"El 'individualismo posesivo' domina en un sector grande de nuestra política" José I. González Faus: "La propiedad no es sagrada. Lo único sagrado son las personas"
"Hemos caído en un autismo de los derechos humanos, como si estos fueran contrarios a los deberes en lugar de implicar deberes"
"Contraponemos (y obligamos a elegir entre) libertad y socialismo: sin caer en la cuenta de que eso es obligar a elegir entre egoísmo y solidaridad"
"En este país, los grandes hombres los tenemos para presumir de ellos, no para hacerles caso"
"En este país, los grandes hombres los tenemos para presumir de ellos, no para hacerles caso"
| José I. González Faus teólogo
Queriendo hacer una clase interactiva, el profesor de ética preguntó a los alumnos de quién creían que era y de qué época podría ser el siguiente texto:
“El hombre en cuanto a su persona y, por consiguiente, en cuanto a sus bienes, más es de la república que de sí mismo… Mediando una causa justa, la república puede disponer de los bienes de cualquier particular, porque los bienes de este son más de la república que suyos… (Por eso) el que se exime fraudulentamente de pagar los tributos no puede estar tranquilo en conciencia y está obligado a restituir… Es una iniquidad que se grave más a los que deberían estar menos gravados… Y así se hace ahora: que exentos los ricos, pagan tributos los pobres”
- Debe ser de Marx, dijo Pablo, al menos las ideas son totalmente suyas.
-También podría ser de Pablo Iglesias, comentó Mariano, porque he visto en otros sitios que los que lo leen se ponen morados…
Pero Laura opinó: a lo mejor es de un catalán independentista: porque habla de “la república”… En cualquier caso, en lo que parece que coincidimos todos es en que debe ser un texto moderno: como máximo del s. XIX. Eso seguro.
- Pues lamento deciros, comentó triunfante el profesor, que no habéis acertado ni siquiera la fecha. Es un texto ¡del s. XVI! De Francisco de Vitoria (Sentencias morales, I, 93-94 y 103-104). Vitoria es una de las grandes figuras de la historia de España. Dominico, profesor en Salamanca y Paris, y padre del llamado “derecho de gentes”. Y no penséis que era un activista como Bartolomé De Las Casas; era un intelectual de despacho, pero que procuraba pensar serena y desinteresadamente. Cosa hoy casi inexistente
Los alumnos no entendían entonces por qué, si es una figura tan grande, le hacemos tan poco caso y decimos que los impuestos son un robo y cosas así. Con lo que el profe tuvo que aclarar:
-Es que, en este país, los grandes hombres los tenemos para presumir de ellos, no para hacerles caso. Pero bueno, supongo que lo mismo pasa en todas partes. Porque fijaos cuantos católicos presumen de Jesucristo para darle unos honores que Cristo no necesita, pero no para seguirle… En fin: vamos a ver si tenemos más suerte con otro texto. ¿De quién podrían ser estas palabras?:
“La tierra está hecha para procurar a todos los medios de subsistencia y los instrumentos de su crecimiento. Todo hombre tiene derecho de encontrar en ella lo que necesita… de modo que los bienes creados lleguen a todos de forma justa... Todos los demás derechos, sean los que sean, incluido el derecho de propiedad y comercio libre, están subordinados a eso: no deben estorbar, sino facilitar su realización. Y es un deber social grave y urgente hacerlos volver a esa su finalidad primera”.
Aquí hubo más indecisión, vista la experiencia anterior, pero todo el alumnado coincidía en que este sí que es un texto comunista, dado que ataca claramente el derecho de propiedad, y pretende que no es sagrado sino subordinado. ¿O podría ser de Proudhon el anarquista?
El profesor reconoció que, efectivamente, este no es un texto antiguo, sino del s. XX. Pero resulta que no es de ningún comunista sino… ¡de un papa! (Pablo VI, en la encíclica sobre el desarrollo de los pueblos, n. 22). E invitó a los alumnos a caer en la cuenta de un detalle muy contrario al lenguaje actual: Pablo VI no absolutiza los derechos humanos sino que reconoce que están subordinados unos a otros (sea a otros de más categoría, sea a otros de otras personas).
Hoy, en cambio, invocamos mis (o nuestros) derechos como si fuéramos nosotros la única persona y ese el único derecho que existe en este mundo. Por ejemplo: mi derecho a salir a la calle sin mascarilla está subordinado al derecho de todos los demás a la vida y a no ser contagiados. Hemos caído en un autismo de los derechos humanos, como si estos fueran contrarios a los deberes en lugar de implicar deberes. Por eso contraponemos (y obligamos a elegir entre) libertad y socialismo: sin caer en la cuenta de que eso es obligar a elegir entre egoísmo y solidaridad.
El alumnado estaba un poco perplejo preguntándose por qué nos comportamos así. Por lo que el profesor creyó necesario cambiar algo el tercio y se le ocurrió proponer a sus alumnos por otro texto:
“Decid a un regalado y rico que es voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato para que coman otros siquiera pan, que mueren de hambre; sacará mil razones para no entender eso sino a su propósito. Es la voluntad de Dios querer tanto para su prójimo como para sí”.
Isabel e Irene comentaron que ellas habían pensado en Freud porque eso de sacar mil razones para no entender parece una alusión al inconsciente. Pero claro, Freud no creía en Dios y además, el inconsciente en Freud parece ocupado todo por la sexualidad… Quizás algún otro psicólogo de su escuela, del s. XX o XXI… Tal vez Jung, o Adler.
Y el profe volvió a sonreír: Pues resulta que otra vez ¡ni la fecha! Es un texto del siglo XVI: de Teresa de Ávila (Camino de perfección 57), grandísima mujer y doctora de la Iglesia, a la que en vida tacharon de todo: hasta de proxeneta.
Y fijaos, añadió: la primera y última frase sobre la voluntad de Dios, dan una gran seriedad a todo el párrafo: sugieren que no se trata de una opinión personal (y discutible) de Teresa. En segundo lugar, y pese a lo anterior, no pide que coman todos lo mismo, sino que el rico se regale un poco menos para que otros coman simplemente pan. Y aun así, mirad lo que hará el rico: no negará esas palabras sino que “las interpretará” (sacará mil razones). Y por supuesto, esas mil razones irán en provecho propio, no del necesitado; pero él quedará muy convencido con ellas: por eso, aquí sí que está bien vista vuestra alusión al inconsciente, que hoy hemos olvidado casi del todo.
- Entonces, se atrevió a preguntar Ignacio, ¿de dónde viene eso de que la propiedad es sagrada?
- Pues, dejando aparte la mentalidad romana, que define la propiedad como “derecho de usar y de abusar” (si lo queréis en latín: ius utendi et abutendi), podríamos citar la obra de otro autor del s. XVII: el inglés John Locke en su Ensayo sobre el gobierno civil. Se le reconoce como padre del empirismo, y era tan empirista que, así como sabréis que Ortega Gasset decía “yo soy y mi circunstancia”, Locke viene a decir “yo soy yo y mi propiedad”. La dignidad del hombre está en lo que tiene, no en lo que es. Por eso, aunque comienza reconociendo que los bienes de la tierra son para todos, luego establece que el que ha accedido a una propiedad, tiene derecho incluso a matar para defenderla. Así de sagrada es la propiedad. Y de ahí nace esa corriente que se llama “individualismo posesivo” y que hoy domina en un sector grande de nuestra política (podéis ver el libro del canadiense C. B. Macpherson con este título).
Eso nos ciega y nos impide comprender lo que podría ser resumen de esta clase y todas estas reflexiones: que lo verdaderamente, y lo único sagrado no es la propiedad sino la persona humana.
Entonces Pasqual, que era un catalán muy práctico exclamó un poco mosqueado: ¡Y tanto esfuerzo para llegar a una conclusión tan evidente!
-¿Evidente dices?, replicó el profe. Pues me temo que necesitaremos aún muchos años para creérnosla. Vosotros y yo.