sin querer herir pero sí reflexionar ¿Notre Dame o Leur Dame?

Agradecer a Francisco que no asistiera a la reinauguraciòn de Notre Dame

No era un acto de culto sino de exhibición de políticos interesados

Para que no parezca que eso se dice por sentimiento antifrancés, va bien una reflexión sobre la Sagrada Familia que está por así decir en mi misma casa

Y perdón si molesto: tratemos de sustituir el enfado por la reflexión cristiana

Tiene uno a veces la sensación de que hay unos eclesiásticos que creen que la Iglesia está para servir al mundo y otros que creen que el mundo está para honrar a la Iglesia. Craso error el de estos últimos: porque el mundo solo honrará a la Iglesia en provecho propio.

Por eso creo que hay que agradecer a Francisco que se negara a asistir a la celebración de la catedral parisina reconstruida. Pues la sensación que da es que allí no se trató de dar culto al Altísimo (muchos de los jefes de estado asistentes no son católicos), sino de una oportunidad del señor Macron para sostenerse en momentos tan críticos como los que está pasando y para presumir de que “las grandes naciones pueden hacer lo imposible”; o del señor Trump con su inseparable amigo Musk para exhibirse antes de comenzar su mandato; o del presidente Zelenski o la presidenta Meloni para dejarse ver… Porque como dijo aquel día Macron: “el mundo nos está mirando”.

La iglesia francesa estuvo discreta, más aún con la pretensión de celebrar la inauguración fuera de la catedral, aunque luego la lluvia les obligase a entrar dentro. Pero los políticos dieron la sensación de apropiarse de Nuestra Señora. Y menos mal si eso ha servido para que dialogaran algo entre ellos: como dice el refrán “no hay mal que por bien no venga”.

Notre Dame es una belleza, sin duda. Y me parece bien que se reconstruyan las obras de arte. Aplaudo además el homenaje hecho a los bomberos. Solo pretendo decir que aquel no era un lugar para el sucesor de Pedro. Y además suscitar la sospecha de que esa época medieval de las grandes catedrales está pasada.

Y para que nadie crea que esto es un exabrupto antifrancés de uno de esos hispanos que cantaban que “la Virgen… dice que no quiere ser francesa”, voy a poner otro ejemplo del mismo lugar en que resido y que molestará a muchos catalanes, a los que pido perdón por ello: soy muy poco partidario de La Sagrada Familia como templo.

Soy admirador de la persona de Gaudí y me alegraré si llega a los altares; no tanto de su arquitectura que a veces me resulta demasiado barroca o retorcida (desde mi punto de vista religioso creo que donde haya una iglesia románica, pueden retirarse las demás). Tampoco dudo de que la Sagrada Familia sea una gran obra de arte, fuente de numerosas visitas, de innumerables fotografías y de buenos ingresos. Lo que pongo en duda es si hoy esos grandes monumentos merecen el nombre de templos, o si se parecen más a aquel Templo de Jerusalén (que era otra maravilla) y con el que Jesús entró en conflicto, le anunció que no quedaría de él piedra sobre piedra y fue condenado a muerte por blasfemo y enemigo del Templo.

Después de Jesús, Pablo de Tarso escribió a sus cristianos que “el templo de Dios sois vosotros” (1 Cor 3, 16.17). Las grandes catedrales o basílicas fueron útiles en las condiciones sociales y de analfabetismo de la edad media (y de aprendizaje de arquitectura, como cuenta el británico Ken Follett en Los pilares de la tierra). Quedan como memoria de lo que fue simplemente.

Lo que no acabo de entender es que puedan serlo hoy. Y recuerdo ahora que hará más de diez años, en uno de los barrios más míseros de Asunción del Paraguay, y en las condiciones de ese barrio, se celebró una ordenaciones sacerdotal de dos jóvenes jesuitas que provocó gran escándalo y críticas de los bien pensantes, por escandalosa e irreverente. Por supuesto si aquella ordenación presbiteral se hubiese celebrado en Notre Dame o en La Sagrada Familia, nadie se habría escandalizado. Pero la pregunta que queda pendiente es cuál de esas dos ceremonias sería de mayor gloria y de más auténtico culto al Dios revelado en Jesucristo.

Y mi sensación es que la repuesta a esta pregunta estaba ya contenida en un vejo salmo que podemos parafrasear así: “no necesito vuestros grandes templos, pues el orbe y cuanto lo llena es mío; si tuviera necesidad de un edificio no te lo diría, pues las piedras y los metales son todos míos” (salmo 50). O en las otras palabras de Isaías: “¿Qué casa me vais a edificar o qué lugar para mi descanso? Todo eso lo hicieron mis manos. En ese pondré mis ojos: en el humilde y abatido que se estremece ante mis palabras” (66, 1.2)…

Pido perdón a quienes se hayan irritado por esta reflexión. Pero me atrevería a decirles que, si se creen cristianos, intenten repensarla un poco ante el Señor. Y por mi parte: gracias hermano Francisco.

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