A diferencia de Marcos, Mateo en los primeros capítulos de su evangelio se refiere en primer lugar al nacimiento de Jesús y, de manera muy breve, a los primeros años de su vida. Ésta es una característica que Mateo comparte con Lucas. Ambas obras siguen muy de cerca el patrón de las biografías de la antigüedad (bios/vita), un género muy conocido en el contexto social y cultural en el que fueron escritos los evangelios. Estas biografías constaban de tres partes. En la primera de ellas se daba cuenta de la infancia y juventud del personaje en cuestión, destacando, entre otros aspectos, que procedía de una familia distinguida. En segundo lugar, se procedía al relato de los principales eventos de su vida (acciones, enseñanzas, relaciones) para, finalmente, narrar su muerte, las circunstancias que la rodearon así como los ritos de duelo celebrados en su memoria para despedirlo de manera adecuada. De estas características se extrae que el propósito fundamental de este tipo de biografías no era tanto el rigor histórico propiamente dicho cuanto destacar el honor del personaje, su importancia y su prestigio social.

Desde el comienzo, al lector de Mateo se le dan las claves necesarias para situar a Jesús dentro de la historia de Israel, ya que es conocedor de que es “hijo de David, hijo de Abraham” (1,1). Poco después el evangelio le ofrecerá la lista completa de los antepasados de Jesús, lista que concluye con la repetición del mismo término que utiliza al inicio: “origen” (“el origen de Jesucristo fue de esta manera”, 1,18). Mateo parece haber usado deliberadamente este término dos veces con el fin de enmarcar con él la sección que se ocupa de presentar a Jesús de Nazaret. A la primera mención del origen en 1,1 le sigue la genealogía (1,2-17); por su parte, a la segunda mención (1,18) le sigue el relato de la concepción divina de Jesús (1,18-25). De este modo, ambas secciones quedan estrechamente conectadas entre sí. De hecho, hay otros motivos que las ligan, como, por ejemplo, la mención de David (1,1.6.17.20).  

Además de las rupturas ya señaladas, la genealogía de Mateo presenta otras cuatro, sorprendentes y significativas, que se deben a la aparición de cuatro mujeres en una secuencia dominada por nombres masculinos.  

Como hemos dicho más arriba, la genealogía va presentando progresivamente los antepasados de Jesús mediante el esquema repetido de “X (varón) engendró a Y (varón)”. Sin embargo, en cuatro ocasiones son también mencionadas las madres del siguiente modo:  

Judá engendró a Fares y Zara de Tamar (1,3)

Salmón engendró a Booz de Rajab (1,5)

Booz engendró a Obed de Rut (1,5)

David engendró a Salomón de la de Urías (1,6)

Estas cuatro mujeres, que sorprenden al lector de Mateo, aparecen en el Antiguo Testamento y forman parte, por tanto, de la historia de Israel. Todas ellas, sin embargo, presentan alguna anomalía respecto a lo considerado correcto (desde el punto de vista de la etnia o de la raza, o del comportamiento sexual) o a lo que un judío corriente consideraría una “mujer sin tacha”.

Ninguna de las cuatro mujeres elegidas por Mateo es una de las esposas de los grandes patriarcas. Cada una presenta un estigma particular. Tamar tiene descendencia tras disfrazarse de prostituta para engañar a su suegro y acostarse con él. Rajab ejerce la prostitución y es cananea, esto es, extranjera a los ojos judíos. Lo mismo Rut, quien además de extranjera es moabita, un pueblo con muy mala prensa en el judaísmo. Finalmente Betsabé, de quien no sabemos con certeza si pertenecía o no a Israel; una mujer obligada a cometer adulterio, que sufrió abusos sexuales y de poder por parte del rey David.

Si quieres saber más de estas mujeres, puedes leerte el libro completo de Estela Aldave "Las Mujeres en la genealogía de Jesús", que puedes encontrar en https://libreria.sanpablo.es/libro/las-mujeres-de-la-genealogia-de-jesus_221012

La autora te guiará entre los textos del Antiguo Testamento donde aparecen estas mujeres y que significado tiene para Mateo en la genealogía de Jesús.