Entre lo malo y lo peor
1.- Lo peor lo encarna, para mí, la figura de Don Mariano. Persona decente, por supuesto. Gallego astuto, sin duda. Pero político infame. Un señor que vive rodeado de mierda por todas partes, hasta en su mismo despacho, pero ni la huele ni se entera; y cuando le hablan de ella se limita a responder que se trata de casos aislados (como aquellos “hilillos de plastilina” fáciles de recoger). Un señor que habla ahora de diálogo pero antes ha dejado claro que eso no significa ni modificar la ley de reforma laboral, ni la ley mordaza, ni la ley de educación, ni cambiar la Constitución, ni ninguna de las alcaldadas de este pasado cuatrienio… Entonces ¿qué significa para él eso del diálogo? Ya lo dijo: simplemente intercambiar votos como quien cambia cromos: yo te doy algunos de las autonómicas o de los ayuntamientos y tú me das otros del Congreso. Un señor carente del más elemental sentido social y que vuelve del revés la definición bíblica del buen gobernante: “librará al pobre que suplica, al afligido que no tiene protección, se apiadará del humilde e indigente y salvará la vida de sus pobres”.
Pero él gobierna para aplastar a pobres, humildes e indigentes y para salvar la fortuna de sus millonarios. Un señor que se ampara en cifras macroeconómicas (las cuales nunca reflejan como le va a un pueblo, sino sólo como les va a las clases más altas de ese pueblo), mientras ignora olímpicamente los informes de Caritas o de Intermón-Oxfam. Y que no ha parado de decir que lo razonable es que gobierne “la lista más votada” pero, cuando le hacen a él esa misma oferta, la rechaza. Señal de que sabía muy bien (aunque se lo callara) que la lista más votada puede ser también la más rechazada.
2.- Nuestra única alternativa a lo peor es lo malo. Lo malo apareció ya, desgraciadamente, en unas declaraciones de Pablo Iglesias. No comparto muchas de las críticas hechas a Podemos, porque son deliberadamente sesgadas y proceden del miedo o la envidia. Pero con igual honestidad hay que reconocer que aquellas declaraciones presuntuosas, postulándose como vicepresidente y reclamando determinadas carteras ministeriales para pactar, fueron para echarse a llorar y, en mi opinión, no tendrán más arreglo que la dimisión de su autor, o una clara rectificación y petición de perdón. ¿No decían que el objetivo primario era que desapareciese Rajoy y el segundo que no gobierne el PP? Pues ahora resulta que, por delante de eso, están los chantajes en medro propio.
No comparto ninguna de las propuestas económicas de Ciudadanos, y creo que el problema catalán ha de acabar resolviéndose con algún tipo de referendum. Pero pretender ahora que pactar con C’s equivale a pactar con el PP es cometer la misma bajeza de la derecha cuando equipara a Podemos con “Venezuela”. Ciudadanos puede significar algo que este país necesitaba mucho: la distinción entre una extrema derecha criptofranquista y una derecha civilizada con la que, en situaciones de emergencia como la actual, quizás haya que intentar pactar. Porque España hoy no necesita hoy mesías, sino colaboradores. Y quien vaya de mesías se equivoca.
“¿Quién lo había de decir?” cantaba la zarzuela. Quién habría de decir que aquel señor que apareció gritando contra “la casta” y anunciando una “nueva política”, se iba a empapar tan pronto del espíritu de la casta y de la altanería de la vieja política.
3.- Mala es también la camada de viejos barones del PSOE haciendo imposible la vida a su secretario general, como si no tuviera las cosas bastante negras. Y luego añaden que quieren un gobierno “reformista y progresista” que nadie sabe de dónde esperan sacarlo: porque, a lo más que podemos aspirar tras las pasadas elecciones, es a un gobierno que nos saque de la UCI. Y cuando hay que llevar a alguien a primeros auxilios no tiene sentido comenzar a discutir si luego lo trataremos con quimio, con radio o con medicinas alternativas… Encima los barones del PSOE esgrimen esa demagogia fácil de “ni hablar con quienes quieren romper a España”, como si eso no fuera otro populismo en labios de quienes luego tachan a los demás de populistas; o una línea roja en labios de quienes acusan a los demás de poner líneas rojas que impiden el diálogo. Puedo entender perfectamente que Susana Díaz diga que eso de la unidad de España “lo lleva en el ADN”; como el sr. Junqueras lleva en su ADN lo contrario. Pero la convivencia no se construye con ADNs sino con ética comunitaria y razón limpia. Y uno de los primeros principios de la democracia es que mi ADN no constituye la ley universal de las cosas.
Total: que si antaño se dijo aquello de “antes roja que rota”, ahora nos vienen a decir: antes sucia que rota. Es lo que pasa cuando eso que llamamos amor a la patria se toma no como una llamada a servir a los que tienes más cerca, sino como un peana a la que subirte para engrandecerte disimuladamente.
4.- Finalmente, también habría que examinar cuánto hay de malo en nosotros, en la ciudadanía. La situación actual sin salida, la hemos creado nosotros. Deberíamos saber que, por corruptos que sean, tanto el “Partido Podrido” como “Corrupción Democrática de Cataluña”, no perderán todos los votos que deberían perder. Porque a buena parte de la ciudadanía la corrupción le produce más envidia que rechazo, como ya señaló el cinismo lúcido de Berlusconi: “me votan porque me tienen envidia”. Si, como dicen muchos, lo que hemos ido viendo de corrupción es sólo punta de un iceberg, y hay un porcentaje de ciudadanos que prefieren partidos corruptos para ver si así entran en esa rueda del enriquecimiento rápido y clamoroso, habrá que contar entonces con que esos grupos pueden permitir a los corruptos aparentes “victorias”, por pírricas que sean. Ésa es una dificultad añadida que tiene la sociedad del dios dinero. No obstante, habrá que procurar que, incluso en estos días tan desprovistos de toda fe, los grandes valores sigan siendo ideales a los que servir, y no bellas palabras con las que revestirse para parecer más guapo.
5.- Si buscamos llegar a una situación suficientemente equilibrada y estable, hay un detalle que nadie menciona y es profundamente injusto. El PP, con más de 7 millones y del 28% de votos, consigue 123 escaños. IU con cerca del millón y más del 3% de votos, consigue sólo 2 escaños: sesenta veces menos en lugar de ocho veces menos. CDC, con siglas cambiadas, más de medio millón de votos y del 2% del porcentaje, consigue 8 escaños: cuatro veces más que IU a quien cada escaño le cuesta casi medio millón de votos, mientras el PP necesita sólo unos 60.000. Sí, ya sé: es el sistema D’Hont para favorecer a los que tienen más y facilitar la estabilidad. Facilitar la estabilidad de los poderosos: porque los débiles, cuando están inestables, no tienen más recurso que emigrar con riesgo de morir en el camino o ser devueltos a casa;. Mientras que los poderosos, si se sienten inestables tienen poder para sacudir toda una ciudad, todo un país y hasta todo el planeta. Luego nos llenaremos la boca diciendo que la democracia es “un hombre un voto”.
Esto también es malo, aun prescindiendo de que quizás IU es el partido que ha dado mejores y más honestos políticos, desde Anguita a Llamazares. Ahora baste con evocar que todavía nos parecemos a aquellos inicios oscuros de las democracias, cuando sólo los propietarios tenían derecho a voto. Y en el pecado llevamos la penitencia. Que el PP quiera mantener esta situación injusta lo comprendo; pero que el PSOE se haya negado siempre a modificar nuestra ley electoral, me parece muy poco socialista y muy egoísta.
Creo haber escrito lo anterior ya con un pie en el más allá, y con la sospecha de que muchos embrollos del futuro ya no me afectarán a mí personalmente. Pido perdón si con alguien he sido injusto o más duro de lo debido. Pero me parece cada vez más evidente que vivimos una hora histórica que puede ser decisiva, porque nuestro mundo se encamina hacia un dilema tan serio como inevitable: o una civilización de la sobriedad compartida, o una civilización de la sobreabundancia privatizada (y armada).
Un hermano mío jesuita me dice sonriendo que quiere que pongan en su tumba el siguiente epitafio: “ya os arreglaréis” (“Ja us ho fareu” que, en catalán, suena más fuerte). Me río, pero sucede que, desde las puertas de La Luz Definitiva, también le duele a uno ver que esta tierra querida se queda tan convulsa.