un estado propio cuando no se dispone de un Banco central propio?...
Con todas estas preguntas no pretendo atacar a ninguna persona concreta. Es momento de retomar una frase de K. Marx cuando decía que él no atacaba a los capitalistas como personas, sino como expresión de la irracionalidad del sistema. Probablemente, todas las contradicciones citadas, y mil más que podrían añadirse, son simples frutos de un sistema irracional que sólo funciona irracionalmente: dando más a los que más tienen y quitando a quienes menos tienen. Incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la mitad de la población del planeta, porque sólo funciona produciendo cosas innecesarias o inútiles, para que puedan disfrutarlas los que tienen más. O que reduce el sentido de la vida y los grandes valores navideños a consumir más y mejor…
Y encima, siendo tan irracional el sistema, llevamos tiempo desautorizando a los de la CUP, llamándolos “anticapitalistas”. ¿No deberíamos llamarlos simplemente racionales? Si luego sus conductas hubiesen sido más coherentes y menos contradictorias, y sus aspiraciones menos ilusas, no vería yo inconveniente en apuntarme a la independencia en el caso de que la mayoría de votos independentistas fuesen de la CUP: pues percibo que buena parte de los independentistas de hoy, no quieren tanto separarse de España cuanto de ese PP que se ha apropiado de ella. Y porque he pensado siempre que mi verdadera patria son los pobres de la tierra, y no lo que dictan los sentimientos patrióticos que tan fácilmente se pervierten en una forma larvada de ido-(o ego)-latría.
En resumen: si veneramos tanto la razón es porque intuimos que se trata de una herramienta limpia. El problema reside en que nosotros la ensuciamos en cuanto ponemos las manos en ella, volviéndola irracional. Recuerdo que cuando, allá por el 1968, Franco hizo ministro de educación al señor Villar Palasí, corrían de boca en boca unos versos que preguntaban, entre otras cosas, si ese ministro “¿juega al billar pala-sí o para alguien más allá?” Esa es la pregunta: ¿para quién juegan nuestros políticos?
Cuando salgan estas líneas quizá podamos atisbar si 2016 ha comenzado de manera más racional. En cualquier caso, tal vez nuestros hombres públicos (como todo ser humano) necesiten una temporada de eso que se llama “Ejercicios espirituales”. Pero estén tranquilos: que no es para volverlos creyentes, sino para que aprendan a conocer, y reconocer, los infinitos mecanismos secretos de nuestro inconsciente que son los que en realidad nos gobiernan…
y déjeseme terminar con esa parodia que tanto me gusta: en contra de lo que definió Aristóteles, el hombre no es un “animal racional” sino un "animal que racionaliza sus pulsiones”. Ese es nuestro drama.