en la hora actual La traición de la izquierda
La llamada "generación low cost" ha abandonado los grandes ideales de la izquierda para contentarse con unas reivindicaciones pequeñas que no molestan. Las izquierdas se han vuelto burguesas
Eso está sucediendo con los problemas del hambre, las migraciones, el feminismo, la ecología, la liberación sexual, el celibato ministerial, el pequeño holocausto palestino, nuestro sistema económico, el derecho de propiedad..., olvidando aquel inconsciente freudiano que antaño tanto valoramos
| José Ignacio González Faus
[Nota: utilizo los términos derecha e izquierda en su sentido habitual actual, que define a los primeros como opuestos a los cambios, aunque sean necesarios, por egoísmo o por miedo a que la cosa resulte peor; y a los segundos como decididos a correr siempre los riesgos del cambio, cuando este es necesario]
A modo de introducción.
Escribí hace poco que una de las causas de la aparición de las extremas derechas es que las izquierdas se han ido evaporando progresivamente en los últimos años: han ido abandonando los grandes ideales y metas de lo que se llamaba izquierda y nos hemos quedado con unas izquierdas descafeinadas o “de pa sucat amb oli” como dicen mis amigos catalanes. Quiero recordar también que hace ya años hablé de unas izquierdas “de plástico”, como esas flores que no son tales[1]. Y que el importantísimo título de J. B. Metz (Más allá de la religión burguesa) tenía su correspondiente en la necesidad de ir más allá de la izquierda burguesa. Hoy creo necesario añadir que, desgraciadamente, si poco ha dado de sí esa propuesta de Metz en el campo religioso, todavía menos en el político.
Este va ser el tema de las reflexiones que siguen. Añadamos además que ese proceso es muy comprensible: el ideal de la izquierda es enormemente difícil y la mirábamos como si fuera lo más natural. Ser de izquierdas será siempre un ir contra corriente, un mirar y apuntar siempre a la utopía. Y como ya dijo muy bien Eduardo Galeano, la utopía no se consigue nunca: lo que pasa es que, al ir acercándonos a ella, la utopía se aleja pero resulta que nosotros avanzamos algo. Esa decepción necesita una gran fe y una gran paciencia que son dos cosas bien difíciles. Por eso, a la larga, las izquierdas se desfiguran y se limitan a meros objetivos fáciles y al alcance de la mano, que también pueden ser buenos, pero que no debemos utilizar para tranquilizar nuestra conciencia y de los que habría que repetir una vez más las palabra de Jesús: “¡aquello otro es lo que había que hacer!, aunque sin olvidar esto” (Mt 23,23).
Vamos pues a presentar algunos ejemplos (no todos) de esas desapariciones de la izquierda ante las grandes causas de hoy.
1.- El hambre en el mundo sigue siendo a la vez una tragedia y una vergüenza, pero hemos dejado de luchar a gritos contra ella. Sabemos que la cantidad de alimentos que se tiran por razones comerciales, o la décima parte de lo que gastamos en armamentos serían más que suficiente para acabar con el hambre. Pero ¿quién trabaja y quién da la lata y quiénes buscan dar algunos pasos para que esto se cumpla? Solo algún Francisco loco al que ya hemos desautorizado llamándole comunista. Y así, los millones de hambrientos y los miles que mueren de hambre cada día se han convertido en una información, más que en un objetivo.
2.- Las migraciones son un problema real, qué duda cabe. Pero dejando aparte el que las necesitamos porque somos una sociedad de ancianos, y dejando aparte también que nosotros somos una de las causas de esas migraciones por nuestra pasada explotación del tercer mundo, ¿quién busca resolver ese problema creando condiciones de vida en los países migrantes (lo cual nos supondrá sin duda un sacrificio serio)? En lugar de eso preferimos tildar a los pobres migrantes de vagos y terroristas, alimentamos un racismo tácito y nos permitimos construir verdaderos campos de concentración fuera de nuestros países, para que no nos contaminen. Y esta Europa de los derechos humanos aplaude mayoritariamente esas políticas, mientras la izquierda parece mirar para otro lado, dejándonos a muchos la vergüenza de ser europeos.
3.- El feminismo, la promoción de la mujer y la supresión de las desigualdades (no de la diversidad) entre varón y mujer son uno de los grandes imperativos y signos de los tiempos actuales. Pero ¿quién centra esa causa en la supresión del tráfico de muchachas y en el enorme drama de las mujeres en Irán? Mujeres que ahora ya son vigiladas por la inteligencia artificial para ver si llevan el velo hasta en su coche, que se exponen a castigos de marginación o de cárcel y cuya causa ha provocado ya algunas muertes. ¿Quién procura crear una presión mundial sobre los gobiernos machistas de Irán para que se acabe esa legislación hipócrita, que ni siquiera puede apelar al Corán para justificarse? En lugar de eso tranquilizamos nuestras conciencias reclamando sin parar el “sacerdocio” femenino, como si la desigualdad entre varón y mujer fuera mayor en este caso que la que hay entre las mujeres iraníes o afganas y los varones que las gobiernan.
[NB. Debo declarar sobre este punto que me he manifestado otras veces diciendo que no veo objeción teológica seria al presbiterado de la mujer (no al sacerdocio porque según el Nuevo Testamento los ministros de la Iglesia no son sacerdotes). Otra cosa es si esa es una opinión universal (“sinodal”), si es oportuna en estos momentos por razones ecuménicas con el Oriente y si eso arreglaría tantas cosas como se pretende. También dije que no estoy tan seguro como Ratzinger de que esa negativa sea la voluntad de Dios, aunque coincido con él en que esa voluntad de Dios es lo que hay que buscar, sin pretender que, por ser voluntad mía, ya es voluntad de Dios. Todo eso debe ser discutido].
4.- La madre tierra está cada vez peor. La prensa denunciaba hace pocos días el incumplimiento casi total de los acuerdos de París y avisaba que por este camino llegaremos a fin de siglo con un calentamiento de 3’1 que es una cifra casi mortal. Y aquellas izquierdas que transigieron con la injusta política “merkeliana” de austeridad (para los demás), ahora, cuando solo puede salvarnos una política muy seria de austeridad para todos y, sobre todo, para los más ricos, parecen estar como ese grupo de todas las encuestas que “no sabe, no contesta”. A lo más nombraremos algún ministro impotente para dar la sensación de que nos ocupamos de eso. Quizás piensan, que al fin de siglo ya no llegaremos porque antes estallará una guerra nuclear. Y a lo mejor tienen razón…
5.- La izquierda promovió una liberación sexual basada en la bondad y la libertad humanas que de momento está trayendo (junto a otros efectos buenos) una violencia machista en torno a un asesinato por semana, con matanza no solo de pareja sino de hijos, para hacer sufrir a la madre, y que de ningún modo intentamos (ni sabemos) combatir, limitándonos a dar un teléfono gratuito. Está trayendo violaciones repetidas de niños, y está trayendo también, entre el 2021 y 23 y en gentes de entre 24 y 30 años, un aumento del 31% de sífilis y el 42% de gonorrea, según el Instituto Carlos III. Tras ensalzar tanto a Freud y su pansexualismo, ahora preferimos olvidarnos de él.
6- Parece que hoy ser de izquierdas es hablar contra el celibato ministerial. He dicho otras veces que el derecho de las comunidades a la eucaristía está por delante del derecho de la Iglesia a poner esta norma. Pero las pseudoizquierdas de hoy no hablan en este sentido sino como una reivindicación del sexo. Se ha llegado a decir que el celibato tiene mecánicamente “consecuencias catastróficas, hasta infanticidas” (en cambio los niños muertos o abusados por sus mismos padres no son consecuencia directa del matrimonio). En este contexto, este pobre idiota que escribe, quisiera hacer un breve elogio del celibato, aunque eso ya me costó otra vez que me censuraran algunos textos en otro portal digital cuyo nombre no diré, pero sí aclararé que su director me dijo que aquello no era censura, sino que lo hacía “para protegerme”.
Quede claro, muy claro, que elogiar el celibato no tiene nada que ver con despreciar el matrimonio ni con que el celibato sea superior. Lo único que vale en nuestras vidas es haber aprendido a amar bien. Y conozco una pareja de ancianos octogenarios que venía a mis misas y a los que veía toda la misa cogidos de la mano, tanto si estaban sentados como si se arrodillaban. Daban envidia. Tampoco significa ninguna insinuación contra aquellos de los que Jesús decía que “esto no se da a todos, pero algunos se hacen eunucos por el Reino de Dios” (cf. Mt 19, 11,12). Solo Dios, y nadie más, puede juzgar aquí lo que hayan sido ausencias de carisma y lo que fueron infidelidades. Y encima el juicio de Dios siempre es perdonador. Solo quiero decir que el celibato puede ser otra forma de amar que sacrifica la posesión a la universalidad y la mayor disponibilidad y que anticipa imperfectamente esa situación de la resurrección donde “no se casarán ellos ni ellas” (Mt 22,30). Y remitir a lo que escribí hace años sobre el celibato de Jesús[2].
Desde aquí se vuelven burguesas todas esas reivindicaciones anticelibato que parecen otra vez haber olvidado o rechazado aquello tan freudiano de nuestro inconsciente y cómo es el inconsciente lo que nos mueve muchas veces, cuando creemos que nos mueve nuestra libertad. Y el inconsciente apunta a esos instintos inmediatos de nuestro ego y de nuestra naturaleza (que no serán siempre sexuales, contra lo que creía Freud, pero lo son muchas veces). Cabría preguntar si esos ataques indiscriminados al celibato no son una absolutización inconsciente de las relaciones sexuales, tan devaluadas hoy, en continuidad con lo dicho en el apartado anterior.
En cualquier caso, y prescindiendo ahora de este tema concreto, una de las cosas más necesarias para nuestro crecimiento humano es el reconocimiento de nuestra casi infinita capacidad de autoengaño, un reconocimiento típico de todas las espiritualidades, y que el Buda ya fue descubriendo hace más de veinte siglos. Sin eso, las izquierdas no serán nunca tales, sino burguesías camufladas.
7.- En estos momentos en que podemos contemplar a los palestinos sometidos a otro pequeño holocausto, ver a una Europa racista y antiárabe produce una inmensa tristeza: porque las derechas estarán siempre dispuestas a olvidar el Holocausto y a repetirlo de otras formas si les conviene (en el fondo ellas crecen muchas veces a base de la miseria de los pobres); pero la izquierda estaba obligada a mantener esa memoria, aunque la tachen de antisemita. También a Mandela le tacharon de racista los verdaderos racistas.
Generalizando.-
Valgan estos ejemplos para no entrar en problemas más amplios como la lucha por el cambio de un sistema económico injusto y que mata. En vez de combatirlo nos limitamos a ponerle algunos parches, que podrán ser suprimidos cuando venga otro gobierno o cuando entremos en una de esas crisis económicas propias del sistema; y encima presumiendo (como D. Mariano) de haber salvado a España… O como la sacralización absoluta de un derecho secundario, como es el derecho de propiedad: porque el derecho primario es el destino común de todos los bienes. Y así nos encontramos en España con el drama actual de la vivienda: porque ya nadie sabe que tener propiedad de más de dos viviendas (digamos una habitual y otra para vacaciones) es absolutamente inmoral e inválido: porque esas otras que tú tienes para enriquecerte con alquileres turísticos ya no son de ninguna manera tuyas. Pero ¿quién se acuerda hoy de esta verdad tan elemental?
Conclusión humorista para no desesperarnos.- Para terminar: me ha gustado siempre, ya desde niño canturrear cuando voy caminando; y a veces echaba mano de cantos del momento y les iba cambiando la letra. Recuerdo que, de chavales, solíamos cantar (con la música mexicana de “Guadalajara en un llano…”), esta otra letra: “ya se acabaron los puros que fumaba el capitán. Y ahora fumará ducados (3 veces) como cualquier militar”. Pues bien. El otro día me sorprendí cantando con esa tonada: “ya se ha acabado la izquierda de nuestra modernidad; y ahora somos de derechas como un burgués de verdad”.
Y si nosotros somos de derechas no es de extrañar que nuestros adversarios sean de extrema derecha.
Claro que siempre quedará para sentirse de izquierdas el recurso de decir que me voy de la Iglesia como protesta por las declaraciones de Francisco en Bélgica sobre el asesinato del feto, como dijeron algunos en aquel país. Por supuesto se pueden poner objeciones a esa afirmación papal, se puede alegar que la vida no vale lo mismo para un cristiano que la cree destinada a la eternidad, que para un no creyente para quien la vida no es más que una burbuja efímera; se pueden recoger las discusiones de los medievales sobre si (con su lenguaje) Dios “infunde el alma” en el momento mismo de la concepción o al tercer mes etc. Se puede hacer todo eso y más. Pero quien se limita a decir que esa declaración de Francisco es un motivo para apostatar y se va de la Iglesia, suscita la sospecha de que no estaba ya en ella: pues concibe la Iglesia como una especie de club y no como pueblo de Dios o cuerpo de Cristo.
En fin: así somos y así seremos. Quizá sea este todo el izquierdismo que cabe en aquello que una famosa película titulaba como "generación low cost". Aunque, si hay que hacer caso a las predicciones de muchos estudiosos, pronto vendrá la inteligencia artificial con sus algoritmos y entonces no seremos ni de derecha ni de izquierda sino todo lo contrario…
Y Jesús de Nazaret seguirá diciendo: No es esta la paz que yo vine a traer; he venido a traer un fuego a la tierra (cf. Lc 12, 51 y 49).
[1] Remito al Cuaderno 177 de “Cristianismo y Justicia”: El naufragio de la izquierda, sobre todo al capítulo tercero.
[2] “Notas marginales sobre el celibato de Jesús”. En Teología de cada día, pgs- 62-93