El Daesh español: una Derecha Agresiva En Suelo Hispano Díaz Ayuso y Rocío Monasterio: las guardianas del "Yihadismo hispánico"

Díaz Ayuso y Rocío Monasterio:  las guardianas del "Yihadismo hispánico"
Díaz Ayuso y Rocío Monasterio: las guardianas del "Yihadismo hispánico"

Cómo puede ser que tuviera un número significativo de adictos en nuestro mundo occidental que creemos civilizado y “desarrollado”

Nuestras izquierdas parecen reconocer que su problema no está en la falta de adeptos, sino en que los suyos “no van a votar”. Toda la campaña están dirigiéndola a que los suyos no se queden en casa el día de las elecciones. Pero no se preguntan por qué los suyos no van a votar

En esas abstenciones late una desilusión y una crítica tácita a una democracia, como la nuestra, llena de defectos que nosotros hemos aceptado

"Nuestro sistema económico es tremendamente eficaz, pero necesita cada vez más policía” (confirmado luego por nuestra ley mordaza)

“La falta cada vez mayor de fines, en una sociedad que aumenta sus medios es, sin duda, la fuente más profunda de nuestro descontento”

Cuando en el mundo árabe apareció el Daesh (que aquí algunos llamaron califato) con todas sus barbaridades y excentricidades, una de las cosas que se preguntaron nuestros sociólogos fue cómo podía ser que tuviera un número significativo de adictos en nuestro mundo occidental que creemos civilizado y “desarrollado”, tanto en el sur y norte de Europa como en Norteamérica. Aquella pregunta es la que quisiera recoger en estas líneas, ciñéndome a unas anécdotas “typical spanish” de estos últimos días.

Las señoras Díaz Ayuso y Rocío Monasterio configuran una especie de Daesh español. Lo de Daesh es un acrónimo árabe que venía a significar: estado islámico en Irak y Siria (de donde vino el inglés ISIS: State Isamic Syria Irak). Ahora podríamos hablar de una Derecha Agresiva En Suelo Hispano. Otros han preferido calificar a esas señoras como las “Trump-osas” hispánicas por la virulencia y tono de superioridad de su lenguaje. Pero Trump representaba a una “América profunda” que ha existido siempre. Y no creo que exista un “Madrid profundo” paralelo; en todo caso sería un Madrid bien visible, supermillonario y corrupto.

De hecho, como estamos  viendo en las elecciones madrileñas, nuestras izquierdas parecen reconocer que su problema no está en la falta de adeptos, sino en que los suyos “no van a votar”. Toda la campaña están dirigiéndola a que los suyos no se queden en casa el día de las elecciones. Pero no se preguntan por qué los suyos no van a votar. Y mi sospecha es que en esas abstenciones late una desilusión y una crítica tácita a una democracia, como la nuestra, llena de defectos que nosotros hemos aceptado. El yihadismo hispánico (igual que el musulmán) recogen y aprovechan esa crítica y esa insatisfacción, aunque la dirijan a otros puntos del sistema.

Iglesias abandona el debate de la SER
Iglesias abandona el debate de la SER

Por eso, mis queridos Àngels (Barceló) y Ángel (Gabilondo), dejadme preguntar si no resulta un poco “angelical” limitarse simplemente a decir a Monasterio y a Ayuso: “nosotros somos demócratas”. Eso no me parece modo de combatirlas, cuando nuestra democracia es profundamente injusta y profundamente vacua: paséense por las cañadas reales de cada gran ciudad; lean informes de Caritas, de Arrels, de Amnistía Internacional, relean una ley inmoral llamada de “reforma laboral”… Una democracia con una injusticia fiscal clamorosa; una democracia en manos de unos poderes fácticos que ya no son (como cuando Franco) la Iglesia y el Ejército, sino las multinacionales, los bancos y la publicidad. A aquellos poderes fácticos los criticamos, mientras que a estos los hemos aceptado.

Por supuesto, ni Ayuso ni Monasterio critican nuestra democracia por esos defectos. Pero la critican. Y a la gente descontenta con nuestra situación (con más posibilidades de sufrir síntomas que de hacer diagnósticos), les basta con eso: con alguien que salga al encuentro de su descontento y los manipule sin ellos saberlo.

Porque además, tampoco nuestra defendida democracia ofrece razones para vivir que no sean, otra vez, el consumismo desenfrenado y la presunción y ostentación por él. La extrema derecha ofrece hoy una razón para vivir y una meta por la que luchar (falsas, pero que son algo frente a la no oferta de nuestra sociedad). Esa vacuidad y esa mentira están bastante bien pintadas en la película “Sin rodeos”, aunque no sea una película perfecta. Pero aquella Maribel Verdú de la película puede representar a los miles de ciudadanos que votarán a quien manipule su descontento, aunque no sea más que “pa joder al sistema”.  Y si no, pondremos al final dos viejos chistes de El Roto sobre el carácter providente del mercado y sobre la nuestra publicidad: “la realidad es una alucinación producida por la falta de propaganda”… (Gracias Andrés)

Ni siquiera sé si esta extrema derecha nuestra merece el nombre tópico de fascista. El fascismo, con toda su inmoralidad, tenía una sistematización intelectual que nuestras dos hermanas citadas de extrema derecha no parecen tener. Pero si queremos llamarlas fascistas, deberíamos preguntarnos por qué solo ahora nos damos cuenta de eso. Hace ya 30 años escribí unas páginas tituladas “El fascismo que viene”. No fui el único; pero entonces nadie quiso hacer caso, y preferimos seguir tan tranquilos “bailando en la cubierta del Titanic. Y evoco aquel escrito porque (además de algún dato concreto preocupante, como el aumento de la depresión entre nuestros jóvenes), citaba dos avisos que vale la pena repetir: ya hace un siglo que H. Spencer escribió: “nuestro sistema económico es tremendamente eficaz, pero necesita cada vez más policía” (confirmado luego por nuestra ley mordaza). Y hace más de 50 años que P. Ricoeur avisó: “la falta cada vez mayor de fines, en una sociedad que aumenta sus medios es, sin duda, la fuente más profunda de nuestro descontento” [ambas citas en p. 170 del libro de varios autores: El neoliberalismo en cuestión]. Igual que hizo la yihad islámica, es ese descontento el que da votos al Daesh hispano.

El discurso del odio de VOX
El discurso del odio de VOX

Y la historia parece repetirse: de los tristes muchachos de ETA dije siempre que eran inmorales y criminales, pero que eran también “hijos nuestros”: bastardos e ilegítimos si se quiere, pero hijos nuestros. Pero entonces la autocrítica propia era despachada como complicidad terrorista. Con la extrema derecha está pasando lo mismo: se trata de tener la sensación de que se vive para algo y que hay una causa a la que entregarse, que es lo que nosotros no hemos sabido darles y lo que da sentido a nuestras vidas, como lo dio a muchos chavales etarras.

Una palabra final para cristianos: las lecturas de la misa de hoy 26, recogen la frase de Jesús “vosotros sois la luz del mundo”. No es una  alabanza de la que presumir farisaicamente, sino un deber al que entregarse. Y lo que hoy habría de iluminar esa luz son al menos dos cosas:

a) la enorme cantidad de sufrimiento escondido que hay en nuestra tierra (recordemos otra vez que cada día mueren de hambre unos 9000 niños y que las migraciones han producido más muertos que la covid19).

Y b) iluminar cuál es la verdadera motivación de todas nuestras actitudes, palabras y conductas: porque esa luz no la necesitan solo las señoras Monasterio y Díaz Ayuso, (que mucho parecen necesitarla) sino también todos y cada uno de nosotros.

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