El monje de Montserrat analiza en 'Serra d'Or' el impacto de 'Traditionis custodes' Bernabé Dalmau: “La reforma litúrgica de Francisco tiene buena intención, pero una deficiente ejecución legislativa”
"La deficiencia legislativa se constata en las interpretaciones tolerantes de los obispos que dicen que aplicarán la ‘Traditionis custodes’ pero manteniendo las celebraciones de antes"
"La intención de Ratzinger en 'Summorum Pontificium' aspiraba a atraer a los cismáticos seguidores de Marcel Lefevbre por tal de no comprometer el ecumenismo el día de mañana, pero ese no se produjo"
“El contraste es fuerte sobre todo porque en general los del viejo misal usan una estética que el movimiento litúrgico había abandonado y porque la secularización ha ayudado a la desaparición de un mínimo de sacralidad necesaria para mantener fuerte la espiritualidad”
“El contraste es fuerte sobre todo porque en general los del viejo misal usan una estética que el movimiento litúrgico había abandonado y porque la secularización ha ayudado a la desaparición de un mínimo de sacralidad necesaria para mantener fuerte la espiritualidad”
La reforma litúrgica expresada por el papa Francisco el pasado 16 de julio de 2021 en Traditionis custodes’ tiene buena intención pero una deficiente ejecución legislativa. Esta es una de las conclusiones a las que llega el monje benedictino Bernabé Dalmau en el análisis que hace en el número de noviembre de la revista de cultura catalana Serra d’Or del impacto del motu proprio con el que el papa Francisco limita en las misas el uso del rito anterior al Concilio Vaticano II (1962-65).
Según Dalmau, esta deficiencia se constata “en las interpretaciones tolerantes de los obispos que dicen que aplicarán la Traditionis custodes pero manteniendo las celebraciones de antes: la cuadratura del círculo que describe, entre otros, el cardenal arzobispo de Chicago”.
Solo así se explican, a juicio del monje de la abadía de Montserrat, el porqué del "terremoto litúrgico" causado por Traditionis custodes, documento cuyo objetivo es en palabras de Dalmau “invalidar la flexibilidad de una concesión de Benedicto XVI catorce años atrás, cuando el entonces papa dio a todos los presbíteros de celebrar la misa, en calidad de rito extraordinario, según el misal promulgado por Juan XXIII en 1962, antes del Vaticano II”.
Sostiene Dalmau que la decisión de Ratzinger “aspiraba a atraer a los cismáticos seguidores de Marcel Lefevbre por tal de no comprometer el ecumenismo el día de mañana”. Un acercamiento que, tal como recuerda el monje dando la razón al papa Francisco, no se produjo.
El monje benedictino reconoce en su análisis que puede “resultar chocante” que en día aún queden simpatizantes de los cismáticos porque entre nosotros, sostiene, ha sido al revés: “Gran parte del clero del clero ha pasado del antiguo rubricismo a una deficiente ars celebrandi (en la dignidad de los ritos, la decoración de los templos, el uso de la música y del canto)”.
“El contraste es fuerte —agrega Dalmau— sobre todo porque en general los del viejo misal, excepto de los monasterios, usan una estética que el movimiento litúrgico había abandonado (...) y porque la secularización creciente ha ayudado a la desaparición de un mínimo de sacralidad necesaria para mantener fuerte la espiritualidad”.
El impacto futuro que tendrá Traditionis custodes en la Iglesia está por ver. Faltan, en opinión de Dalmau, “estadísticas en todas las direcciones” y es difícil saber si los cismáticos o los tradicionalistas, a quienes “el papa Francisco podría no haber acertado al ponerlos en el mismo saco”, crecen o disminuyen. Sea como sea, para el monje el seísmo ocasionado por el último motu proprio de Francisco hasta la fecha "apenas ha sido captado por el sismógrafo" de la Iglesia en España.
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