Carta a Don Mariano Rajoy
Y a Usted creo que le falta razón, por mil razones como éstas:
- Por su negativa a abordar un problema político que realmente existe, procurando que se lo resolvieran los jueces, dando al tribunal constitucional unas atribuciones penales que superan su carácter de arbitraje y creando esa increíble y sucia “policía patriótica”.
- También por esa conocida máxima suya de que muchas veces “lo mejor es no actuar”, que ha llevado a que lo que antaño pudo ser sólo un tumor incierto se haya convertido hoy en un cáncer. Hace tiempo le escribí una carta (que no creo leyera) diciéndole que el proverbio ese chino de “sentarse a la puerta hasta que veas pasar el cadáver de tu enemigo”, no funciona siempre: a usted le ha funcionado cuando su enemigo eran unas izquierdas tantas veces divididas por haber llegado a confundir izquierdismo con egoísmo. Debo reconocerle que, a veces, admiré su astucia en este punto. Pero no siempre vale ese proverbio; y puede llegar un momento en que, en vez del cadáver, llega a tu puerta el tigre que lo ha devorado…
- También por haber tolerado que una ministra de su gobierno (de defensa para más inri) dijera hace poco aquí en Barcelona que “la bravuconería separatista bajará los brazos dentro de poco”, dejando clara la pretensión de resolver el problema humillando a muchos catalanes e ignorando la fácil paráfrasis de una frase del escritor Tertuliano que seguramente conocerá Ud (“la sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos”), y que ahora puede sonar así: la humillación de catalanes es semilla de nuevos independentistas. ¿Cómo puede un político ser tan ciego como para no entender esto?
- También porque, aunque ahora diga Usted: “no me hagan llegar hasta donde no quiero llegar”, ha sido Usted el primero que se embarcó en esa ruta que lleva a donde ahora no quisiera llegar. Usted que, siendo el gobernante que más desigualdades ha creado entre los españoles, apelaba precisamente a que “no puedo tolerar desigualdades entre los españoles”, para no afrontar el problema catalán…
No quiero entrar ahora en si las últimas actuaciones de la guardia civil y demás son criticables o no. Pero sí quiero decirle que era obligación primariamente suya el que no hubiera que llegar hasta ellas.
Comprendo que, por todos esos y otros factores más, se encuentra Usted ahora en una difícil situación de inferioridad: porque no sé yo qué pasará el 1 de octubre: si habrá referéndum, o no, declaración de independencia o no; lo que creo percibir es que, ahora, el interés de la Generalitat es que ese 1 de octubre haya más policía, más represiones, más detenciones, más porrazos si es posible… Y que todo eso sea visto en el mundo entero.
Con lo cual se encuentra Usted en el peor de los dilemas: si no actúo, mal; si actúo, quizá peor… Sé también que, aunque no hubiera nada el 1 de octubre, no por eso se habrá resuelto nada: sólo se habrá agrandado un problema que es ya demasiado grande. E intento comprender también que se encuentra Usted preso en la vieja contradicción de su partido, que ha pretendido unir una derecha que quiere ser civilizada, con una extrema derecha franquista y agresiva sin la cual no podría Usted en modo alguno ganar ningunas elecciones. Me temo que esa unión un poco contra natura se ha roto ahora y los escombros le caen encima a Usted.
Desde este deseo de comprender, le pido perdón si he sido duro. No tengo nada contra Usted, e intento vivir una espiritualidad centrada en aquella máxima: “todo hombre es mi hermano”; y mi enemigo es también mi hermano; y los que me abofetearán por un lado y por el otro, por haber escrito esto, son también mis hermanos y quiero amarlos “para ser hijo del Padre de todos que está en los cielos y que hace llover y salir el sol sobre catalanes y españoles y sobre independentistas y constitucionalistas” (cf. Mt 5,44-45).
Desde el afán de vivir así (y aun sintiéndome lejos de esa meta) es desde donde me atrevo a decirle que haría Usted un gran favor al país si tuviera el coraje de presentar su dimisión por haber dejado que las cosas llegaran a una situación a la que nunca debieron llegar.
Quizá, puestos a soñar, sería mejor que dialogara Usted con el señor Puigdemont para llegar a un acuerdo más o menos como éste: se suprime el pseudoreferéndum del día 1 (digo “pseudo” porque muchos de los que dicen que irán a votar, le niegan sin embargo el carácter de referéndum, y lo califican sólo como una movilización).
Bien: llámesele como se quiera, se desconvoca lo del día 1 de octubre y, a cambio, tanto Usted como Puigdemont (representantes además de los dos partidos más corruptos de España), dimiten y convocan unas elecciones, generales y autonómicas, en las que ni Usted ni él se presentarán como candidatos. Sería un diálogo mucho más auténtico que ese de “sólo voy a dialogar cuándo retira Usted el referéndum”; o “sólo voy a dialogar la fecha y la pregunta del referéndum”…. Frases ambas dignas de figurar en aquel viejo “Celtiberia show” del señor Carandell.
No soy tan ingenuo como para esperar que esto ocurra. Pero sí creo que, si algo así sucediera, sería un gran beneficio para todos los ciudadanos y un buen ejemplo para todo el mundo.
Un saludo cordial desde alguien que no quiere dejar de ser hermano suyo (ni de nadie), por más que me sienta obligado a criticarle.