En su comunicado del sábado 17 de septiembre, los obispos cameruneses condenaron este "ataque odioso". El arzobispo Andrew Nkea, que firmó la declaración, no dio detalles, ni lo atribuyó a nadie en particular y manifestó que los secuestradores no habían dado "ninguna razón concreta" para lo ocurrido.
La Iglesia es el objetivo de los ataques
Desde el inicio de la crisis anglófona en 2016, "el pueblo ha sufrido terriblemente y los hombres y mujeres de Dios han sido blanco fácil de secuestradores, torturadores y pistoleros sin escrúpulos", señalan los obispos, a la vez que notan que hoy estos ataques se intensifican.
Para los obispos, "una ola de persecución contra la jerarquía de la Iglesia es ahora el nuevo juego de la 'Lucha', y todo tipo de mensajes amenazantes se dirigen a los misioneros que han dejado su vida para trabajar por el pueblo". Además de la Iglesia católica, según el comunicado, estos ataques se dirigen también a las Iglesias presbiterianas y baptistas del país.
Llamamiento al arrepentimiento
Para los obispos de la provincia eclesiástica de Bamenda, "este acto ha sobrepasado ya la línea roja". No obstante, hacen "un llamamiento a los que secuestraron a los sacerdotes, a la monja y a los cristianos de Nchang para que los liberen sin más demora". También piden a los autores y a sus partidarios que se arrepientan.
Los obispos no dejan de expresar su solidaridad y cercanía a la Iglesia local de Mamfe y su ordinario, el obispo Aloysious Fondong, y en particular a la comunidad parroquial de Nchang. E invitan a todos los cristianos a seguir rezando por la Iglesia y todos sus ministros, así como por sus perseguidores
Permanecer atentos
El comunicado de la Conferencia episcopal de Bamenda concluye con un llamamiento a "los hombres de buena voluntad para que vigilen los bienes temporales de la Iglesia y su personal y los protejan de los poderes del Maligno", antes de invocar la intercesión de la Virgen María, Reina de la Paz.
Recordamos que las regiones anglófonas del noroeste y suroeste de Camerún fueron el escenario de un conflicto que duró cinco años entre los combatientes separatistas y las fuerzas armadas regulares. La Iglesia, que apoya el diálogo y la reconciliación, no se ha librado de las atrocidades y otras violencias que han marcado este conflicto.
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