Agar, en tí y en mí.
Una lectura bíblica del encuentro en el diálogo interreligioso
| Silvia Martínez Cano por Pilar Yuste
Soy Agar. Me gustaría que nos conociéramos un poco más. Puede que no sepas de mi historia, pero es casi seguro que yo formo parte de la tuya, y de tus orígenes ancestrales. Y aunque haya tenido una vida ferozmente convulsa, sin duda muy diferente a la tuya, quizá pueda resonarte en tus propias emociones y experiencias de dolor, de búsqueda, de Dios, de felicidad. Y eso que nos separan casi cuatro mil años.
Dicen que soy un personaje mítico. A partir de algo de histórico un pueblo construye un relato fuera del tiempo que nos habla de una realidad más profunda que comparten generaciones de personas. Quizá por eso la teóloga Ivone Gebara dice que todo Génesis está en cada persona. Somos Adán y Eva -lo masculino y lo femenino-, Caín y Abel -el mal y el bien-... y también Sara y Agar -la señora y la esclava-. No hace falta ser literalmente histórica para estar en la raíz de la Historia.
Por eso leer los relatos bíblicos, y en especial los Evangelio, en primera persona nos ayuda a descubrir su sentido. Y así poder ir también descubriendo mejor el nuestro.
Resulta curioso ver cómo siendo esclava llego a ser matriarca de sangre y espíritu de un gran linaje que siglos después apunta a ser el mayoritario de la población mundial. A pesar de eso sigo siendo de hecho invisible.
De hecho, si buscas en Google la palabra Agar lo que aparece es agar-agar, una gelatina culinaria que proviene de las algas, con 560 millones de resultados que hacen que apetezca probarla. Si escribes entrecomillado “Abraham, padre de Ismael”, los resultados se reducen a 1,6 millones. Pero si buscas a “Agar, madre de Ismael”... no llega a 800 entradas. Hasta el corrector del ordenador no deja de subrayar mi nombre en rojo, como si dijera "error, no existes".
Soy parte central de Génesis, el primer libro de la Biblia judía y cristiana, como protegida por YHWH Dios, aunque sesudos libros de teología me citen sólo de pasada.
Invisible como casi todas las mujeres de la historia, fui expulsada del linaje de la promesa del judaísmo y del cristianismo y eso que formo parte de la familia del patriarca como madre del primogénito de Abraham. Más de la mitad de la población mundial profesa alguna de las tres religiones del Libro. Y más aún, según la promesa de YHWH, "bendecirá a todos los pueblos de la tierra" (Gn, 12,3), por lo que Abram pasará a llamarse Abraham por ser, dicho tres veces, "padre de una muchedumbre de pueblos" (Gn17, 5-6).
Soy la matriarca directa y única de la etnia árabe, y del Islam, que no nació hasta casi dos mil años después de que empezara a escribirse sobre mí. Uno de cada cuatro habitantes del planeta son herederos de mi linaje, y así lo reconocen algunos relatos secundarios... pero el Corán no me cita; sólo aparecen Abraham y nuestro hijo Ismael.
Muy probablemente todos estos capítulos de Génesis intentan explicar la conexión entre los pueblos semitas (hebreos y árabes). Hermanos en lengua, etnia, geografía... y linaje. Abraham será el tronco común, e Isaac será el custodio de la promesa, sin quitar importancia a Ismael, primogénito y circuncidado con él. Siglos después Mahoma, conocedor de los relatos, asumió el linaje abrahámico y dio la legitimidad que se cuestionaba a Agar como esposa y a Ismael como heredero de la promesa de Dios.
Así que confío en que descubramos que el único error es no reconocer la importancia de nuestra historia, la de la familia de Abraham, que no hubiera sido historia sin Sara... y sin Agar.
Puedes continuar leyendo esta narración en el libro de Pilar Yuste "Agar en tí" que puedes encontrar en la editorial San Pablo: https://libreria.sanpablo.es/libro/agar-en-ti_227476 La autora te llevará por dos espirales que recorren en paralelo el texto bíblico y la actualidad del diálogo interreligioso.