Tras la Diada
1.- Un hecho elemental puede servir de punto de partida: hay en Cataluña cientos de miles (quizás millones) de sensibilidades heridas. Una sensibilidad herida no se arregla con apelaciones moralizadoras a bellas palabras. Prescindiendo de cómo se interprete, ese hecho terco y patente constituye un problema que obliga a Rajoy a despertar de su sueño: porque cuando un gobernante decide no abordar un problema serio, es un pésimo gobernante aunque se parapete tras las leyes. Más aún si ese mismo gobernante, ante otro hecho amenazador, busca cambiar las leyes para que gobierne no quien ha conseguido mayoría absoluta, sino la minoría más grande.
Viendo actuar a Rajoy me pregunto a veces: ¿miente, o es que no se entera? Hoy creo que Don Mariano miente. No por falta de honradez, sino porque es rehén de toda la extrema derecha de su partido: ese complejo de lepenistas, franquistas, falangistas, o blaspiñares que puede representar en torno al 15 % del electorado español. Rajoy sabe que si el PP intenta ser una derecha civilizada ante realidades complejas, perderá el apoyo de esa ultraderecha de evidencias simplistas, y no podrá ganar unas elecciones: pues ya no superará un 20 % del electorado. Por algo Aznar aventaba aquel eslogan: “estamos girando al centro” que, como es natural, nunca cuajó.
El porvenir del PP está en manos de esa extrema derecha, que tiene cogido a Rajoy por los mismísimos (por los mismísimos votos, quiero decir). Por eso miente, aunque mienta sin querer. Y por eso dije antaño que, si un día Cataluña es independiente, en las estatuas de “padres de la patria” ante el Palau del Govern, junto a los Casanovas, Cambós, Companys y demás que se quiera poner, no debería faltar una estatua de don Mariano Rajoy, verdadero padre de la independencia catalana.
2.- Pero la cosa no termina aquí. Punto de partida de estas reflexiones quería ser un hecho primario e innegable: cientos de miles de sensibilidades heridas en Cataluña. Pero causa de esas heridas no ha sido sólo el PP. Tanto TV3 como Catalunya Radio se han dedicado a exacerbarlas, con una unilateralidad digna de aquel Urdaci de los tiempos de Aznar: reduciendo unilateralmente los informativos, negando presencia y voz a catalanes y catalanistas serios y razonables, capaces de dialogar con argumentos, y contando con que, entre oír noticias en castellano o en catalán, el ciudadano de aquí se decantaría lógicamente por lo segundo.
¡Hasta he visto en los cines una anuncio de la Generalitat que decía “Celebrem el 1714!”. Yo no soy historiador y no sé decidir; pero muchos sostienen que en 1714 no hubo una lucha de Cataluña contra España, sino una lucha entre dos Españas: la austríaca y la borbónica donde, desgraciadamente, fue derrotada la primera, que era dominante en Cataluña. Esta otra visión de los hechos no es considerada en medios oficiales de comunicación catalanes donde, si acaso se escuchan voces discordantes, son sólo las de fanáticos impresentables que acaban hiriendo otra vez las sensibilidades y dejando a los oyentes convencidos de cuánta razón tienen y qué despreciables son los que no opinan como ellos.
Lo ocurrido con Raimon resulta significativo: cuando el cantante se manifestó tranquilamente contrario a la independencia alegando sus razones, pasó de ser símbolo del “poble que no vol morir” a traidor a la patria que no merece ni ser escuchado. Raimon volvió al silencio con la dignidad que siempre le caracterizó. Pero véase la columna de Puigverd en La Vanguardia (12.05): “¡no toquen a Raimon!”.
En este inflamar las heridas interesadamente hay una culpa de los gobiernos de CiU. Si antes critiqué a Rajoy, ahora convendría agradecerle que tanto TV1 como RNE hayan estado, en esta segunda etapa del PP, mucho más dignas y correctas que en la primera; y, en el tema Cataluña-España, mucho más serenas y neutrales que TV3 y CR.
Las sensibilidades heridas me parecen algo sumamente respetable. Pero no hay acceso a ellas a través de razones o principios morales, sino sólo a través de empatía. Si intentas ver qué puede haber de verdad o de razón en el otro lado (lo que sería el principio de todo diálogo) entonces eres simplemente “la puta y la ramoneta”.
Lo de la puta viene bien ahora, porque sirve para designar un tipo de palabras (suelo llamarlas “palabras-puta”) que, sólo con pronunciarlas, crean en el entorno una sensación de incomodidad, desazón y rechazo. Entre esas palabras funciona hoy en Cataluña el vocablo Madrid (supongo que en otros lugares del estado funcionará así la palabra Cataluña). Madrid ya no es un término polisémico que, además de designar a la capital del reino (simplemente porque está geográficamente en el centro), señala una serie de entidades, factores culturales y personas de lo más variopinto: con extremas derechas y extremas izquierdas, médicos admirables, gente muy amiga de los catalanes (y a la que algo debe Cataluña) y gente que no puede verlos…
Madrid ha pasado a ser casi sinónimo de Satanás. Antaño critiqué el falso lamento de “Madrid nos quitó el Estatuto” porque, de hecho, Madrid aprobó el Estatuto catalán: quien lo rechazó fue un poder judicial que también ha echado por tierra aspiraciones de otras comunidades. Esa distinción elemental ya no vale. (Como tampoco valdría ahora la cuestión de si el Estatuto era realmente inconstitucional, como sostienen algunos juristas, y fue deliberadamente más allá de lo posible, contando con que quizás pasaría para evitar líos. Y, si no pasaba, sería un arma excelente para herir todavía más las sensibilidades. Ese rumor existe y siento no poder aclararlo).
Las sensibilidades exacerbadas, hieren a su vez las sensibilidades del lado opuesto, acabando en esa estéril pugna de quién empezó. Creo que ahí estamos hoy. Los “posicionados” de ambos lados que lean estas líneas me aplaudirán cuando critico al otro, pero dirán que no entiendo nada cuando les critico a ellos. Por eso me parecen inútiles las apelaciones al diálogo: hoy por hoy, el único diálogo que cabe en este problema y en este país son monólogos que gritan, tratando sólo de que triunfe su versión. Pero diálogo significa precisamente “dejarse atravesar por la razón del otro” (dia-logos, para quien tenga alguna noción de griego).
Quizás, antes de iniciar un diálogo y para que no resulte estéril, todos los participantes deberían ver varias veces la película Rashomon, de A. Kurosava. Allí podríamos aprender que lo que nos ocurre a nosotros no es exclusivo nuestro, sino un rasgo humano universal, tan presente en la España del s. XXI como en el Japón del s. XII.
Pero ni esto sería suficiente, por otra razón: si Rajoy me parece rehén de la extrema derecha, ahora debo añadir, resumiendo lo dicho en esta segunda parte, que Mas parece rehén de ERC. Y ambos con cierto síndrome de Estocolmo. Algunos han escrito sobre un Artur Mas consciente del callejón sin salida en que está metido y que en público ha de decir siempre lo que agrade a ERC (pues mañana mismo podría echarlo del gobierno), mientras en privado busca apoyos para encontrar una salida. Al lector que conozca la exitosa novela de Dolores Redondo (Legado en los huesos) podría decirle que tanto la extrema derecha franquista como ERC se parecen a aquel doctor Berasategui que, sin cometer ningún crimen, era inductor tácito de todos los que aparecen en la novela.
3.- ERC mantiene una coherencia admirable y tenaz: prefieren incluso una independencia con hambre que pan sin independencia. Pero, como esto no pueden decirlo al electorado, han sido maestros en el arte de enconar sensibilidades. Sin apenas aparecer hicieron caer a los que se unían a ellos, como ahora hacen tambalearse a CiU, sin comprometerse en nada. Sus únicos errores aparecen cuando se comprometen en algo. Por ejemplo:
- Cuando Junqueras apeló a la desobediencia civil y a Luther King, debía saber perfectamente (porque es hombre culto) que desobediencia civil es el rechazo a un elemento del sistema, como contrario a la totalidad de ese sistema que el desobediente acepta. Nada de esto tiene que ver con el caso Cataluña, y Junqueras debe saberlo. Pero la expresión desobediencia civil suena tan noble y ética que resultaba aptísima para enconar sensibilidades.
- También considero error grave equiparar el derecho a votar con el derecho a la vida: porque éste es mucho más primario; porque incluso ese derecho no lo consideran como absoluto muchas legislaciones civiles (caso del aborto) y, sobre todo, porque si tan decisivo es ese derecho a votar, Esquerra debió sacar las urnas a la calle mucho antes: cuando CiU preparó aquella serie de medidas crueles y anticiudadanas, disfrazadas como “recortes” y de las que, por ejemplo, muchos trabajadores de la medicina pública en Cataluña, podrían contar horrores. Miles de catalanes habrían votado con ganas aquellos días. ¿Por qué no se les facilitó si somos tan democráticos, y nos profesamos de izquierdas? ¿Fue porque las sensibilidades heridas podrían haber cambiado de dirección?...
- Finalmente la pregunta de la famosa consulta es tan manipuladora como para resultar antidemocrática. Yo aspiro a que un día pueda haber en Cataluña no ya una consulta sino un auténtico referendum bien dialogado, preparado y concretado. Pero no con preguntas del tipo de “¿quiere Ud jamón? ¿prefiere Ud jamón o embutido?”. En un ambiente de sensibilidades heridas, casi todos dirán sí a esas preguntas. En una sociedad de mercado, como nos dicen ser la nuestra, la primera reacción del ciudadano será preguntar: ¿a qué precio?. Con esto llegamos al último punto de estas reflexiones.
4.- Hace pocos días, en medio de esas oscilaciones que lo caracterizan, Artur Mas lanzó, por fin, la pregunta más primaria y elemental de toda esta historia: ¿de qué servirá una Cataluña independiente si no es reconocida por los demás países?. Era quizás un globo-sonda que no fue recogido por los medios. Sin embargo, tan evidente como nuestro punto de partida (las sensibilidades heridas), es que una Cataluña independizada a la fuerza e ilegalmente establecida, de entrada no será reconocida por nadie. ¿Por qué entonces la obsesión de ERC por sacar las urnas y votar el 9N, contra viento y marea, ciscándose en dictámenes del Constitucional o de quien sea? Aquí es donde nace el miedo que me ha movido a escribir estas líneas:
En una situación así, con gente ciegamente decidida a sacar urnas y votar, y con las fuerzas del orden obligadas e impedirlo, es bastante probable que hubiera algún muerto. Déjeseme decir que éste sería el mayor trofeo para ERC. Saben que el 9N no puede haber referendum: pero saben que si ese día hubiera algunos muertos en la calle, resultaría una desautorización absoluta del gobierno español a nivel internacional, y una coacción ineludible a realizar el referendum. Que, en un contexto de sensibilidades heridas, y ahora más por las muertes, supondría el triunfo de la independencia.
Temo que esto no se arregle suspendiendo la consulta y convocando elecciones anticipadas: pues veo muy probable que esas elecciones las gane ERC, vampirizando, otra vez, al compañero, y dejando a Mas en situación de decir: “he aquí la esclava de ERC, hágase en mí según tu palabra”…
Preferiría ser Casandra que Maquiavelo. Pero parece imposible que eso no se haya pensado alguna vez. Y, si de veras no lo han pensado, una vez dicho ya no cabe eludir la responsabilidad: el 9N (o unos meses después) podría haber muertos…
Que una cosa son las manifestaciones festivas y alegres, que no arreglan nada pero en las que se está muy bien, y otra muy distinta es cómo encajar todo eso en esta dura e inflamada realidad.