Tras el fracaso en formar gobierno
2.- A Albert Rivera. Me considero hombre de izquierdas y, con ello, quiero decir que no estoy en demasiada sintonía con muchos de sus planteamientos sociales. Pero también quiero felicitarle muy seriamente por dos razones: haber dado, ¡por fin!, presencia a algo que necesita mucho este país: una derecha civilizada frente a la derecha energúmena que tiene secuestrado al PP. Y haber dado también un ejemplo de actuación parlamentaria: con seriedad, sin perder tiempo en exhibicionismos y tratando de argumentar más que de figurar. Comprendo a los que le han votado como el mejor.
Pero creo que lleva Ud. un freno de mano puesto que, otra vez, tiene que ver con el problema catalán: sé que C’s nació precisamente para luchar contra el independentismo. Tenéis pleno y absoluto derecho a ello. Pero ya sabemos cuántas veces el defender con demasiada radicalidad una causa, es la mejor manera de dañarla. Yo he criticado como ceguera la marcha actual del proceso soberanista: y hasta me gané por ello el calificativo de “Pepero”, de parte de un gran amigo catalán. Pero sigo viendo claro que una ruptura no puede llevarse a cabo con menos del 50% de los votos (ni aunque luego las leyes electorales conviertan esa minoría de votos en una mínima mayoría de escaños).
Desde una óptica budista (ya que Ud. no es cristiano) añadiría además que eso de las patrias y de las naciones me parece una de las realidades más aparentes y más relativas que hay en nuestra vida, aunque luego nosotros tendamos a absolutizarlas: no porque sean absolutas en sí, sino por nuestra necesidad de tener absolutos. En fin, amigo Albert, deberíamos todos recordar algo que le oí una vez a Josep Ramoneda: una de las grandes necesidades de nuestra hora histórica es saber juntar la fidelidad radical a las propias convicciones con la capacidad para el respeto, el diálogo y la flexibilidad a la hora de convivir con quienes no las comparten.
3.- A Pablo Iglesias. Debo comenzar confesándote que las pasadas elecciones voté a Podemos y hoy estoy arrepentido. Dejé mis antiguas fidelidades que habían oscilado entre el voto en blanco y (en otros momentos, por ejemplo en la época de Anguita) IU. Y lo hice porque me parecía lo más eficaz para librarnos de D. Mariano. Me equivoqué y, por el momento, no volveré a votaros. Creo que la hora histórica reclamaba de vosotros una actitud más en la línea de lo que pidieron M. Carmena y C. Jiménez Villarejo. Te voy a decir cosas duras, por eso quisiera dejar claro que no pretendo juzgar tu persona, sino sólo tu actuación en estos días de debate. Creo profundamente que todos los seres humanos somos capaces de cambiar, por difícil que parezca.
Eres buen orador (pero también lo es, y muy bueno, el señor Rajoy). Sólo que la política es mucho más que oratoria. Me considero tan de izquierdas como tú y fui tan entusiasta del 15M como tú. Pero, precisamente desde la izquierda, no puedo compartir la sensación que has dado de chulería y vanidad, de ligereza y hasta de cierta irresponsabilidad. Prefiero la manera de hablar de tu segundo Errejón, más llena de razones que de exhibicionismos. Tu demanda pública de una vicepresidencia ya antes de haber comenzado a dialogar, me heló la sangre. Es brillante decir que no se puede hacer una política social de izquierdas con una economía de derechas. Pero es irresponsable decir sólo eso, olvidando que España no es un país independiente: que formamos parte de una Europa dominada hoy por un nazismo bancario.
Y que, vista la mala sangre y el egoísmo con que la UE maltrató a Grecia, no puedes ignorar que te expones a acabar como un Varoufakis suelto por ahí (por grande que sea mi admiración hacia el economista griego). Como politólogo, aceptarás seguramente la frase de G. Amgaben sobre los campos de concentración: hoy “el campo es el mundo”; y coincidirás en que los países (o mejor Bancos) del Norte de Europa buscan hoy convertir a los del sur en pequeños “Läger” disimulados. Pues bien: de un campo de concentración no se sale pasando en seguida a palacio, sino mejorando un poco la situación presente; y algo de esto es lo que creo yo que buscaba el pacto POSOE-C’s. O con otro ejemplo mejor: esa figura ejemplar que es J. Mügica el expresidente de Uruguay, declaró en una entrevista reconociendo que no había hecho ni la mitad de lo que hubiera querido: “soy socialista, pero no soy tonto”…
En fin, si no oí mal (porque llegué tarde), en la tertulia de la SER del viernes 4, otro hombre de izquierdas como L. García Montero dijo (o citó a alguien que decía) que el mayor enemigo de Pablo Iglesias, es él mismo. Te pediría que no olvides esto.
4.- A D. Mariano Rajoy. Quiero ser breve con Ud. porque ya le he criticado demasiado. Pero no puedo dejar de decirle que el insulto a Sánchez de que había aceptado buscándose sólo a sí mismo “y eso también es corrupción”, me parece una de las actuaciones con más bajeza moral que se han oído en nuestro Parlamento. Quiero aceptar lo que dice su partido de que fue un calentón que no estaba en el texto previo. Pero desde el punto de vista de la ética política, me parece suficiente ella sola para que Ud. dimitiera en seguida, por usar así precisamente lo que constituye su propia mancha: porque, como cristiano, pienso que un político elementalmente honesto que se ve anegado por esa gota fría de la corrupción económica, no tiene más salida que dimitir: o por incompetente (si no se había enterado) o por encubridor (si la conocía). Y ya que Ud. presume del apoyo de la Europa actual, sabrá que en ella aún dimiten los políticos por cosas mucho menos graves como haber plagiado una tesis doctoral…
Con voz bien baja, sin ninguna clase de hostilidad, sabiendo que todos hemos hecho mal mil cosas en nuestra vida, y mirando al futuro de este pueblo, me atrevo a decirle: por favor, amigo, retírese; hará Ud. un enorme favor a su partido y un servicio a su pueblo. Retírese un tiempo a meditar en paz. Y hasta me atrevería a recomendarle lo que puede leer en ese tiempo: simplemente los Evangelios, y los últimos informes de Cáritas y de Oxfam-Intermón, que me temo que no los conoce.
5.- A todos. El último detalle a no olvidar de la sesión de ayer, fue la advertencia del presidente del Congreso, pidiendo silencio a todos esos parlamentarios que se dedicaban a hacer murmullos y no dejar oír, cuando hablaban los de posturas contrarias a la suya (y que parece que eran sobre todo gente de PP y Podemos). Es otra anécdota para aquel “Celtiberia Show” de Carandell. Anécdota para sonrojarse como español, para proponer que al llamado Parlamento, se le llame durante un tiempo “Insultamento”, hasta que nuestros representantes aprendan algo tan elemental como es un poco de educación.
Me preguntan qué pasará si hay nuevas elecciones. No lo sé porque da la sensación de que podría producirse una radicalización de posturas. Conviene recordar que el pueblo tiene siempre la autoridad, aunque no tenga siempre la razón: que en eso consiste la grandeza de la democracia y también la obligación de que democracia y educación no se separen nunca. Ahora podría pasar que triunfe la radicalización emotiva y suban PP y Podemos, haciendo más imposible el futuro, o que triunfe la decepción porque nos han obligado a volver a las urnas, en cuyo caso creo que subirían PSOE y Ciudadanos. Pero no lo sé. Incluso temo que, en esta segunda hipótesis, la gente tienda más a la abstención despectiva que al voto responsable.
Sí recomendaría que nadie actúe estos dos meses, pensando que en otras elecciones le irá mejor, porque podría llevarse un gran chasco.
(5 de marzo 2016)