elecciones EEUU ¡Se veía venir!
Se pueden explicar los resultados de las elecciones estadounidenses desde este doble principio: "la traición de la izquierda! y que "democracia sin educación es dictadura de algún bribón.
Así vamos pasando de "una persona un voto" a un dolar un voto".
Más algunas aplicaciones de eso a Europa.
Más algunas aplicaciones de eso a Europa.
| José Ignacio Goinzález Faus
Puede que lo más sorprendente de las pasadas elecciones norteamericanas no haya sido el resultado sino el que ese resultado haya causado sorpresa.
Hace cosa de un mes, en un librito que estoy tratando de enviar a la imprenta (y que se llamará Vivir es esperar), dije textualmente: “en contra de lo que dicen nuestros medios de comunicación, creo que EEUU es como un país que padece cáncer. La candidata Harris aún no se ha enterado de eso y solo propugna una continuidad vacía: sus argumentos han sido solo una sonrisa y la defensa del aborto; pero ni una sola propuesta de tipo político, económico-social o internacional. El candidato Trump viene a significar una de nuestras reacciones violentas ante esa enfermedad (cirugía, quimioterapia, radio…) y que tanto pueden hacer reaccionar al enfermo como matarlo”…
Era una visión global como la que voy a dar ahora del resultado. No tengo capacidad ni información para análisis completos. Pero en síntesis, por lo que voy leyendo y por el contacto con amigos de allí, sospecho que ese resultado puede deberse a dos viejos principios que vengo repitiendo últimamente y que son de aplicación no solo en EEUU sino en todo el mundo occidental: por un lado que “democracia sin educación es dictadura de algún bribón” y, por el otro, lo que hace poco titulé como “la traición de la izquierda”. Vamos a verlos un momento. Pero antes, y por si la palabra cáncer le ha parecido a alguien demasiado fuerte, permítanme una cita de esas que me gusta evocar y que encontré en un libro de Moltmann (La venida de Dios):
Hace unos dos siglos (en 1813) Johan Adams escribía al presidente Jefferson una carta en la que decía: “nuestra república, que es pura, generosa y está inspirada públicamente, durará para siempre, gobernará el globo terráqueo y aportará la perfección del hombre”. Y añadía que para que eso se corrompiera “tendrían que pasar muchos años”. Yo no sé si 220 años son muchos, pero sí creo razonable comparar esas palabras con las de aquellos que hoy llegan a hablar de una posible guerra civil en aquel país.
Dicho lo cual retomemos la tarea pendiente, comenzando por el segundo punto.
1.- El partido demócrata (que es todo lo que cabe de izquierda en EEUU) había abandonado hace tiempo a las clases más pobres. Si estas y las clases medias viven ahora peor no es solo (como decían muchos diarios) por la subida de la inflación, sino porque los supuestos progresistas se están preocupando hoy (con un mal juego de palabras) mucho más por los problemas de cama que por los problemas de casa (o de comida). Añádanse los problemas de salud que pueden arruinar toda una vida por la falta de una sanidad pública. Y todo eso junto al crecimiento simultáneo de unos pocos multimillonarios más ricos y de bastantes ciudadanos más pobres, justificado además por la cultura de Wall Street de que los pobres lo son “por su culpa”, y por la simpleza trumpista de que todo ese empobrecimiento es debido a los inmigrantes que vienen a quitar puestos de trabajo…
Ya me dirán si, en una situación así, no es normal ese fenómeno que también se da en Europa: la cantidad de gente que vota no porque espere algo de un partido sino solo para jeringar al otro. Ahí tenemos el crecimiento pasional de nuestras extremas derechas que temo que ya solo cederá el día que lleguen al gobierno y veamos lo que dan de sí (y eso en el caso de que todavía nos permitan votar entonces). Vuelvo a remitir al escrito antes aludido (La traición de la izquierda) que apareció no hace mucho en este mismo portal.
2.- El segundo factor explicativo es ese refrán que me permití acuñar hace ya mucho más tiempo: “democracia sin educación es dictadura de algún bribón”. La democracia es algo tan valioso que tiene un precio alto y no hemos querido pagarlo. Un déficit serio de todas nuestras democracias, de las que tanto presumimos, ha sido la ignorancia no culpable de muchos votantes.
Ahora bien: en EEUU la educación es algo muy caro: es mucho más un negocio que un derecho; y sirve no para igualar a los ciudadanos sino para crear una clase privilegiada y digna de admiración. Me escribe un amigo norteamericano que: “los hombres afroamericanos y latinos también votaron por Trump: su voto fue por un hombre masculino y fuerte; no se sienten seguros de tener una mujer presidenta”.
Por supuesto, esa mentalidad refleja una incultura lamentable, pero no son ellos los culpables de esa incultura sino el sistema donde un Musk dispone de millones para invertirlos en propaganda falsa, mientras el país no dispone de medios para educar seriamente a todos sus ciudadanos; un sistema donde se invierte mucho más en el negocio de las armas, camuflado como “defensa”, que en educación; y donde el gobierno no tiene poder para imponer a los “musks” un impuesto serio que se invertirá luego en educación y no en propaganda. “¡Menudo robo!” sería el comentario. Pero así tenemos un país que en el 2023 (si google no engaña) dedicó el 8’3% de su gasto público al armamento y solo en torno al 5’44% en educación.
Y eso vale también para nosotros. Una democracia que quiera subsistir como tal debe invertir mucho en educación, si no queremos que vuelvan a surgir aquellos argumentos elitistas que antaño se aplicaron a los obreros y a las mujeres: “no están capacitados para votar” (como se decía de nuestras colonias en África: “es que no están capacitados para la independencia”…). La respuesta de izquierdas a un argumento así nunca debería ser: pues que voten a pesar de todo, sino “vamos a capacitarlos”.
No me opongo con esto a la educación privada ni concertada (todo lo que eduque es bueno), aunque creo que se le deben imponer ciertas condiciones sociales. Lo lamentable se da cuando la educación pública es de menos calidad que la privada y la gente acude a esta no por otras razones (que podríamos llamar “confesionales” de una manera genérica) sino por razones de calidad educativa. Creo que, en una buena democracia, habría que pagar casi tanto a los educadores como a los políticos y que estos, si estuvieran bien educados, no tratarían a veces de aprovecharse de sus cargos, ni nos darían los repetidos espectáculos de mala educación que contemplamos en España.
Y si esto vale en el terreno de los principios, añadamos ahora algunos datos conocidos: el presupuesto de España en educación es solo el 4’4% (tras subir algo en los últimos años). España es el séptimo por la cola de los 27 de Europa y por debajo de la media europea (4’7%). Los países europeos que más invierten en educación son Bélgica y Suecia (6’3%); pero incluso esa cifra me parece escasa.
En el caso español hay que recordar que la educación es competencia, más que del gobierno estatal, de casi todas las comunidades autónomas. Hay que recordar también que hay estudios que aseguran una correlación entre lo invertido en educación y el fracaso escolar o los llamaos “ninis”. Y hay que recordar que cada año nos duelen los malos resultados de Pisa: sobre todo en matemáticas y compresión de lectura; quizás por eso, cada vez que tenemos elecciones, nos encontramos no con programas (que habrán de ser leídos y comprendidos) sino con fotos retocadas y sonrientes de unos señores y señoras que luego resulta que no ra tan guapos
Resumiendo: las pasadas elecciones norteamericanas deberían ser un aviso para nosotros en estos dos puntos: la traición de la izquierda y la democracia sin educación. Si ahora volvemos a aquel querido país, me dicen algunos amigos que la incógnita no está tanto en qué hará Trump, sino en qué hará el señor Musk, que es aún más desquiciado y atrevido que Trump. Volvemos a aquello tan viejo de llamar DEMOcracia a la PLUTOcracia: llamar poder del pueblo al poder del dinero: como me decía un amigo que trabajó allí muchos años: la gran “reforma” de la democracia está siendo sustituir aquello de “one person one vote” por “one dollar one vote”… Ello da vigencia otra vez a la vieja pregunta que hoy están resucitando algunos sociólogos: hasta qué punto son compatibles capitalismo y democracia. [Remito al libro citado otras veces, de varios sociólogos de Alemania y EEUU: Qué falla en la democracia. Editado en Herder].
Pero ya se lamentaba Jesús de que los que viven para el dinero (“los hijos de las tinieblas”) son más sagaces que los que dicen vivir para el reinado de Dios (“hijos de la luz”).