Los votos no se compran

La conducta del PNV en el debate sobre los presupuestos ha suscitado reacciones muy enconadas y merece una reflexión más amplia. En mi opinión, no se trata de si el cupo vasco es legítimo, puesto que lo reconoce nuestra Constitución, ni se trata de si en un país plurinacional hay hechos diferenciales, fruto de los avatares de la historia, ni de si es injusta la financiación de nuestras comunidades autónomas, cosa que el mismo Rajoy ha prometido revisar (lo cual me temo que sea garantía de que no lo hará).

Se trata simplemente de que el voto a una ley no se puede dar a cambio de dinero, ni aunque a esto se le llame negociación. Si la ley es justa (si los presupuestos son solidarios y están razonablemente calculados) entonces hay que votar que sí, aunque no se reciba nada a cambio. Si los presupuestos son injustos, insolidarios o mal calculados, hay que votar que no, por más dinero que se nos ofrezca.

De lo contrario me temo que estamos ante un caso más de corrupción, como cuando se saca a concurso una obra pública y se le concede a una determinada empresa no porque su oferta era correcta, sino porque ha pagado algo a cambio. El argumento de que es bueno para Euskadi me suena demasiado al “first America” de Trump o a “Francia primero” de Le Pen.

No quiero decir esto criticando a nadie, sino más bien suplicando una aclaración a quien pueda dármela, sobre todo si son voces autorizadas. Conocida la pasta humana, me temo que todos harían lo mismo que el PNV, en España y fuera de España. Por eso me pregunto si no habría que legislar para que en todas las negociaciones, que sin duda hay que hacer, no puedan entrar factores económicos: yo doy un sí a los presupuestos (como hizo el PP en Euskadi) a cambio de que tú des un sí a los míos, es políticamente correcto.

Pero si se mete el dinero por ahí, me temo que difícilmente construiremos convivencia, que es lo que hoy más necesitamos construir. Pues cuando está de por medio “la pela” es cuando todos los hermanos se pelean y todos vemos el dólar en el ojo ajeno pero no el euro en el propio.
Volver arriba