Catalunya, ¿punto y final o punto y seguido?
1.- ¿Diálogo?
En toda esta cuestión se ha apelado mucho al diálogo y se ha criticado a los políticos por no aplicarse a él. Muy bien. Pero el diálogo que más ha faltado es el diálogo entre los mismos ciudadanos: entre catalanes independentistas y no independentistas, entre ciudadanos catalanes y del resto de España. Ahí dominan más bien la desautorización, el insulto la mirada despectiva o el silencio tenso.
Pero si nosotros no practicamos el diálogo ¿qué derecho tenemos a exigírselo a los políticos?
2.- La ocasión perdida
Lo más serio que se ha dicho en estos días difíciles fueron unas palabras del Abad de Montserrat: hay que buscar una solución en la que no haya ni vencedores ni vencidos. Es muy de lamentar que no haya sido así, y que cada una de las dos partes contendientes parezca haber aspirado más a dejar KO a la otra, que a buscar una paz justa, "suficiente para unos y aceptable para otros", según unas viejas palabras de Pasqual Maragall. Porque las heridas no se cierran ni con votos ni con decretos.
3.- Las intolerancias.
Si los políticos no han dialogado es porque ninguna de las dos partes estaba dispuesta de entrada a aceptar unas hipotéticas conclusiones de ese diálogo que pudieran llevar a la no independencia (para unos) o a la independencia (para otros): se apelaba al diálogo desde el supuesto de que sólo vamos a dialogar cómo se queda Ud. en España o cómo me marcho yo de España. En este sentido, todas las apelaciones al diálogo han sido profundamente hipócritas, aunque haya que reconocer que se trataba de un diálogo muy difícil.
4.- Medios y fines.
La tesis anterior brota del principio de que todas las posturas son legítimas: a lo largo de la historia las naciones y las fronteras se han ido construyendo de manera accidental y muy contingente. Creo sinceramente que es inmoral hacer de los límites de un país un problema moral (como llegó a decir algún obispo de una y otra parte).
El problema no está, por tanto, en los fines que se pretenden sino en los medios que se han puesto para ellos. Y aquí siento tener que decir que ambas partes han dado un pésimo ejemplo. Es preciso repetir una vez que en política el fin nunca justifica los medios. Y, hablando cristianamente: ni la unidad ni la libertad son nada, cuando destrozan la fraternidad.
5.- De pajas y vigas.
Cuando hay una pelea entre un grande y un pequeño, de entrada hay que culpar más al grande por el simple hecho de serlo. Y esto, que a algunos parecerá muy claro dicho de España y Catalunya, vale también para el Parlament catalán. La democracia no es dictadura de las mayorías (como ya le decíamos al PP en la pasada legislatura), sino gobierno de la mayoría con suficiente integración de la minoría.
En este sentido, si se me permite ironizar un poco en una especie de entreacto humorístico, traslademos un momento la reflexión a EEUU y Corea del Norte. Es bien posible que Kim-Jong-un sea efectivamente un loco, como nos dicen los medios de comunicación. Pero hemos de tener el valor de preguntarnos cuánta parte de esa locura se debe a la política armamentista de los USA. Digo esto porque hace tempo que me ronda la siguiente proporción matemática: Trump es a Kim-Jong-un, como Rajoy es a Puigdemont...
Pero volvamos a ponernos serios.
6.- ¿La historia maestra de la vida?
En toda esta historia ha habido dos momentos sumamente significativos (quizá también decisivos): uno se produce cuando el PP lleva al Tribunal Constitucional una reforma del Estatut aprobada no sólo por el Parlament catalán sino por el mismo Parlamento español. El segundo es aquella declaración de Artur Mas (el mismo que luego votó sí a la independencia): "una independencia no reconocida internacionalmente sería una calamidad". Bien: pues ya estamos en la calamidad. Gracias.
7.- La parte por el todo
Se ha discutido mucho cuál fue la razón que hizo cambiar de opinión a Puigdemont a última hora, siendo así que (según afirmó el director de La Vanguardia) pensaba convocar elecciones, alegando que "no quería ser presidente de una parte del país sino de todo el país".
Luego se ha dicho que cambió porque Rajoy no aceptó quitar el 155 a cambio de esa renuncia. Según otros cambió ante las acusaciones de traidor y las amenazas de dimisión de parte de sus aliados. No tiene sentido mirar esas dos razones como alternativas: probablemente influyeron las dos a la vez. Y aún creo que hay que añadir una tercera: en unas elecciones convocadas por él, es posible que su partido perdiera votos por la acusación de traidor; en unas elecciones impuestas es posible que su partido gane votos porque queda como víctima.
En cualquier caso, no puedo dejar de pensar que todos los políticos han actuado aquí no buscando el bien del pueblo, sino buscando ganar votos.
8.- Los puntos clave.
Llegamos así al centro de estas reflexiones. En mi opinión, hay que afirmar dos cosas con igual libertad e igual rotundidad: a) que las sesiones del Parlament del 6-7 de septiembre y el pseudoreferéndum del 1-0 no tienen justificación democrática posible, y no se puede apelar a ellas como a un mandato del pueblo catalán. Pero también b) que las últimas reacciones del gobierno del PP no son justificables: aunque la respuesta de Puigdemont a la pregunta de Rajoy no estuviera dada en la forma precisa en que se le pidió (sólo sí o no), había margen más que suficiente para entender que afirmaba no haber declarado la independencia, en vez de recurrir a una puesta en acto del dichoso artículo 155 y además en su versión más dura y más total.
Afirmo esto segundo reconociendo que también las Constituciones de otros países tienen ese tipo de artículos y que las leyes están para aplicarse cuando sea necesario. ¡Faltaría más! Pero ya santo Tomás hablaba de la prudencia como una virtud que debe regir a las demás virtudes y moderar la fortaleza. Y añadía que se oponen a ella la precipitación y la inconsideración (2ª2ae. 166, 2 ad 1; 1ª 2ae. 57,5).
Resulta por eso muy extraño que, cuando se le preguntó al presidente del gobierno si esta medida no sería contraproducente, respondiera apelando al cumplimiento de su deber, cuando no había tenido ese sentido del deber a la hora de dimitir, vista su ignorancia supina (o su complicidad tácita) ante el escándalo de la corrupción y de toda la caja B del PP que ha sido calificada por la justicia como "atentado al estado de derecho". No tendría justificación ahora que la atención al 155 nos distraiga de ese deber a cumplir.
9.- Otra vez la prudencia
Esta misma apelación a la prudencia vale para el encarcelamiento por "sedición" de los presidentes de ACN y Omnium Cultural: la justicia no funciona matemáticamente, como nada humano funciona así. Y aunque hay juristas que creen que esa acusación "podría no ser inexacta", es aún más claro que no era evidente. En este caso se ha cumplido la sabia observación de la jurisprudencia clásica: "summum ius summa iniuria".
10.- Lo que menos se dice.
Proclamada claramente mi oposición al 155, debo añadir también una crítica seria a los que lavan el cerebro a la juventud, afirmando que eso es "una vuelta a la dictadura franquista". Quienes conocimos aquella dictadura, que nuestra juventud ya no conoció, sabemos que esa es una afirmación falsa y que apelar a ella es una falta de nobleza, digna casi de un adoctrinamiento yihadista.
Cabría preguntar si aquí, otra vez, no estará pagando el PP su reticencia a la recuperación de la "memoria histórica" que hubiera mantenido más viva la idea de lo que fue verdaderamente el franquismo. De ser así, otra vez vale aquí el refrán: aquellos polvos trajeron estos lodos.
Pero, en cualquier caso, debería quedar claro que, si algo ha resucitado del franquismo en este problema, ha sido mucho más en TV3 que en el 155.
11.- A largo y corto plazo
Si hablamos de manipulación del pueblo, creo que hay que hablar también de una manipulación de los políticos por grupos de presión anónimos. En el caso del PP, esto parece muy claro respecto de la extrema derecha franquista que hasta ahora le ha supuesto buena parte de sus votos, y que ya ha comenzado a asomarse por ahí con su vieja "dialéctica de los puños y las pistolas". En el caso de los políticos catalanes parece que han sido movidos por otros lobbies culturales que, en realidad, no buscaban la independencia (porque la saben hoy numéricamente imposible) sino el aparecer como víctimas desarmadas frente a unos verdugos opresores, porque esto aumentaría rápidamente el número de independentistas. Cuesta entender que el PP haya sido tan ciego ante esta astucia, embistiendo al trapo rojo cada vez que se lo ponían delante.
12.- Ejemplos ya
Se ha hablado muy sonoramente del modelo de justicia y solidaridad que será esa Catalunya independiente. Ojalá: porque entonces yo sería el primero en apuntarme a esa independencia. Pero, para que los grandes ideales sean creíbles, hay que intentar anticiparlos al menos parcialmente, cuando aún no son del todo posibles.
Pues bien, muchos catalanes ignoran que, mientras el presidente del gobierno español tiene un sueldo de 79.700€, el president de Catalunya gana 145.000 €, los consellers unos 109.000 € y los ministros del gobierno español unos 68.000; el director de TV3 108.000 €... Y el Parlament catalán gasta más para financiar a los partidos de lo que gastan el Congreso y Senado español juntos.
Dos cosas me sorprenden de estos datos, que aún podrían prolongarse:
a.- He visto que varios amigos sinceramente independentistas desconocían totalmente estos datos que son fácilmente accesibles por internet. Eso indica que una de las cosas, más urgentes y necesarias para afrontar esta situación es que todos podamos tener una información igual, lo más objetiva posible y con sus fuentes bien claras. Sobrada razón tenía aquel que dijo que "la primera víctima de la guerra es la verdad".
b.- No he oído nunca que algún político, "estrellado" o "no estrellado", se haya opuesto a esa injusticia, ni que, por ejemplo, en esa Catalunya feliz y justa que se nos prometa que, tras la independencia, el presidente del nuevo estado nunca cobrará más de unos 5000 € mensuales... Es por eso legítima la pregunta que hemos oído algunas veces: ¿Quién roba a quién? Porque, en esta querida Catalunya, existen también situaciones indignantes de miseria, y ese "terrorismo laboral", fruto en buena parte de una ley llamada de reforma laboral a la cual el PdeCat (entonces CiU) votó sí. ¿Quién garantiza pues que esa ley inicua no se vaya a mantener en la república catalana?
"Los derechos de los pobres son más sagrados que los derechos de los poderosos", decía Augusto César Sandino. Y eso explica por qué, entre nosotros, muchos inmigrantes, africanos o sudamericanos, se maravillan de que tengamos esas peleas, cuando ya quisieran ellos para sus países de origen, una situación como la que tenemos aquí.
APÉNDICE PARA CRISTIANOS.
Hablando ahora cristianamente, hay que añadir que lo cristiano, por difícil que parezca, es solidarizarse con el dolor de todos, no sólo de "los míos" o "los nuestros". No debemos desconsiderar las malas noches que habrán pasado Puigdemont o Rajoy, contentándonos con pensar que ellos se lo han buscado. Debemos intentar llorar con el dolor actual de todos los catalanes no separatistas y con la probable desilusión futura de los independentistas. Debemos buscar ante todo que no acabe habiendo muertos en este choque de ciegos, y que no vuelvan a aparecer los tanques por las calles de Barcelona: porque una cosa es declarar alegremente el 155 y otra poder ponerlo en práctica, sobre todo cuando lo que más busca la otra parte es la victimación.
Sólo si hacemos nuestras todas esas lágrimas y todas esas desesperaciones comenzaremos quizás a comprender que ha sido una locura llegar hasta ellas. Y actualizar el más difícil y más grande de todos los preceptos evangélicos: "amad a vuestros enemigos". Ahora, en este momento tan pasional, esos enemigos son todos aquellos que nos parece que no tienen nada de razón: amarlos aunque no compartamos la que nos parece ser su sinrazón. Y que ese amor se vuelva activo como es siempre el amor. Como cristianos, tengamos muy en cuenta que lo que nos jugamos ahí no es un mero virtuosismo ético, sino nada menos que amar o no amar a Dios; que sin esa actitud, nuestro amor a Dios es simplemente "una mentira". Y desde ahí habrá que responder también a todas las acusaciones de "fachas", de traidores o de vendidos que no tardarán en llegar.
Para eso es imprescindible una profunda experiencia o, por lo menos, un atisbo serio de la grandeza indecible del misterio de Dios que nos envuelve: porque desde ahí se vuelven pequeñas todas nuestras realidades; y luego regresaremos a ellas, por supuesto, pero regresaremos a ellas como lo que son: como cosas pequeñas, nada absolutas.
Apéndice el martes 31
Esta mañana ha habido dos sucesos nuevos: el discurso de Puigdemont en Bruselas y la declaración del Supremo admitiendo la querella de la fiscalía que califica el delito de los independentistas como "rebelión" (!), con la posibilidad de penas de hasta 30 años. Temo que ambos confirmen lo antes dicho: unos apelan a la democracia para justificar lo que fue un abuso reprobable de ella. Los otros invocan la justicia para cohonestar un uso desconsiderado de ella. Ambas partes se consideran el bien absoluto y miran a la otra parte como el mal absoluto. De este modo convierten en sinrazón toda la razón que pudieran tener.
Temo que el diálogo resulte imposible cuando los dos se niegan a reconocer los propios defectos, bien patentes a mi modo de ver. Eso me lleva también a una crítica a la UE por haberse negado a intervenir como arbitraje, que habría sido el único modo de llegar a un acuerdo. Como si cuando vemos que los vecinos están a punto de matarse pudiéramos contentarnos con comentar: "es un problema suyo". Por eso termino pidiendo que Europa haga al menos algo para evitar que a los secesionistas les caigan 20 ó 30 años de cárcel, cuando tantos ladrones de la trama Gürtel y demás, menos ciegos pero más deshonestos, pueden quedarse con sólo 4 ó 5.
Al acabar la mañana, me tocaba presidir la eucaristía, hoy con la lectura de Romanos 8: la creación entera gime con dolores de parto. He recordado la frase de Paul Claudel: "mi fe me lleva a creer que el dolor del mundo no es un dolor de agonía sino de parto". Todo quizá no, pero ojalá buena parte de él sea efectivamente eso. Y ojalá que las sacudidas de estos días acaben, como anunciaba Pablo, en "la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (Rom 8,21)
José Ignacio González Faus, sj